SANTIAGO.- En su edición Bicentenario, el Festival Santiago a Mil se propuso la difícil tarea de recorrer los temas que han imperado en los 200 años de teatro chileno. En esa línea, el punto de partida lo están dando dos reconocidos directores, Luis Ureta y Manuela Infante, quienes asumieron la responsabilidad de remontar las piezas de más antigua data entre los clásicos que retornan en el certamen.
En plena celebración de los 20 años de la compañía La Puerta, Ureta, director y fundador de este colectivo, estrena "Páramo", un montaje basado en la obra "Amo y Señor" de Germán Luco Cruchaga, que estrenó en 1926 y que el dramaturgo Mauricio Barría reescribió para esta ocasión.
Por su parte, la directora de la compañía Teatro de Chile se hizo cargo de "Ernesto", de Rafael Minvielle, estrenada por primera vez hace 168 años (1842), y que ha sido catalogada como una de las pioneras del romanticismo en la dramaturgia nacional. La obra, además, es la primera que el colectivo encabezado por Infante monta sin basarse en un texto propio.
Un reflejo de la identidad nacional
Ya han pasado cerca de dos años desde que la compañía La Puerta decidiera cambiar a los autores alemanes, austríacos y suizos, para fijarse en sus propias raíces y reescribir textos de dramaturgos chilenos. La génesis de esta saga fue "Plaga" (reescritura de "La mantis religiosa", de Alejandro Sieveking), y en Santiago a Mil lo han vuelto a hacer.
Para Ureta, montar una reescritura —misma labor que pretende realizar en junio con "Los invasores", de Egon Wolff— es un privilegio. "Es doblemente gananciosa (la experiencia) cuando uno puede dialogar en el proceso con autores que están disponibles para modificar sus textos, para fortalecer zonas que a ellos les interesa indagar realizando un ejercicio muy generoso", comenta el director.
En cuanto a "Páramo", la versión de Ureta no muestra la relación entre las clases media y aristocrática de inicios del siglo XX, como sí lo hacía la obra de Luco Cruchaga. Por el contrario, los reemplaza por la historia de un inmigrante latinoamericano que llega al Chile mercantilista y globalizado, para ser narcotraficante. Ahí surge una interacción con personajes como un coyote que lo trajo al país, una mujer que trabaja en una multitienda y un alto ejecutivo.
Siguiendo con el sello que dejó "Plaga", en esta obra la compañía vuelve a recurrir a las proyecciones audiovisuales, que complementan la acción en el escenario.
La palabra cobra fuerza
Es una obra de estilo romántico, pero con un discurso ilustrado. En esa dualidad está inmerso el trabajo de Manuela Infante en "Ernesto", donde relata la historia de un militar español enviado a Chile para combatir contra los movimientos independentistas del siglo XIX, pero que influido por los ideales ilustrados decide luchar junto a los libertarios. Entonces conoce a Camila, el nudo que hace surgir el romanticismo de la obra.
Sin escenografía, Infante explica que el trabajo está enteramente construido a través de las palabras y posturas corporales, con los personajes describiendo las escenas, pensamientos, sentimientos y hasta a sus pares que están actuando sobre el escenario. "En el momento de la independencia sobre todo, y a propósito de la razón y la ilustración, se construyó harto a partir del discurso", menciona.
Para la dramaturga y directora, ésta ha sido la principal dificultad con la que se han encontrado para que la obra se lleve a cabo, ya que "como está construida en la palabra, la mayor cantidad de trabajo la tiene que hacer el espectador en realidad, porque aquí no hay nada", señala.
La autora de "Prat" destaca que esta pieza teatral, que rescata muy pocas escenas de la obra original y tiene más creación propia, les llamó la atención junto a otras del siglo XIX, al mostrar las paradojas de cómo se construye la identidad chilena todavía. "Todo el modelo, el paradigma conceptual que mueve a la Independencia, es copiado del francés, del norteamericano, entonces también es interesante preguntarse cómo es que los modelos nos definen una y otra vez", añade.
La también directora de “Juana" opina que la actual propuesta de Santiago a Mil es interesante, pero destaca que con su obra "nos sentimos súper responsables de proponer una lectura crítica a todo ese movimiento, que no solamente festejemos los 200 años del teatro chileno (...), sino algo un poquito más agudo y más crítico también con respecto a la teatralidad y nuestra propia dramaturgia".