Eduardo Carrasco, fundador de Quilapayún, habla sobre
La vida contra la muerte, el nuevo disco con el que el grupo se remonta al exilio, sigue cantando sobre revolución y se apresta a cumplir cuarenta años.
Eduardo Carrasco.
David Ponce
El nuevo álbum de Quilapayún,
La vida contra la muerte, es una recopilación de antiguas composiciones reeditadas o regrabadas en versiones nuevas, pero el corazón del disco es música inédita. Está el caso de "Elegiría la vida", que data de 1982 y es la última canción grabada por Guillemo
Willy Oddó, el integrante de Quilapayún que dejó al grupo en 1987 y murió en Santiago en 1991.
"Tiene un valor testimonial, porque es la última canción que grabó Willy", explica Eduardo Carrasco, fundador del conjunto. "Habla de la vida y de la muerte, y en el fondo el mensaje es que en cualquier circunstancia en que esté, sea el exilio u otra, yo elegiría la vida. La vida contra la muerte. Es un mensaje de amor a la vida, y es muy significativo que sea la última".
"Elegiría la vida" y "Revolución" son las dos canciones inéditas del disco, y ambas fueron remozadas y regrabadas en los últimos dos años, la primera de ellas con un nuevo arreglo del músico Fernando Carrasco. "Estaba en condiciones técnicas no óptimas", dice Eduardo Carrasco. "La retomamos, le dimos un formato nuevo, le incorporamos otros instrumentos, reforzamos los coros: ahí hay un trabajo de recuperación".
Entre el tango y la orquesta
Este es el tercer disco de Quilapayún (ver recuadro) luego de la ruptura declarada entre la alineación del grupo dirigida por Rodolfo Parada, que tras ello lanzó
A Palau (2003), y la formación rearticulada a contar de 2003 por Eduardo Carrasco, que hoy concentra a una mayoría de integrantes históricos y que ha publicado los discos
El reencuentro (2004) y
La vida contra la muerte (2005).
"Estas canciones habían quedado rezagadas por distintos motivos", define Carrasco. Nueve de ellas fueron grabadas originalmente en el LP
Donner à l’automne un coup de fenêtre pour que l’été s’allonge sur dècembre ("Dar al otoño un golpe de ventana para que el verano se extienda hasta diciembre"), publicado en Francia en 1980 conocido simplemente como
Darle al otoño.
Seis de ellas son las versiones originales de ese LP, incluidas "Playa del sur", "Caminante sigue" y el tango "Balada del hombre que se calló la boca", además de otras tres que el grupo grabó con orquesta en el programa de TV
"Le grand échiquier": "Entre morir y no morir", "Cuándo, Valparaíso" y "Monólogo de la cabeza de Murieta".
Otras tres de ese mismo LP fueron regrabadas en los últimos años por el grupo: "Locomotora", "Lunita de lejos" y "Memento". Y el nuevo álbum incluye además versiones actualizadas de tres canciones anteriores: "Amar es mar", grabada originalmente en
Survarío (1987), "París 1938" y "Los destacagados", sobre una idea original del pintor Roberto Matta, transformada en poema por Rafael Alberti y estrenada por Quilapayún en vivo en Barcelona a comienzos de los 80.
Entre Neruda y Matta
Varias de estas canciones muestran a Quilapayún desplegado en distintas dimensiones, con orquesta y cuarteto de tango entre ellas. "Entre morir y no morir" es una de las más elaboradas, porque conjuga a la orquesta y a la cantante francesa Catherine Ribero sobre un poema de Pablo Neruda y la música del compositor chileno Sergio Ortega, quien murió en septiembre de 2003.
"Interpretamos esa canción en un programa de tres horas de duración, con un mural de Matta de cien por ocho metros de alto, una cuestión inmensa, y el piso pintado con un diseño de Matta", recuerda Carrasco. "También es un homenaje a Sergio Ortega. Está basada en un ritmo araucano, que es la parte que cantamos nosotros, y un vals parisino, que canta la cantante en francés, y después las dos se juntan. Es simbólico de lo que éramos. El exilio te hace una especie de raro ciudadano de dos lugares".
"Los destacagados" es otra de estas canciones estrenada originalmente en directo.
"Matta, que es muy importante para nosotros porque fue un amigo muy cercano e influyó mucho con su pensamiento en nuestro trabajo, tenía esta idea de los
destacagados, que en el modo de hablar suyo, siempre muy divertido, que transformaba las palabras, eran los ‘destacados’; los dictadores, en el fondo. Y Rafael Alberti, que también era amigo nuestro, tomó esta idea, hizo este tema, después yo le puse música y lo presentamos por primera vez en una exposición que Matta hizo en Barcelona en 1982 ó 1983".
-¿Cómo eligieron las canciones del disco?
"Hay un criterio de unidad. Hay tres canciones con textos de Pablo Neruda, una con texto de Juan Gelman, otra de García Lorca, otra de Rafael Alberti, otra dedicada a César Vallejo. O sea que desde el punto de vista poético hay una elección consistente. Y por otra parte están estas canciones de Sergio Ortega y de Gustavo Becerra. Nosotros teníamos una relación de mucha confianza con Gustavo Becerra, él es un músico fantástico y un día decidimos ponerlo en aprietos y le pedimos una fuga con la palabra ‘revolución’ que incluyera todas las canciones revolucionarias más interesantes y conocidas. Entonces él hizo esta fuga, que efectivamente empieza con la ‘Marsellesa’ y sigue con el ‘Venceremos’, la Internacional, ‘El pueblo unido’".
-El lugar común sobre Quilapayún es que es un grupo revolucionario por sus letras.
"Nosotros hicimos muchas cosas contingentes, ‘Las ollitas’, ‘La batea’, que eran respuesta a la situación de ese momento y eran muy politizadas. Pero la parte artística también está en la
Cantata Santa María de Iquique (1970) y en otras obras, la gente se olvidó de eso. Entonces queremos poner el énfasis en que eso es Quilapayún".
Entre Chile y Francia
Cuando Quilapayún grabó
Darle al otoño en 1980 los músicos eran Eduardo Carrasco, Carlos Quezada, Willy Oddó, Hernán Gómez, Rodolfo Parada, Hugo Lagos, Guillermo García y Ricardo Venegas. Hoy son casi los mismos, con dos salvedades: Parada no integra este grupo y Oddó ya no vive. Sí están a bordo Rubén Escudero e Ismael Oddó, hijo del integrante original.
"Ahora, como nosotros tres (Carrasco, Venegas y Escudero) estamos aquí y ellos (Quezada, Gómez, Lagos, García e Ismael Oddó) están en Francia, esos cinco tienen en este momento una actividad artística y a veces se presentan con el hijo de Carlos Quezada, Sebastián Quezada".
-¿Y eso es más frecuente que la formación ampliada de Quilapayún?
"Ahora sí, se han presentado más ellos. Acaban de dar un concierto, están preparando otro, pero las actuaciones más relevantes son las que hemos hecho entre todos. Las actuaciones con el Inti, la gira de febrero que acabamos de hacer, la gira a Europa el año pasado. Hay pequeñas actuaciones que siempre salen. Para la fiesta de (el diario francés)
L’Humanité el año pasado, que era importante, viajó uno de nosotros, Ricardo Venegas, y se incorporó a la formación de la que te hablo. Estamos respondiendo de esa manera al hecho de que estamos lejos y que no podemos cambiar esa situación. Pero no engañando a nadie, porque siempre ponemos los nombres de los que actúan".
-¿Cómo fue la grabación de las versiones nuevas?
"Por ejemplo, el ‘Memento’: grabamos aquí nuestras partes, mandamos un CD a Francia y ellos graban sus partes y sale perfecto. Estamos en esto desde el 2003, cuando empezó el trabajo para
El reencuentro, con la Cantata (Santa María) y las canciones fundamentales, y después vino este disco y el disco con el Inti, también. Cuando en febrero vino el Quilapayún acá estuvimos un día entero en el estudio".
-¿Las canciones nuevas de este disco están hechas así? ¿Nunca se juntaron los ocho en un estudio?
"Claro. Bueno, la experiencia más espectacular de eso fue cuando hicimos con la Telefónica un ensayo a la distancia. Y es posible que en el futuro hagamos cosas así también, pero tengo que resolver el problema de la amplificación, de por qué vía llega el sonido acá. Hablé con un técnico y es posible que lleguen las voces telefónicamente, que pueden ser mezcladas acá y que el público pueda ver a los tipos cantando en la pantalla y a los que están en directo y el sonido es exactamente igual que si estuviéramos todos juntos en el escenario".
-¿También es revolucionario, probablemente, hacer un concierto así?
"Sí, pues. Eso es lo que queremos hacer".
-¿A diferencia de que es una revolución de la mano de una transnacional, versus la antigua, que habría sido contra las transnacionales?
"Claro", se ríe. "Bueno, ya lo hicimos. La Telefónica fue súper buena onda con nosotros, porque nos puso a disposición toda la parte técnica. Sería muy lindo hacer un concierto así. Independientemente de cualquier otra consideración sería bonito, justamente como proeza técnica. Uno puede lograr un sonido perfecto resolviendo ciertos temas. Yo sueño con hacer eso. Porque es la derrota de la distancia. Y eso abre la posibilidad de muchas cosas que podrían pasar, de una
jam session entre un músico en Nueva York, otro en París y otro en Santiago, por ejemplo".
-En estos años han surgido grupos musicales de izquierda en el rock, desde Manic Street Preachers o Audioslave, que han ido a tocar a La Habana, hasta Los Miserables en Chile, por ejemplo. ¿Qué reflexión le provocan grupos como esos?
"A nosotros nunca nos ha gustado opinar sobre el camino que siguen otros artistas. Porque es súper complicado meterse en una opción que tan honestamente sigue gente. A lo mejor están equivocados, no sé, es cuestión de ellos darse cuenta. Nosotros, cuando tomamos una opción excesivamente política, creo que estábamos equivocados. Sí, se puede explicar por la situación de Chile, pero creo sinceramente, y sin renegar, porque lo importante es asumir, que era una equivocación. Sobre todo porque yo pienso que la política es un instrumento, nunca la finalidad. En ese caso diría que la finalidad es la música. Hay que hacer una política para la música, no una música para la política", sonríe. "Creo que esa es la diferencia. Y en ese sentido creo que la relación con Matta fue tremendamente importante para nosotros. La corriente surrealista había hecho la experiencia: habían querido ser artistas revolucionarios, habían estado vinculados a partidos políticos y después habían descubierto un camino distinto, el camino de la imaginación, del arte, de revolucionar a partir del arte y no entrar en esa cosa peligrosa de la política, porque (la política) en un asunto que siempre pasa".
-¿Se refiere a "La batea" o "Las ollitas"?
"Tiene que ver con eso. Son testimonio de época, pero no podrían tocarse en un escenario porque no corresponden al momento actual. Ya pasaron".
-Pero este disco sí termina con una canción llamada "Revolución". ¿Cuál es la diferencia?
"Que es un homenaje al espíritu revolucionario. Al deseo de cambiar. Revolución también es cambiar, es dejar las cosas patas
p’arriba, es poner algo nuevo, que no existe. Muchas veces la gente piensa que la revolución es sólo una cosa social, o económica, ya en el colmo de la tontera. Ése es el error: no todo está en juego en una cuestión de tipo económico. Porque tú quieres mejorar las condiciones económicas de la gente, pero para qué. Qué va a hacer la gente. Va a quedarse sentada mirando la televisión, los programas imbéciles que les dan durante todo el día. ¿Es para eso que quieres que la gente tenga más poder económico? No, pues. Tiene que ser para que tenga más opciones, más libertad, más imaginación, para que piense, para que lea, para que escuche música, para que converse y tenga ideas, para que sea más feliz. Para eso estamos luchando".
-O sea que esa canción tampoco renuncia a su alcance social.
"Sí, también lo tiene, pero ubicamos ese cambio social en la perspectiva real de la finalidad. No es el cambio social ni la política la finalidad de la música, es un instrumento para una vida mejor. La finalidad entonces está en la cultura, en el arte, en la poesía. La poesía es la finalidad. Por eso hablamos de la revolución y las estrellas. Sin las estrellas da lo mismo la revolución, la revolución se niega a sí misma. La revolución no necesariamente son unos tipos que se pegan balazos en las esquinas y se matan unos a otros, y el que gana pisotea al otro. Si te preguntas bien consecuentemente qué es lo que tú puedes cambiar en tu vida, a lo mejor es que, no sé, ser intolerante, y ésa es tu revolución, o abrirte a un diálogo con el otro o hacer una canción que le guste a la gente y la interprete. Y no necesariamente lanzarse a la guerrilla. Muchas veces los artistas se pierden en cosas que no son su función. Si cambio de profesión y de estudiante o cantante me transformo en militar, entonces no sirve esa revolución. Haz bien lo que tienes que hacer, que es cantar, hacer cosas bellas, despertarles el espíritu a la gente, alumbrarles el alma".
"La idea de la revolución nunca ha dejado de acompañar a nuestro canto. Sólo que ha cambiado. La revolución de antes era sin estrellas, ahora es con estrellas, pero siempre el artista está por la transformación, siempre quiere un mundo distinto al que le toca vivir, porque es un creador".
Los planes inmediatos del grupo, que en 2005 está celebrado cuarenta años de vida, consisten en dos giras junto a Inti-Illimani, una por países sudamericanos en agosto y otra por Francia, España, Italia, Holanda y Suiza en octubre. "Nació la idea de visitar los países limítrofes, con los que tenemos conflictos diplomáticos y cosas, y la verdad es que la Nueva Canción hace mucho tiempo superó esas limitaciones", dice Carrasco. "La Nueva Canción fue asumida como propia por todos los pueblos latinoamericanos. Y particularmente por eso en donde tiene más arraigo es en Bolivia, Perú, Argentina y Uruguay. Nuestra música tiene sus raíces en la música indígena y del altiplano. Entonces queremos con el Inti-Illimani ir juntos como una embajada de hermandad".
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