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Fuerza natural

El valor del ex Soda Stereo es convertir en buenos estribillos las tendencias más finas del pop de su tiempo. Lo hizo con el post-punk, el shoegaze y la electrónica. Y tan bien le salió que salió impune de todas las acusaciones de saquear el sonido de las bandas inglesas menos masificadas por acá.

25 de Septiembre de 2009 | 13:23 |
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Durante el lanzamiento argentino de Fuerza natural hace un par de semanas, Gustavo Cerati repitió dos cosas. Primero, que cumplió cincuenta años, y segundo que este disco representa una etapa donde ya no tiene que demostrar nada. “No tengo la pretensión de hacer algo nuevo, aunque cuando miro alrededor me parece que sigo proponiendo cosas. Además, bueno, no puedo escapar de mis propios límites”, señaló a Clarín. ¿Humilidad o fanfarronería? Tras escuchar este álbum sucesor del elogiado Ahí vamos (2006) y que a su vez precedió al fugaz regreso de Soda Stereo, no hay más remedio que creerle. Aunque sea evidente que Fuerza natural es más que una simple colección de canciones, como podrían sugerir las palabras del autor.

Más allá de la estética “cósmica” que incluye un inquietante collage de símbolos religiosos en las páginas centrales del folleto, lo interesante del nuevo disco es escuchar a Cerati debatiéndose entre lo acústico y lo bailable. Entre el folk psicodélico y la new wave. Esto se aprecia en “Fuerza natural” y “Deja vu”, las dos canciones que abren el álbum. La primera es una reposada pieza electroacústica que continúa la estructura y arreglos de “Puente”, el single de Bocanada (1999). La segunda, un vigoroso rock bailable potenciado por las excelentes guitarras de Gonzalo Córdoba (ex Suárez). Dos estilos que en Cerati no remiten a los clásicos, sino que al revival de bandas como Fleet Foxes, MGMT, Interpol o The Killers.

Ese es precisamente el valor de Cerati: convertir en buenos estribillos las tendencias más finas del pop de su tiempo. Lo hizo con el post-punk, el shoegaze y la electrónica. Y tan bien le salió, sobretodo con Soda Stereo, que resultó impune de todas las acusaciones, a veces muy justificadas, de saquear el sonido de las bandas inglesas menos masificadas acá. Recordemos cuando salió la versión unplugged de “Un misil en mi placard”, a un programador radial furioso le dio por tocar “Chrome waves” de Ride sólo para demostrar de donde copió la intro. Así, canciones como “Magia” brillan por sí solas. “El viento sopla a mi favor”, asegura el músico para luego, al minuto 2:30, regalarnos una breve y perfecta tormenta de guitarra prog rock. Se la da bien a Cerati el dance-rock: “Desastre”, “Naturaleza muerta”, “Rapto” y “Dominó” son irresistibles, sobretodo por la química entre la batería y los veloces rasgueos apañados de la guitarra.

El lado folk a ratos se vuelve algo aburrido: “Tracción a sangre” intenta sacar sonrisas con su producción “rural” y a Cerati haciendo unos graves de dibujos animados. “Cactus” es una chacarera que iba bien hasta ser asfixiada por los arreglos. “Sal” es una balada heredera de “Crimen”, menos amable y por eso mismo más interesante en su resolución melódica. “Convoy” recalca el plan cósmico del músico, concepto que siempre lo ha obsesionado: “oímos la galaxia explotar / cabalgamos otros planetas / dormimos en nubes de gas / y en playas de relojes de arena”. “He visto a Lucy”, el cierre de Fuerza natural podría ser una referencia a la niña que volaba en el cielo con diamantes de los Beatles. Sobretodo por esas guitarras espesas, tan explotadas por Harrison y Lennon en la segunda mitad de los '60. Ojo con la canción escondida del disco. Fuerza natural es una obra equilibrada, bien hecha, con la marca de fábrica de Cerati. Pero más que su exploración al folk y la psicodelia, su punto fuerte es el rock bailable, lo new wave. No es casual que se sienta tan cómodo en esas canciones. Es el estilo con el que se inició masivamente y que justo está de moda, nuevamente.

—JC Ramírez Figueroa

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