"Orfeo" fue el espectáculo creado en 1607 para celebrar la boda de uno de los príncipes de la ciudad de Mantua, y se convirtió sin proponérselo en la primera ópera cuyos patrones sirvieron de modelo para las creaciones posteriores.
Bien se sabe que, en el caso de la música vocal, Claudio Monteverdi tenía como premisa "Sea la música esclava de la palabra", buscando con ello acercarse a una expresión artística que fusionaba el sonido con el verbo, cuyo fin último era conmover al espectador.
Y es en este "decir" las palabras donde radica uno de los mayores logros del estreno en Chile de "Orfeo" de Claudio Monteverdi ("Favola in musica L'Orfei"), que llegó a escena en otra de las exitosas producciones de Miryam Singer.
Experiencia en la producción
La producción contó con la dirección musical de Juan Manuel Quintana, experto argentino en música barroca, quien ha desarrollado una importante labor con algunos de los más connotados músicos a nivel mundial en el ámbito de la música renacentista y barroca.
Su experiencia la volcó con sobriedad y sabiduría, y logró cambios significativos en la forma de cantar de cada uno de los intérpretes, donde el vibrato es apenas el justo para las inflexiones expresivas, obteniendo además un tipo de canto que podríamos definir como "declamado".
Su trabajo con el Coro de Estudiantes UC, dirigido por Víctor Alarcón –que contó con un número importante de solistas–, logró la mayor excelencia, con fraseos tan perfectos como su afinación, así como un canto de la mayor expresividad logrado a través de contrastes dinámicos y una estupenda fonética.
Otro de sus triunfos fue el conseguido con la Orquesta de Cámara UC, cuyos resultados deben ser considerados soberbios, en una afinación perfecta –considerando que se trataba de instrumentos antiguos– en medio de un calor sofocante, tocando en certero estilo y en la forma de respirar y atacar, incluso casi cantar con los solistas vocales, con fraseos y una musicalidad de excelencia.
Dirección integrada
En este aspecto es indispensable destacar a cada uno de los instrumentistas a cargo del continuo como a aquellos que asumieron roles de carácter solista, en virtud de su sobresaliente desempeño.
El libreto de Alessandro Striggio que sirvió a Monteverdi para la composición de la ópera es de gran expresividad y ahonda en los sentimientos humanos al tiempo que alude a las fuerzas de los dioses que intervienen en el destino de los hombres. En este propósito el autor recurre a una paleta de colores musicales mediante el uso de una amplia gama de instrumentos, lo que evidencia la maestría de Monteverdi para plasmar situaciones y sentimientos en base a estas combinaciones (bronces para Caronte y los espíritus, violines y arpa en el soliloquio de Orfeo en la escena de la Laguna Estigia, cuerdas y flautas para la felicidad de los amantes al inicio, etc.). En este sentido el balance obtenido por Quintana de sus músicos en relación al canto fue notable.
La concepción general de escenografía, iluminación, vestuario y régie fue de Miryam Singer, quien optó por un minimalismo muy eficaz, donde prevalecen el blanco y el negro, soporte sobre el cual algunos personajes aportan en su vestuario una cuota de color que los distingue.
La iluminación, sutil e inteligente, entregó los cambios de atmósfera necesarios al desarrollo de la trama y fue un excelente aliado de la régie, que resolvió de la mejor forma los movimientos en el reducido escenario, incluso en aquellas ocasiones en que el coro se mezclaba con el ballet.
A la manera del "coro griego" reaccionaban bailarines y coro frente a algunos eventos, como al compartir el dolor de Orfeo al conocer la muerte de Euridice, en uno de los momentos conmovedores de la obra. También resultaron sugerentes en la escena de la Laguna Estigia, acostados con sus movimientos de manos que recreaban las olas que separaban a Orfeo de Caronte.
La régie encontró en el Conjunto de Danzas Antiguas de la Universidad de Chile, que dirige con maestría Ana María Vela, el complemento ideal. Su espléndido grupo, en el que también ella baila, lo hace con enorme gracia, y en estilo barroco, con el torso rígido, moviendo sólo cabeza, brazos, manos y piernas.
Las voces
El vestuario sólo en blanco y negro para Orfeo, pastores, ninfas o espíritus infernales, fue convincente en su sencillez. El color fue para Caronte, un convincente y hierático Sergio Gómez, la Esperanza en la hermosa voz de Sofía Pollak, la Mensajera en una estupenda actuación de Claudia Godoy, quien convenció plenamente en su dolor, la Música en la voz de una versátil Patricia Cifuentes, que asumió ahora plenamente el estilo del canto barroco y cuyo ingreso en andas del grupo de bailarines fue de gran impacto.
También en color fue el vestuario de Plutón, que contó con la imponente voz de Cristián Reyes, como el de su esposa Proserpina, muy bien encarnada por Andrea Aguilar, pero con cuyo tocado tenemos ciertas objeciones. Algo similar pensamos de Euridice, que cantó muy bien Pilar Aguilera en la segunda parte, pero que vistió un desconcertante velo al inicio de la ópera. Apolo encontró en Cristián Moya una solidez en lo vocal y una gran solución en su traje y ubicación en el escenario.
Las dos ninfas, Amalia Montero y Lía Rojic, fueron muy acertadas, y excelentes los pastores Iván Rodríguez, Francisco Espinoza, Jaime Caicompai, Cristián Moya y Eduardo Jahnke.
El papel de Orfeo estuvo a cargo de Patricio Sabaté, debiendo decir en justicia que el barítono hizo completamente suyo el rol, en una de las más grandes demostraciones de talento vocal e interpretativo que hayamos visto. Su canto de afinación perfecta y en estilo fue de una expresividad conmovedora a lo largo de toda la obra. Nos será difícil olvidar su "Tu se' morta, mia vita" al conocer la muerte de su esposa, tanto como su soberbio soliloquio final, cuando pide a los dioses que le devuelvan a su esposa perdida por segunda vez, pues, tal como dicen los dioses, él pudo "vencer al infierno, pero fue vencido por su pasión". Sin duda que estamos ante uno de los grandes cantantes que ha producido nuestro país.
Un estreno entrañable que cerró magníficamente el Primer Festival de Ópera de Cámara, con tres grandes triunfadores: Miryam Singer, Juan Manuel Quintana y Patricio Sabaté.