MADRID.- El pianista cubano Bebo Valdés con su hijo Chucho Valdés, también pianista, y su hija Mayra, vocalista, se reunirán por primera vez en un concierto histórico en el marco del XXI Festival de Jazz de Madrid.
Reunir a los Valdés en un escenario ha sido complicado porque cada uno vive en un país distinto, tienen sus compromisos y trabajan con discográficas diferentes, explicó Bebo, quien afirmó que "es un momento histórico para mí. No puedo pedirle más a Dios. Ellos son mi sangre".
Los Valdés comparecieron hoy juntos ante la prensa para hablar de la actuación de mañana y el legendario pianista, de 86 años, no se cansó de bromear, de recordar anécdotas y de alabar a sus hijos.
El músico cubano, que lleva cuarenta años fuera de la isla, no quiso desvelar los pormenores del concierto, pero sí adelantó que "habrá jazz, música cubana y un poquito más, si encontramos algo entre los tres en estos días".
"Lo que voy a tocar no lo voy a decir", comentó Bebo, aunque sí adelantó que él comenzará el concierto; luego se incorporará Chucho, con quien tocará a dúo, y del que dijo que es el mejor pianista, con un "virtuosismo enorme" y un "oído absoluto".
Después, entrará en escena Mayra Caridad, vocalista que debutó en solitario con un álbum en 2002. El concierto terminará con la actuación de los tres juntos.
Bebo Valdés comenzó su carrera en 1940 y consiguió su primer premio Grammy por el disco "Lágrimas negras", grabado con el cantaor Diego "El Cigala" y producido por el cineasta español Fernando Trueba.
Por su parte, Chucho Valdés, ganador de varios Premios Grammy y considerado uno de los mejores jazzistas del mundo, comenzó a tocar el piano con cuatro años, y se reencontró con su padre en "Calle 54", la película musical que estrenó Trueba en el año 2000.
Fundó el grupo Irakere en la década de los setenta, en el que su hermana Mayra se estrenó como vocalista.
"Bebo me ha enseñado todo lo que sé de música popular y, sin un padre como él, con sus trucos y sus enseñanzas, yo no habría sido pianista", admitió Chucho, quien recordó uno de los consejos de su progenitor: "me dijo que si iba a estudiar música me lo tomara en serio. El mejor pianista del mundo es él no yo".
Para Mayra, ésta es también una ocasión especial, "un orgullo", que no pensó nunca que podría realizarse y por el que dio las gracias a su padre y a su hermano.
