Dream Theater fue la primera banda en espantar la sicosis de un concierto masivo tras el terremoto. Llevó ocho mil personas al Arena Movistar.
Harold CastilloEs un culto de acceso restringido. Sus miembros, mayoritariamente masculinos, deben adorar todos los subgéneros nacidos del heavy metal y el rock progresivo. Dream Theater, el quinteto neoyorquino con 20 años de trayectoria, y que sistemáticamente se ha negado a comerciar los territorios que sus raíces trazan, llevó al Movistar Arena a ocho mil personas, en el primer concierto masivo post terremoto.
Como en sus anteriores visitas, siguen derrochando talento instrumental digno de análisis clínico, como evidenciando serias dificultades para acotar sus impresionantes destrezas en miras del formato canción. John Petrucci es un dios de la guitarra como Jordan Rudess es el más claro heredero de tecladistas en la línea de Rick Wakeman y Keith Emerson, pero la música de todo el conjunto sigue siendo un collage que cita esquizofrénicamente -y sin mucho filtro- a sus propios dioses. Sin orden particular, Dream Theater se rinde a clásicos como Metallica, Rush, Emerson, Lake & Palmer y Pink Floyd, junto a nombres más recientes como Muse.
Entonces, la duda: ¿Son progresivos por el solo hecho de estar muy dotados en técnica? ¿Avanzan como compositores si aún privilegian el lucimiento personal? Es cierto que sus últimas entregas buscan más ambientes y melodías, pero todavía resalta que la tentación por maridar y privilegiar destreza y velocidad ahoga sus posibilidades de ampliar audiencias. Por mientras, un ejército de fanáticos aplaude satisfecho piruetas exuberantes y un imparable catálogo de riffs bien ejecutados. Pero el mismo motivo de vítores es su piedra de tope.