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Diva de San Valentín

El estreno de la rutilante estrella pop estadounidense en Santiago, el pasado domingo 14 de febrero, fue una descarga de música, baile, imagen y éxitos que va a quedar entre los shows internacionales más completos llegados a Chile.

15 de Febrero de 2010 | 11:20 |
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Descomunal y descollante. Beyoncé dio uno de los mayores conciertos nunca antes visto en este país. El arranque con "Crazy in love" fue una marca para el resto de los 120 en vivo.

Héctor Flores

Lo único que no funcionó como reloj fue, paradójicamente, la puntualidad. Pero tras la media hora de retraso previa al show de Beyoncé la noche de este domingo 14 de febrero en la capitalina Movistar Arena, desde el primer instante la estrella pop estadounidense no hizo sino incrementar cada vez el poder un show sorprendente, con el que dejó marcado uno de los espectáculos más completos que hayan llegado a Chile durante la actual era de conciertos internacionales.

Una voz excepcional, un movimiento de coreografías y baile sin respiro, un soporte en imágenes muchas veces deslumbrante, un cuerpo sobrehumano, un régimen de cambios de vestuario permanente y una producción musical a toda prueba son los estímulos que hay en juego, todo el tiempo y al mismo tiempo, en el show de la cantante. Es la sobredosis necesaria para mantener prendidas por dos horas a unas doce mil personas que, sin copar el recinto, sí terminaron de transformar el concierto en una fiesta por los cuatro costados.

Instinto animal, entretenimiento industrial

Y eso que el punto de partida fue el más exigente. El impacto "Crazy in love" (2003) va a quedar entre lo más demoledor visto alguna vez en la agenda mundial de conciertos en Santiago, y no sólo fue un inicio cronológico para el show. Ése es su primer hit como solista, y además es base sólida para cualquier carrera: una canción única porque en lugar de estrofas todo está producido en función de un coro adictivo y avasallador al que hay que volver una y otra vez. Un hito. Estaba claro en 2003 cuando esa canción sonó por primera vez en la radio y está claro ahora, cuando han pasado tres discos de Beyoncé desde entonces.

En adelante iba a venir un recorrido por los éxitos de esos discos, bien elegidos y combinados. De las cumbres de más alta energía bailable la cantante pasa también a momentos melódicos, en los que saca a relucir en especial su estupendo manejo vocal y la influencia de la música soul o rhythm & blues o R&B de raíz afroamericana, que es la garantía más sólida de su poderío musical.

Esa voz se impone desde el primer perfecto falsete en la primera canción. Para su afinación no hace falta más que una palabra, y es la misma: perfecta. Volúmenes, matices, inflexiones y la afinación son controlados por Beyoncé sin dejar de bailar además, con una técnica que la pone en la fila de las mejores mejores voces del R&B de las últimas tres décadas. La genealogía de Whitney Houston, Toni Braxton, Mariah Carey o Christina Aguilera conecta ahora sin problemas con Beyoncé Knowles.

Ella conoce la historia, por lo demás. En "Naughty girl" se apodera de la Donna Summer más erótica, nada menos que la canción sexual por definición que es "Love to love you baby" (1975), y viene a dar en vivo un enésimo ejemplo de la relación natural que tiene el R&B con el sexo, como ya han probado la misma Donna Summer, Marvin Gaye, Diana Ross, Barry White, Isley Brothers, Janet Jackson o hasta Jennifer Lopez, para conectar de nuevo ahora con Beyoncé Knowles.

No se acaban ahí las citas. La cantante está secundada por un sólido y vistoso grupo de doce integrantes, todas ellas mujeres. En un punto la bajista sale al frente y toca unos segundos de "Smooth criminal", "Billie Jean" y "Working day and night", cuando ya está muy claro que Michael Jackson tiene en Beyoncé a una heredera de lujo. Y en "If I were a boy", el éxito de 2008 donde ella canta sobre ser mujer y emancipada, ahora en vivo cita la estrofa más crucial del hit "You oughta know" (1995), de Alanis Morissette: ésa que incluye el verso "¿Estás pensando en mí cuando fornicas con ella?", y que Beyoncé recrea con el gesto corporal correspondiente.

El bombardeo de imágenes en máxima definición desde las pantallas es otro estímulo constante. También lo son los cambios de vestuario, de los que es fácil perder la cuenta porque simplemente no es posible estar atento a tantas cosas al mismo tiempo.

De todos modos son más de seis, entre las lentejuelas doradas del comienzo, una reaparición en largo vestido blanco, un traje de motorista en cuero, una segunda piel de leopardo bajo una capa negra y dos factores que parecen requisitos por contrato acá: siempre habrá ventiladores a máxima potencia frente a Beyoncé para su pelo al viento, y la silueta de sus caderas y piernas estará siempre al mayor descubierto posible para exhibir las proporciones de un cuerpo que más que humano parece delineado para una superheroína de Marvel, con superpoderes incluidos. Entonces es tensión sexual lo que la cantante pone en juego, y es en ese nivel, el nivel del cuerpo de Beyoncé, donde su espectáculo deja incluso de ser una máquina monumental del entretenimiento para ser un asunto de puro instinto animal.

Y todavía falta que ella reinicie por completo el sistema al plantarse sobre un segundo escenario en medio del recinto y justo en la mitad del show. Ahí, en ese satélite de la tarima principal, Beyoncé rompe un poco más la distancia e inyecta extra energía con otra serie de canciones, esta vez sin pausa, hasta hacer llorar de emoción a un fan al que dedica "Say my name" con toda la arena por testigo. Ese es el ritmo de la música, por lo demás. Muchas canciones están rearmadas en medleys o remezcladas en fragmentos que hacen todavía más dinámico el repertorio, y la producción musical hace otro tanto. El sonido en vivo viaja desde la era disco setentera al electro, al soul de los '60, al rap de vieja escuela combinado con imágenes de una Beyoncé Knowles cabra chica haciendo coreografías en el living de su casa, y al carácter de himno con que además hace guiños al orgullo afroamericano, con imágenes del Presidente Obama incluidas.

"Feliz día de San Valentín", ha sido uno de sus primeros saludos a la multitud. Y "Halo", la última canción de la noche, es al mismo tiempo la ocasión de estrechar decenas de las manos de ese público a modo de despedida y de rendir un homenaje a Michael Jackson. Es el homenaje literal, porque desde mucho rato antes, y en realidad desde el primer instante, el show de Beyoncé es la muestra de que nadie mejor que ella ha recogido las lecciones del llamado rey del pop. Es música, baile, coreografía, imagen y administración masiva de emociones, todo en uno. En una palabra, es entretenimiento, como Jackson lo llevó a la práctica, como Beyoncé lo está proyectando a nuevos niveles y como el público chileno lo atestiguó en un concierto a todas luces rutilante.

Las canciones

Después de arrancar con "Crazy in love" (de Dangerously in love, 2003), el repertorio continúa con "Naughty girl" (2003) y sigue en orden cronológico por éxitos de su segundo disco, B’day (2006), para desembocar en su más reciente álbum, el disco doble entre los volúmenes I am… y Sasha Fierce (2008).


De ahí se oyen las baladas "Ave Maria" con su cita kitsch a Mendelssohn, y "Broken hearted girl" (las dos de I am...). Un cambio drástico llega con llega con "If I were a boy" (de I am...) seguida por cuatro canciones al hilo de Sasha Fierce, entre la producción rapera de "Diva" y "Radio" y las revoluciones más bajas de "Ego" y "Hello".

El quiebre al medio del show, con Beyoncé al centro de la arena, se inicia con "Baby boy" (de Dangerously in love, 2003) y una andanada que incluirá "Irreplaceable" (de B’day, 2006), "Check on it" (de la película The pink panther, 2006), "Video phone" (de Sasha Fierce, 2008) y "Say my name", de Destiny's Child (en el disco The writing's on the wall, 1999).

Un nuevo cambio drástico viene con un segmento más espiritual, que incluye por igual citas a otra canción de Destiny's Child como "Survivor" y la versión de "At last", de Etta James (de la película Cadillac Records, 2008), antes de un cierre monumental con "Single ladies" (de Sasha Fierce, 2008) y "Halo" (de I am..., 2008).

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