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Marc Anthony revivió las escenas de devoción en Viña

El salsero despidió al Festival como a éste más le gusta: Con un público religioso, que se puso a los pies del puertorriqueño y coreó cada una de sus canciones.

01 de Marzo de 2009 | 01:30 | Sebastián Cerda, enviado especial a Viña del Mar

VIÑA DEL MAR.- Faltaba una escena que Viña del Mar suele regalarnos todos los años, pero que en esta edición número 50 aún no se había expresado con toda su fuerza: La devoción más patente, el amo y señor sobre el escenario que pone al público literalmente a sus pies.


Hasta que llegó Marc Anthony, mostrando a todo Chile de qué se trataba este fenómeno que hacía rato había germinado en los clubes de salsa y que terminó por estallar con su visita en junio de 2008: Una detonación triple que azotó Santiago, y que esta noche en Viña del Mar resurgió con su fuerza indomable.


Esa incondicionalidad religiosa que en este escenario alguna vez provocaron figuras como Julio Iglesias, José Luis Rodríguez o, más recientemente, Marco Antonio Solís, resurgió de este modo con las devotas del puertorriqueño, fans radicales que ovacionan, chillan, cantan, gozan, obedecen, lo tapan a regalos y hacen lo que él les diga.


Así se expresó desde que Anthony no hizo más que poner un pie en el escenario, para desplegar un show de altura con la más elevada salsa como protagonista, y de la mano de su impecable orquesta de 15 músicos. Hábiles en las fórmulas tropicales de salón, el protagonista y su elenco acudieron además al más pasional bolero ("Hasta ayer"), aunque con el oficio suficiente para desplegar también la fórmula pop de "Dímelo (I need to know)".


No tiene sentido enumerar. Ésas y todas las demás, sin excepción, fueron ampliamente coreadas por el público, con el que Anthony interactuó en su justa medida, aunque permitiéndose un llanto en escena y dando acogida a cuanta manifestación fervorosa surgiera de la platea. Entre ellas, se permitió abrazar con elocuencia a una pequeña niña que subió al escenario y la mantuvo bailando con él, mientras que cuando cantaba "Nadie como ella" recargó su menudo cuerpo de cuanto objeto le fue arrojado al escenario.


Está claro: El público esta vez sí que pidió todos los trofeos existentes y los animadores los entregaron con celeridad, para luego volver a explicar que la Gaviota de Oro hace rato que no existe. Pero nadie los entendía. Es que en casos de fervor auténtico como éste, no hay trofeo que valga.

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