MOSCÚ.- No hay ninguna fecha histórica que sea recordada con tanto orgullo por los rusos como el 9 de mayo de 1945, cuando la Alemania nazi firmó en Berlín su capitulación incondicional ante las tropas soviéticas, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa. El Tercer Reich ya había rendido las armas un día antes frente a los aliados occidentales.
El Presidente ruso, Vladimir Putin, invitó a las pomposas ceremonias de conmemoración del aniversario en Moscú, el próximo 9 de mayo, tanto a sus antiguos aliados como a los representantes actuales de los países que se enfrentaron entonces en el campo de batalla a la Unión Soviética.
Previsiblemente será la última gran celebración de un jubileo de la Segunda Guerra en la que participen masivamente veteranos del conflicto bélico.
"La Segunda Guerra Mundial fue la mayor catástrofe de la historia de la humanidad y a la vez la lección más importante para la generación actual y todas las futuras", subrayó Putin. Los presidentes George W. Bush, de Estados Unidos, y Jacques Chirac, de Francia, así como el Primer Ministro británico, Tony Blair, son esperados en Moscú al igual que el Canciller alemán, Gerhard Schroeder, y el jefe de gobierno japonés, Junichiro Koizumi, en representación de los países que fueran sus enemigos.
Ninguna otra nación tuvo que lamentar tantas muertes como la Unión Soviética. Las estimaciones alcanzan hasta 27 millones de personas. "Casi todas las familias perdieron parientes", dice el patriarca ortodoxo ruso Alexi II. Millares de ciudades y poblados rusos fueron arrasados por las tropas alemanas que atacaron la Unión Soviética en 1941, hasta que se produjo el punto de inflexión de la guerra en el frente oriental con la caída de los alemanes en la batalla de Stalingrado, en febrero de 1943.
El posterior avance del Ejército Rojo obligó a las tropas de la Wehrmacht a replegarse hasta el río Elba y terminó con el izamiento de la bandera roja sobre las ruinas del Reichstag en Berlín.
Teniendo en cuenta los millones de muertos, parece casi un milagro que se haya podido desarrollar en la actualidad un vínculo de amistad entre rusos y alemanes. "La relación nunca fue tan buena como ahora", comentó Schroeder. Su antecesor Helmut Kohl había viajado hace diez años a Moscú para el cincuentenario del 9 de mayo, pero evitó participar en el desfile triunfal en la Plaza Roja. Schroeder, en cambio, tomará lugar entre los demás invitados en la tribuna junto al mausoleo de Lenin.
Unos 2.600 veteranos -hombres y mujeres- de cerca de 80 años volverán a vestir uniforme y condecoraciones para el desfile, en el que participarán movilizándose sobre imitaciones de los antiguos camiones militares soviéticos SIL. Unos 7.000 jóvenes soldados rusos están ensayando desde hace semanas su paso marcial para acompañar el desfile de los veteranos.
El recuerdo de "pobeda", la victoria, siempre tuvo un signo militarista y pomposo. Todos los gobiernos del Kremlin aprovecharon la oportunidad para presentarse como digno representante de ese triunfo sobre el nazismo. Lo hizo Boris Yeltsin en el cincuentenario de 1995, tras la poco honrosa caída del comunismo, y lo vuelve a hacer Putin diez años más tarde.
El actual Presidente ruso quiere exhibir ante el mundo un país fuerte, consciente de su grandeza, tal como ya lo hizo con los festejos por el 300° aniversario de la fundación de San Petersburgo en 2003. Los valores soviéticos vuelven a la luz, el estatus de superpotencia es nuevamente un objetivo presente e incluso se le concede otra vez cierto brillo a la figura de Stalin, denigrada por largo tiempo.
La discusión que se había iniciado para una elaboración crítica de la historia bélica rusa, por ejemplo, sobre las cifras insensatamente altas de pérdidas humanas del Ejército Rojo, ha sido reemplazada por un nuevo canto de gloria a los actos de heroísmo en la lucha antinazi.
En Rusia no se reciben bien las críticas de sus vecinos centroeuropeos, los que acusan a Moscú de haber reemplazado la ocupación fascista por un nuevo sistema opresivo bajo la égida soviética. Putin se limitó a recomendar "a los historiadores recién salidos del horno, ansiosos por reescribir la historia, a aprender primero a leer libros".
Los jefes de Estado de Polonia y Letonia participan con reservas de los festejos en Moscú. Estonia y Lituania directamente declinaron asistir. El nuevo Presidente ucraniano, Viktor Yushchenko, quiere conmemorar el 9 de mayo con los veteranos locales en Kiev, no con un desfile, sino con una gran mesa de almuerzo sobre la calle principal de la capital, la avenida Kreshchatik.
Las festividades oficiales por el "Día de la Victoria" dejan en Rusia poco espacio al duelo privado por los muertos y desaparecidos. En la generación intermedia predomina, según encuestas, un sentimiento de humillación porque a la potencia vencedora Rusia le va hoy económicamente peor que a los derrotados de entonces.
En las generaciones jóvenes, en tanto, muchos ni siquiera se interesan por la guerra, aunque otros recuerdan con orgullo el heroísmo de sus abuelos.