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La dama de hierro no se funde

Más populares que los Rolling Stones. Unas 50 mil personas esperaron por cinco horas a los maestros del heavy metal clásico. Y eso que Iron Maiden había tocado el año pasado en Santiago.

23 de Marzo de 2009 | 11:37 |
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Steve Harris, el bajista y fundador de Iron Maiden, en su performance de alto impacto. El músico arribó a Chile con su hija, la estupenda rockera que teloneó el show Laureen Harris.

El Mercurio

Una de las premisas más características del rock es que no tiene edad y Iron Maiden volvió a demostrarlo, ahora en un club Hípico con niños en los hombros de antiguos fanáticos del heavy metal. Todos con sus poleras de Eddie, por supuesto. Los propios músicos de la banda, ya entrados en los cincuenta se mostraron como los veinteañeros de los comienzos, llenos de energía y con el claro objetivo de rockear junto a su público.

Generalmente los grupos de rock conocidos a nivel mundial no fijan visitas seguidas a Chile. Para los productores locales, y para los músicos, no es un buen negocio desgastarse en un viaje al fin del mundo que no tiene la certeza de ser un éxito de audiencia. Después de todo, y aunque Chile sea “los ingleses de Sudamérica”, el bolsillo del ciudadano común no da abasto para comprar muchos boletos para rockear en vivo.

Es así como el chileno se acostumbra a ver a sus bandas favoritas una vez en su vida, o con suerte dos. Para suerte de los metaleros, Iron Maiden viene a Chile como si ya fuera su casa. El éxito de su presentación del año pasado en la pista atlética del Estadio Nacional se repitió en el Club Hípico, ahora con el tour de hits históricos “Somewhere Back In Time”.

Los veteranos del heavy metal inglés mostraron a más de 50 mil personas que aún tienen la energía con la que comenzaron hace 34 años. Ningún síntoma de cansancio, ningún acorde fuera de lugar hizo menguar las dos horas de concierto. El repertorio fue conformado por las canciones más conocidas del grupo: sus clásicos de los ‘80.

Aunque el público estaba cansado de la espera de cinco horas en el recinto y agotado con la presión que se hacía sentir en el sector central y delantero de la cancha, las guitarras y la aguda voz de Bruce Dickinson en “2 minutes to midnight” avivaron los ánimos de inmediato. Los fanáticos corearon todas las canciones y saltaron en algunas más que en otras. “Fear of the dark”, "Run to the hills” y “Wasted years” fueron puntos de gran altura en la noche metalera.

El entusiasmo de Dickinson se manifestó en cada momento a través de su voz, al igual que en el triple frente de guitarras que le da ese peso a Iron Maiden en los riffs: Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers. Todos ellos, junto al bajista Steve Harris, se dedicaron a saltar y correr por el escenario para mantener al límite a sus fanáticos. La parafernalia de sus paseos -que incluso en un momento incluyó máscaras- distrajo la pobreza en el diseño del escenario, que básicamente mostraba una pintura con diseños egipcios. Las cinco pantallas gigantes en el recinto fueron, sin duda, la mayor producción del espectáculo.

Bruce Dickinson se mostró muy conversador. De vez en cuando tardó más de cinco minutos entre canción y canción. En sus monólogos se dedicó a agradecer la fidelidad del público chileno desde los tiempos en que se les prohibió el ingreso al país por “satánicos” en 1992. Obviamente todos le hicieron caso al frontman en sus solicitudes de orden en una cancha copada. Dickinson fue mucho más ambable  en comparación a la prepotencia de Carabineros en las afueras del recinto.

Las canciones “Hollowed by the name” y “Rime of the ancient mariner” también se destacaron en un repertorioy de puntos altos. Fueron coreadas a grito vivo por los asistentes. Una de las novedades fue la presencia de Laureen Harris, la hija del bajista, quien antes de la presentación de los ingleses expuso las cualidades que heredó de su padre.

En su nueva visita a Chile, la presentación de Iron Maiden fue impecable en cuanto a sonido y a espectáculo. Para los fanáticos que esperaron el show por horas afuera del Club Hípico, acompañados de una fiel cerveza, los momentos junto a la dama de hierro superaron las expectativas. La vitalidad de sus interpretaciones y su empática relación con el público la consolidan, definitivamente, como la única “bestia” del heavy metal.

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