Paulina Toro
Chancho en Piedra la cuenta dos, tres y hasta cuatro veces si quiere: juntar a siete mil personas en una noche de lanzamiento, donde los seguidores pagan $4 mil por conocer nuevas canciones; donde además se bautiza un disco distinto que le costará digerir a sus fieles y donde, incluso, se ofrece un show sin la ropa acostumbrada de instrumentos de vientos y una orquesta grande en escena. Es para tomarlo como gracia. Mientras el arrastre del rock local se va hundiendo más que flotando en Chile, Chancho en Piedra se sopla la mano y se la friega en su solapa para no dudar que tienen público propio, cautivo, crecido con ellos y que los celebra al llegar con pañuelos blancos desde el puerto.
La noche del sábado en el velódromo del Estadio Nacional, el festejo terminó siendo una oda al mar. Chancho está inspirado en el azul. En el azul del cielo, en el mundo azul de los sueños y en el potente azul del mar. Chancho nada y flota con canciones que hablan del amor en la orilla, con bailarinas marinas y siguiendo la Cruz del Sur.
En dos horas, el cuarteto local hizo escuchar su nuevo mundo que trae folclor latino, rock barrial argentino, ska, historias de almacén y crítica social. Invitó a otras dos bandas, Difuntos Correa y Papanegro, para hacer un mini festival que terminó con cuentas alegres. En escena, los cuatro músicos, más Raúl Aliaga de Congreso en percusión y Ángelo Pierattini de Weichafe en otra guitarra, rehicieron sus éxitos que sin trompetas ni trombón, sonaron más rockeros que siempre. Y tras cinco meses sin tocar ante sus fans, el final tenía que ser emotivo: las tres bandas en escena, con el público cantando a mares en un solo karaoke y con los chanchos de juguete flotando en sus cabezas.
