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Una clase magistral

26 de Septiembre de 2000 | 00:00 |
Daniel Quiroga

La soprano Magdalena Amenábar ha conquistado un lugar destacado en nuestro ambiente luego de una serie de recitales dedicados a difundir el repertorio vocal del Barroco. Autores europeos y también del período colonial latinoamericano han sido presentados por ella, junto a su participación en el estreno de "La Púrpura de la Rosa", ópera del período colonial.

Magdalena ha querido profundizar el repertorio que cultiva, el que ha incrementado en sus visitas a centros europeos, academias y bibliotecas musicales en busca de páginas olvidadas y descubiertas por musicólogos actuales.

Con el título "Corazón Barroco", la cantante ofreció en la parroquia San Francisco de Sales (Vitacura) una selección de canciones de raíz amorosa y religiosa, con el acompañamiento de clavecín y/o órgano, violín y violoncello. La primera parte del programa, realizado en la capilla bautismal de la iglesia ante un público muy numeroso, se inició con una Sonata de Corelli, para cuerdas y clavecín, a cargo de Alma Campbell (teclado), Paulina Olavarría (violoncello) y Hernán Muñoz (violín), en equilibrado y grato ensamble. Junto al grupo instrumental, la soprano entregó la difundida "Amarilli" y "Al Fonte al Prato", de Giulio Caccini (1545-1618), cuyo lírico mensaje amoroso fue dado con la segura musicalidad que le distingue. Ascendió la calidad de su entrega en el "Si dolce e il tormento", apasionada creación de Claudio Monteverdi (1567-1643), figura capital en el período, notable por su juego armónico y vigor expresivo. Novedoso fue oír la intensa página de Girolamo Frescobaldi (1583-1643) "Se l’aura spira", donde el autor de conocidas obras instrumentales y para teclado destaca como melodista apasionado. Dos arias de G.F. Haendel (1685-1759) representaron al célebre autor de óperas y oratorios.

Calidad Singular

La segunda parte del programa, subtitulada "Selva Spirituale", trajo obras de singular belleza y raíz espiritual, como "Ave María" y "Regina Coeli", de Giulio y Francesca Caccini respectivamente; "Maddalena alla croce", de Frescobaldi; "Exulta Filia Sion", de Monteverdi; "Pieta Signore", de Alessandro Stradella (1644-1682), y la profunda "The Blessed Virgin’s expostulation", del gran representante de la música barroca de Inglaterra, Henry Purcell (1659-1695).

La singular calidad del programa realizado llevó al auditorio desde el aplauso a la entusiasta ovación de pie. En realidad, la capacidad de la cantante para entregar la intensidad pasional de la primera parte o la riqueza profunda de la fe, en la segunda, conmovieron a la concurrencia. Ello se logró por la intérprete gracias al dominio de su registro, amplio y homogéneo, sometido a exigencias singulares en la matización, los intervalos, los adornos y, fundamentalmente, la expresión. Todo ello fue logrado por la soprano en una interesante demostración de dominio técnico-vocal como pocas veces es dable encontrar en nuestro medio. Fue un recital que, para muchos, tuvo relieves de clase magistral en técnica y estilo. Magdalena Amenábar ofreció como "extra" su estupenda versión del "Ave María", de Caccini, muy difícil página del programa.
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