
SANTIAGO.- De ser el buen comandante Alfonso Carvajal en la serie televisiva "Demasiado corazón", ahora participa como protagonista de una película que deja a la policía de su país muy mal parada. Se le cuestiona, entre otras cosas, su honorabilidad y ética al ejercer el oficio de resguardo de la ciudadanía.
Así, sin ataduras, Demián Bichir, uno de los actores más talentosos del cine mexicano, escoge los guiones para la pantalla grande en los que participa, aparte de sus incursiones en teatro, televisión y el rubro gastronómico ("un restorán que sirve para invitar a los amigos y que se va a la quiebra").
Ahora está en las salas chilenas como el divorciado Gabriel en
"Todo el poder", obra de Fernando Sariñana, que ha sido un exitazo en tierras aztecas. La han visto cerca de tres millones de personas y tiene el
guiness local de ser la segunda de mejor taquilla en todos los tiempos del cine mexicano.
Cinta que cuenta cómo un hombre común y corriente es llevado a circunstancias extremas, tras vivir el robo de su camioneta en la ciudad más complicada del mundo.
-¿No te preocupa la imagen de violencia y corrupción que muestran de México?
"Te llegan guerras y desastres a control remoto, hay grandes metrópolis con problemas de inseguridad, algunas más que otras, entonces las películas se convierten en universales. Hay temas fáciles que podemos identificar. Aquí en Santiago, por ejemplo, no vi un policía en todo el día, ¡qué ciudad más tranquila! Pienso en mudarme acá -se ríe de su ironía".
-¿Te gusta que el protagonista haga justicia por su propia mano?
"En
Todo el poder el mensaje no es que haga justicia por su propia mano, más bien hacer algo respecto de la mala suerte que lo sigue, tras el robo de su camioneta. Como anécdota, al director de la película (Fernando Sariñana) le sucedió una vez que le robaron su vehículo. En todo caso, lo que muestra la película es más
light de lo que realmente sucede en México".
-Con "Todo el poder" ¿sintieron la censura externa, por la forma en que muestran a la policía, por ejemplo?
"No sentimos miedo de censura, peor es la autocensura; en la película nombramos la sigla del partido PRI y la ley de Herodes (censura). Esta libertad la ganamos con muchos años, más que un derecho, tenemos la obligación de ejercerla. Somos cronistas de nuestro tiempo, es material para futuros arqueólogos esta realidad. No se puede tapar el sol de corrupción con un dedo, y al que le quede el saco, que se lo ponga".
-¿Qué te pareció el cambio de gobierno, tras 70 años de administración del PRI?
"Soy apolítico, pero eso de tantos años del mismo gobierno, no puede ser. Espero que no esté en los genes de los mexicanos, quienes describen muy bien cómo es el país. Allá decimos que es el desmadre mejor organizado. El cambio es bueno, incluso ese día del triunfo de Fox salió el sol, un cielo abierto, pude ver la ciudad desde donde vivo, cerca de un volcán, arriba. La gente anda de buen humor".
-Pero el partido que entra al gobierno es de derecha, más conservador...
"Lo importante es que votó el 70 por ciento del padrón electoral, índice más alto que en Estados Unidos. Todos salieron a la calle. El partido que entra, el PAN, es de derecha, verdad, algo intolerante, pero Fox prometió plena libertad de expresión y creación. No permitiremos un solo centímetro de censura".
-¿Por qué tratar esta tragedia de la sociedad mexicana en tono de comedia?
"Gabriel (el protagonista) vive una fuerte crisis, faltaba que el perro le hiciera pipí. Le pasa de todo, su hijo sin trabajo, no se vende al sistema, tiene una carga fuerte de dignidad, y es como yo en que si lo obligan, lo niega. Ante esto, es un desafío contar la historia desde la perspectiva de comedia, con humor ácido. Es crudísimo, pues la gente se ríe de su propio espejo. Es una tragedia de más tiempo, con humor cuidado, sin caer en pastelazos".
-¿Cómo películas locales de México o de Chile pueden enfrentar a la industria hollywoodense?
"No se puede competir con películas de US$100 millones, cuando con suerte haces una de US$1 millón. El efecto de las películas gringas es que te deja la sensación de darte dos horas de palomitas de maíz, como dijo Anthony Hopkins en la
premiere de
La máscara del zorro. Hay que competir con guiones que te enamoran, de acá vi
El chacotero sentimental, me gustó el hecho de que exista un programa de radio así. Tenemos que buscar nuestro camino".
-De tu experiencia fílmica, ¿con quién trabajarías?
"Me hubiese gustado ser dirigido por Kieslowski. O por Alex de la Iglesia (
El día de la bestia). Jamás con Arturo Ripstein, porque es un hombre de dos caras, aunque muchos lo consideren el mejor cineasta mexicano. En Europa lo quieren porque no conocen toda su filmografía y no lo conocen a él, alguien que trata mal a sus actores, los humilla. Se lo he dicho en su propia cara".
-A propósito de filmografía, ¿qué película tuya viene pronto?
"Filmamos en Nueva York una comedia romántica que se llama
El hospital de los corazones rotos, con Patricia Clarkson, que hizo de esposa de Costner en
Los intocables; John Shane, el hijo en
Missing, y Diana... la chica de Robert de Niro en
Fuego contra fuego. Estuvo bien aquello. También grabamos
La toma de la embajada, en Colombia, que narra los 61 días de toma de rehenes en Bogotá. Se aborda la relación entre rehenes y guerrilleros del M-19, incluso se hicieron amigos cuando se despiden en Cuba".