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Brasileños se resisten a acabar su alegre carnaval

En Salvador, en el extremo noreste del país, aún braman en las calles los potentes equipos de sonido de los 16 "blocos" o bandas de barrio, que anoche se juntaron para decir a la fiesta, no adiós, sino hasta dentro de un año.

13 de Febrero de 2002 | 07:45 | EFE
RIO DE JANEIRO.- Los brasileños se resisten hoy a poner fin al carnaval, que desde hace 85 años comienza y termina en las calles con la misma solemnidad de una ópera.

En Salvador, en el extremo noreste del país, aún braman en las calles los potentes equipos de sonido de los 16 "blocos" o bandas de barrio, que anoche se juntaron para decir a la fiesta, no adiós, sino hasta dentro de un año.

A 1.599 kilómetros de allí en dirección sudeste, en Río de Janeiro, las calles del centro laboral y del sur turístico de la ciudad fueron escenarios de verdaderas romerías paganas arrastradas por camiones con bandas musicales y vigorosos amplificadores.

Con la resaca a todo vapor, las emociones se trasladarán hoy al sambódromo, donde los organizadores proclamarán la escuela ganadora de la temporada y el orden de las cuatro que se sumarán al desfile de gala del próximo sábado en el mismo escenario.

"Mocidade Independente de Padre Miguel", "Portela", "Beija Flor", "Salgueiro" y "Estacao Primeira de Mangueira" han concentrado las preferencias de la crítica y el público que asistió entre el domingo y el lunes al desfile de las catorce escuelas del Grupo Especial.

En la llamada Región dos Lagos, en el litoral del mismo estado de Río de Janeiro, donde dos millones de personas han ocupado las playas de Cabo Frío, Rio das Ostras, Búzios y Saquarema, la "folia" o fiesta popular comenzó anoche y continúa hoy a la orilla del mar.

En Recife y Olinda, también en el noreste, gigantescos muñecos de España se sumaron anoche a la rumba callejera que mueve a la multitud desde hace una semana con la misma cadencia de las olas marinas.

Como en Salvador, en Olinda, Recife y sus alrededores, la samba, de herencia angoleña y congolés, fue desplazado por el axé, el frevo, el afoxé, el maracatu, el coco y el ijexá, ritmos intimistas y de fuerte acento rítmico que combinan aportaciones de los colonizadores portugueses, los indios nativos y los esclavos traídos de Africa.

El mismo legado indígena de los caboclos tiene su máxima expresión artística en Olinda, ciudad del estado de Pernambuco, proclamada Patrimonio Cultural de la Humanidad, donde 7.000 nativos desfilan sin parar durante horas vistiendo trajes de hasta 30 kilos.

El "honor", que más parece un castigo, impone además a los elegidos la obligación de llegar al final del carnaval respetando un ayuno sexual de tres meses.

La "opera de rua (calle)", como también llaman los brasileños a su carnaval, llegó al país en el siglo XVIII con los emigrantes portugueses, con el nombre de "entrudo".

Desde comienzos del siglo XX, la fiesta pasó de ser una inocente "guerra" de bolsas de agua, harina y cal, a una celebración más organizada con la aparición de las "sociedades carnavalescas", que tomaban las avenidas bailando y cantando canciones de compositores anónimos entre nubes de confeti.

Las evoluciones de las "sociedades carnavalescas" se tradujo en las actuales "escolas" de samba y, con su consolidación, el carnaval se tornó una atractiva cita ecuménica anual de bohemios anónimos o famosos, ricos y pobres, feos y guapos, que desfilan eufóricos entre reflectores y cámaras de la prensa.

La festividad, que oficialmente comenzaba el domingo y terminaba en la alborada del Miércoles de Ceniza, en algunas ciudades empieza dos semanas antes, como en Salvador y Recife, y puede ir más allá del comienzo de la Cuaresma, para disgusto de la Iglesia Católica.