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Contrastes en concierto de verano

José Luis Domínguez dirige obras de Rodrigo y Dvorak.

28 de Enero de 2009 | 18:14 |

En un Concierto de Verano de extensión, la Orquesta Filarmónica de Santiago, bajo la dirección de José Luis Domínguez, ofreció en el Teatro Municipal dos de las obras más famosas de todo el repertorio musical. Nos referimos al bellísimo "Concierto de Aranjuez", de Joaquín Rodrigo, y la popular Sinfonía N° 9 en Mi menor "Del Nuevo Mundo", de Antonin Dvorak.

En la primera obra del concierto actuó el joven guitarrista Andrés Pantoja, quien a pesar de su musicalidad evidenció en esta oportunidad algunos deslices que afectaron el rendimiento final, así como cierto nerviosismo y poca naturalidad en los diálogos con la orquesta, que en varias oportunidades se escucharon confusos. En todo caso cuenta a su favor la juventud y las ganas de hacer bien las cosas, lo que seguramente será factor decisivo en la superación de estos pequeños problemas.
 
Concierto


El "Concierto de Aranjuez" posee una amplia gama de dificultades tanto para el solista como para la orquesta, algunas de las cuales fueron muy problemáticas en esta ocasión.

En la versión pareció haber conceptos diferentes en el enfoque del solista y el director en cuanto a tempi y carácter, los que provocaron varios desencuentros e hicieron que la versión resultara más bien plana.

El segundo y más famoso movimiento fue el más logrado. En él afloró la musicalidad del Pantoja, se le vio más tranquilo y en esto creemos que influyó el notable y musical acompañamiento del corno inglés, tanto como el de los otros instrumentos que tienen partes a solo.

Este movimiento, por su carácter un tanto ensoñado y descriptivo, es bastante ambiguo en los tempi, los que son marcados por el solista. Aquí existió otro de los puntos de desencuentro, pues Domínguez condujo a la orquesta en tempo estricto.

La cadenza a cargo del solista tuvo un resultado bastante alentador.

El tercer movimiento acusó los defectos del primero, agregando el descuidado uso de los balances orquestales, en una versión muy rutinaria.

Bastante mejor se vio a Pantoja en el encore, con el Zapateado del mismo Joaquín Rodrigo, al interpretarlo en solitario.


Sinfonía


Un cambio notable se observó en la segunda parte, con un José Luis Domínguez muy inspirado y a gusto con la Sinfonía del Nuevo Mundo de Antonin Dvorak.

Ya desde la introducción fue palpable el carácter lírico descriptivo que impuso el director, acentuado con el transcurso del primer movimiento por los contrastes temáticos y los fraseos de gran claridad. Otro aspecto positivo fue el balance entre las familias instrumentales. Los pequeños desajustes en los bronces no hicieron desaparecer el rendimiento general.

El segundo movimiento se destacó por lo lírico y la expresividad, con una gran perfomance en el solo del corno inglés y con el logrado ambiente que entregaron las cuerdas y sus hermosos pianissimos.

En el tercero se capturó lo popular, con énfasis en los contrastes.

La energía y un pulso rápido fueron las características del cuarto movimiento, logrado con estupenda eficacia interpretativa además de un hermoso sonido, que no fue opacado por leves desajustes en la familia de los bronces al finalizar la obra.

Una hermosa versión que el público no se cansó de aplaudir premiando la labor de la Filarmónica y su director José Luis Domínguez.

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