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Pobreza y postergación, el trasfondo de la crisis boliviana

La nacionalización de los hidrocarburos y la demanda por una Asamblea Constituyente suenan como la causa de la caída del Presidente Mesa, pero las críticas condiciones en que viven los bolivianos dan cuenta de que se trata de un problema mucho más profundo.

07 de Junio de 2005 | 10:18 | Pablo Soto González, El Mercurio en Internet

Carlos Mesa, tras anunciar su renuncia, se retira del Palacio de Gobierno.
SANTIAGO.- Miles de manifestantes en la calle pidiendo la salida del Presidente. Carreteras bloqueadas por una lluvia de piedras y rocas de mayor tamaño. Gritos y consignas a favor de la nacionalización de las inmensas riquezas de Bolivia. Militares movilizados para intentar calmar una situación en que la policía se ve superada.

Como una escena que se repite cada cierto tiempo, Bolivia vivió ayer un panorama similar al que tumbó del poder al Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003, con saldo de 67 muertos en las protestas.

Menos sangrientas, pero mucho más masivas, la manifestaciones de ayer y de las últimas semanas lograron un objetivo similar: sacar del poder a Carlos Mesa, quien había asumido tras la caída de Sánchez de Lozada y alcanzó a estar 19 meses al frente del gobierno.

Los manifestantes de octubre de 2003 pedían la nacionalización de los hidrocarburos, y se afiebraban pensando en la posibilidad de que el gas boliviano pudiera salir por un puerto del norte chileno.

Los que se movilizan en junio de 2005 piden también la nacionalización de los hidrocarburos, pero añaden esta vez el llamado a una Asamblea Constituyente que replantee la institucionalidad boliviana y dé mayor representatividad a los indígenas en el Congreso.

Un factor común


Los distintos escenarios que se vivieron ayer en medio de una ola de protestas.
Y si bien las demandas se repiten, lo que ocurre hoy tiene un factor común todavía más fuerte, un motor que activa con demasiada frecuencia los alzamientos populares: el elevado nivel de pobreza y postergación en que vive buena parte de este país de nueve millones de habitantes.

Según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Bolivia, el 64 % de la población vive en situación pobreza en la ciudades.

Y si la situación es difícil en la ciudad, peor es en el campo, donde la cifra se dispara hasta el 80 por ciento.

En Sudamérica, Bolivia es por lejos el país más pobre. Y en América Latina, sólo es superada por el nivel de miseria con que se vive en Haití.

Miles de bolivianos viven con menos de dos dólares diarios, y es frecuente escuchar en las calles de La Paz reclamos de sus habitantes por las condiciones en que viven, y mucho más frecuente todavía escuchar cómo culpan a los gobiernos de turno por todos sus males.

Por eso, si bien lo ocurrido en Bolivia tiene que ver con una crisis económica y política, el trasfondo real de la caldera en que hoy se ha convertido ese país apunta a las urgentes demandas de la población, que demuestra en sus manifestaciones estar cansada de seguir esperando.

La población tampoco tiene mucha esperanza si se analizan otros índices: el 70,8% de la población tiene espacios insuficientes para su vivienda y el 50,8% de las viviendas de los bolivianos tiene servicios inadecuados de agua y saneamiento.

Políticos en baja

Frente a esta difícil situación, los bolivianos movilizados le entregan escasa credibilidad a sus políticos, reunidos en el Congreso que debe resolver la sucesión tras la caída de Mesa.

En cambio, prefieren agruparse en una variopinta serie de movimientos, en los que están representados cocaleros, campesinos, sindicatos y poderosos dirigentes vecinales, como los que representan a la combativa ciudad de El Alto, distante 20 kilómetros de La Paz y escenario de algunas de las protestas más enconadas.

Es muy probable que Mesa ya no siga en el poder, pero con su salida sólo desaparece uno de los actores de la actual crisis. El resto de los actores sigue peleando, pero más que ellos, prevalecen los problemas de pobreza y miseria que motivan el permanente estallido social en Bolivia.
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