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Desahuciados van a morir a refugio donde no lloran por su suerte

La Casa Arbol de la Vida es una sencilla vivienda particular del Barrio de la Asunción que desde 1978 recibe a enfermos desahuciados rechazados por sus familias y ancianos que no tienen a dónde ir.

25 de Agosto de 2004 | 15:34 | Efe
MEXICO.- Enfermos abandonados y terminales van a morir a una casa refugio de la Ciudad de México que apenas se mantiene con donativos y cuya directora enseña a sentirse útil, dejar a un lado el resentimiento y no llorar la muerte cercana.

La Casa Arbol de la Vida es una sencilla vivienda particular del Barrio de la Asunción que desde 1978 recibe a enfermos desahuciados rechazados por sus familias y ancianos que no tienen a dónde ir.

Sin apenas recursos y manteniéndose con donativos de vecinos o de asociaciones de alcohólicos y drogadictos, la directora del centro, Elena Romero, hace una apuesta por la vida en un lugar donde la muerte acecha a casa paso.

"Aquí la muerte es el pan nuestro de cada día, pero cuando alguien se muere los demás no lloran. Lo único que prohíbo ese día es poner la radio", afirmó esta enfermera de 29 años.

Elena heredó el lugar de su padre, Leonardo Romero, quien después de un cuarto infarto había sido desahuciado y al ver que se mantenía con vida decidió en 1978 habilitar su casa para aquellos que desearan pasar sus últimos días en paz.

Varios de los habitantes del lugar, en la actualidad medio centenar, son enfermos de sida, parálisis cerebral, Parkinson, Alzheimer o cáncer.

Muchos no tienen esperanza de vida y conviven en dos dormitorios y en un garaje que por el día sirve de comedor y por la noche es habilitado con varios catres para descansar.

"Son personas abandonadas por sus familiares, a lo que los hospitales ya no pueden mantener y que envían a este lugar, que es gratuito. Algunas son trasladadas por asociaciones como la de alcohólicos anónimos", explicó Romero.

Afirmó que ella intenta mantenerlos "ocupados" para que "no piensen en la enfermedad". Por eso, y en la medida de sus posibilidades, les enseña a limpiar. "Aquellos que están sin movilidad en las piernas lavan", dijo.

Todos son invitados a participar en la terapia de grupo para que saquen de adentro su resentimiento. "Piensan que la vida se equivocó con ellos y no pueden sufrir esas enfermedades. Otros están resentidos con sus familias", precisó.

En tanto, en la terapia ocupacional se les intenta convencer de que haciendo otras actividades, por insignificantes que puedan ser, aprenden a sentirse útiles.

Romero, que asegura que no recibe ayuda de instituciones públicas o de partidos políticos, destacó que cuenta con la ayuda del enfermero Carlos Pérez, cuya colaboración ha permitido que "la mortalidad haya bajado".

"Este mes por ejemplo solo murieron tres. Antes eran seis o siete los que lo hacían", subrayó.

Elena Romero y su ayudante se dedican a alimentar a sus pacientes y a suministrarles medicamentos para la hipertensión, la diabetes y otros males que no requieran necesariamente de atención en un hospital. Aquellos enfermos de sida o cáncer reciben periódicamente sus fármacos en centros médicos estatales.

La joven sostuvo que cuando una familia le lleva un enfermo intenta convencerla de que no lo abandonen. Pero casi la mitad se resiste a ello.

"Hubo algunos que dejaban a la mamá porque era bien gritona", contó.

Y añadió que al lugar acudió "gente bien vestida", que se imaginaba que "el lugar tenía televisión y un jardín".

En la Casa Arbol de la Vida convive una anciana de 88 años en una misma habitación con varios enfermos de sida. También hay una adolescente con parálisis cerebral severa que fue abandonada por su familia en un basurero hace cuatro años.

Hace dos días -dijo Elena Romero- falleció Alfredo, quien había sido golpeado en el cráneo y que tenía daños neurológicos irreversibles.

La enfermera dijo que procura no estar triste en este refugio que se ha convertido en un ejemplo de la solidaridad y que aparece en un directorio de servicios de la populosa y a veces inhumana Ciudad de México como "Arbol de la Vida. Enfermos en Superación".

"Están tranquilos. Cuando alguien fallece casi nadie reza. Se les enseña que parte de la vida es la muerte y que deben aceptarlo así", sostuvo.
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