Francisco Gutiérrez Domínguez 28/5/2005
La temporada de Ópera del Teatro Municipal se inició con una polémica versión de "Carmen", de Bizet, que si en el aspecto musical alcanzó un resultado global medianamente satisfactorio, en el enfoque escénico se apartó completamente de los moldes tradicionales, con una presentación audaz y original, pero que sólo cumplió parcialmente con su objetivo. Pablo Núñez, autor de la escenografía, régie y vestuario, realiza un trabajo que está de acuerdo con las tendencias actuales del teatro lírico, reduciendo la presentación escénica a una enorme escalera giratoria, que con algunos elementos variables sugiere los diferentes lugares en que se desarrolla la acción. Todas las escenas corales y de conjunto se desarrollan en dicha escalera, lo que simplifica el desplazamiento escénico, tan frecuente y complicado para la masa coral en esta ópera, y concentra la acción dramática en los solistas vocales, especialmente los protagónicos. La ambientación recae especialmente en el vestuario, que es variado, hermoso y de buen gusto, y en ciertos detalles escénicos mínimos. El procedimiento tuvo su mejor expresión en la taberna del segundo acto y en el dúo de Carmen y Don José en el acto final, frente a la plaza de toros, pero en líneas generales nos pareció tentativo, no siempre fue realizado con la misma eficacia, y no es igualmente convincente en todas las escenas, además de resultar monótono y previsible después de los primeros actos. Actualmente es difícil pensar en una realización absolutamente tradicional para esta ópera, pero en la versión comentada la ventaja estuvo más que todo en la concentración del drama en la interpretación escénica de los personajes principales, para los que Núñez estableció una régie muy clara y bien ejecutada por los solistas. Hay que mencionar que en ella también se apartó de la tradición al presentar a Don José , en los últimos actos, como un hombre mentalmente destruido, cuyas acciones obedecen más a esta condición que a sus incontrolables celos, lo que no está de acuerdo con la apasionada expresión dramática de la partitura de Bizet. En resumen, a pesar de ciertos logros favorecidos por la adecuada iluminación de Ricardo Castro y la coreografía de Eduardo Yedro en el segundo acto, esta presentación es un intento fallido de modernizar nuestro teatro lírico y que a pesar de su originalidad, la que indaga en los aspectos dramáticos fundamentales de la obra, es difícil que impacte a un público al que además le importan otros aspectos de esta ópera.
La dirección musical de Jacques Delacôte demostró su autoridad en esta partitura frente a una Orquesta Filarmónica impecable, dando especial énfasis a las secciones más dramáticas, como las escenas entre Carmen y Don José en los actos segundo y cuarto, además de una concertación ejemplar de los conjuntos vocales y corales. Sin embargo nos gustó menos cierta tendencia a la languidez en momentos más líricos y en los recitativos compuestos por Guiraud, lo que perjudica la vitalidad rítmica de la música de Bizet. Cabe mencionar la participación vocal y musical del Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornick, que en esta ocasión alcanzó un nivel de primera categoría, contribuyendo al éxito musical de los conjuntos en que interviene.
Mariselle Martínez nos convenció plenamente en el rol titular, aunque su voz no corresponde totalmente a la amplitud vocal requerida por el papel. Sin embargo, su hermoso y claro timbre de mezzo-soprano lírica ha evidenciado un buen desarrollo en cuanto a volumen y seguridad de emisión, de manera que su técnica y musicalidad actuales le permiten expresar con toda exactitud la amplia gama de emociones que invaden a la protagonista, sin caer nunca en exageraciones que desfiguren su línea de canto. Teatral y dramáticamente su Carmen es creíble, fuerte, segura de sí misma y libre de toda convención. William Joiner (Don José) es esencialmente un tenor lírico de efectivo timbre, pero de registro agudo inseguro e inestable en cuanto a emisión. Su labor musical resultó agradable en los primeros actos,francamente débil en el tercero, mejorando en el cuarto porque la concepción del regisseur, antes mencionada , le permite usar sus recursos sin forzar la intensidad dramática. Como actor e intérprete es efectivo, pero carece de la pasión propia del personaje. Nicoleta Ardelean (Micaela) fue una intérprete segura y musical que nos brindó una bella versión de su famosa aria, pero aparentemente nadie se preocupó de dar un nuevo relieve a su tradicionalmente tímido personaje. Paulo Szot es un Escamillo discreto, escénica y musicalmente correcto, pero de pálido impacto vocal.
El resto de los solistas interpretaron con acierto sus personajes, destacando el cuarteto de contrabandistas (Claudia Virgilio, Claudia Yánez, Jaime Caicompai y Patricio Sabaté) por su esmerada integración vocal y escénica.