Al menos a una veintena de ciudades y pueblo espera llegar Fernando Ubiergo en este recorrido. ''No sé construir casas ni poner techos, pero puedo tomar mi guitarra''.
Claudio VeraFernando Ubiergo lleva un día de viaje por el Maule, una de las dos regiones más azotadas por el terremoto y el maremoto del pasado 27 de febrero, y va embarcado en un recorrido de conciertos solidarios que durará hasta el domingo o lunes próximos por albergues, campamentos o plazas de diversas ciudades y localidades afectadas tras el desastre. Pero no es él quien decide en qué ciudad o pueblo pararse a tocar.
-Es el lugar el que nos va diciendo -precisa-. Aquí sí, aquí no.
Ubiergo habla por su teléfono móvil al final de su primera jornada de recorrido. Es el martes 16, un día en el que pudo cantar temprano en el pueblo de Hualañé y más tarde en la plaza de Licantén, pero donde por ejemplo no fue posible hacerlo en Duao ni en Iloca, dos de las localidades costeras más dañadas por el maremoto.
-Recorrimos Iloca y Duao, localidades que suman más o menos mil quinientos habitantes. Y hay mil que están en los cerros -dice-. Es lo que se ha visto por televisión: la ola se llevó toda la línea de la costa de Iloca, es un pueblo bombardeado, entonces la gente está en pequeños grupos de carpas a veinte metros de altura, con hombres, mujeres, niños, abuelitos literalmente arriba del cerro, y tampoco concentrados en un solo punto sino en distintos campamentos. Habría que ir cantando a uno por uno.
Ubiergo salió a la carretera con dos generadores portátiles, dos parlantes y dos guitarras arriba de una casa rodante y con un chofer que también hace las veces de asistente. Partieron el lunes 15 en la noche, y para el martes 16 ya hubo que ajustar el plan a esa realidad. Hay 28 lugares en su itinerario inicial, y vale revisarlos todos: son Iloca, La Trinchera, Putú, Junquillar, Quivolgo, Constitución, Las Cañas, Pahuil, Chanco, Pueblo Hundido, Pelluhue, Curanipe, Tregualemu, Pullay, Buchupureo, Cobquecura, Taucú, Colmuyao, Mela, Vegas de Itata, Dichato, Tomé, Lirquén, Penco, Hualpén, Talcahuano y Caleta Tumbes. Pero habrá que hacer cambios en el recorrido (ver recuadro) sobre la marcha.
-Esta experiencia en Iloca y Duao nos dicta lo que tenemos que hacer. Habíamos pensado en unas cuatro presentaciones al día, pero en vez de cubrir todos los lugares nos vamos a concentrar en aquellos donde sí se puede hacer una presentación, donde haya zonas de seguridad y donde la gente esté más concentrada, no tan dispersa. Al final, el domingo, pensamos en llegar a Talcahuano, Tumbes, Lirquén, Penco, Tomé. A pesar de que el nivel de destrucción ahí es alto, son centros urbanos que no están en mejor condición que los pueblos-calle a la orilla del mar. En mis 33 años recorriendo el país nunca había hecho esto -calcula el cantante-. Es el lugar el que nos va diciendo: aquí sí, aquí no.
Vieron venir la ola
Ya para la segunda jornada, este miércoles 17, el plan es actuar en Curepto a mediodía, luego en la localidad costera de Putú, pueblo natal de la célebre cantora de rodeos Tilita González, fallecida en febrero del año pasado, y más tarde en la golpeada Constitución.
-Vamos a actuar en el lugar o el campamento que nos indiquen las autoridades. Es sólo algo autoamplificado que nos permita tocar para pequeños públicos, setecientas, mil personas. No hay un ánimo tampoco de que la gente vaya masivamente a un concierto.
-Más que ellos vengan, se trata de que ustedes vayan donde ellos.
-Exactamente. Pero hay una enorme dificultad para comunicar dónde vas a hacer una presentación. Ayer hicimos un pequeño anuncio en la radio local de Hualañé, y con perifoneo en un vehículo que nos facilitó la Municipalidad.
-¿Antes de partir armaron un mapa de la radios locales donde puedan llegar?
-En eso no están ayudando algunos amigos en Santiago, ellos se contactan con las radios y les anuncian. Muchas de estas radios no tienen siquiera la cobertura completa, porque las antenas también han quedado dañadas. Pero es la forma que tenemos de convocar a las personas. Porque una cosa es cantar en un grupo, pero otra es hablar con ellos, abrazarlos, caminar, compartir. Aunque sea un pequeño aporte, tiene que ver con una reconstrucción que no es física. La reconstrucción física la pueden hacer los ingenieros y técnicos. Lo que puede hacer una persona como yo, que anda con una guitarra, es ayudar a reparar o a levantarse a gente que necesita más que nunca tenerse en pie. A muchos de ellos se les cayó no sólo la casa sino la vida entera. Y por otro lado es emocionante ver que aunque están con temor, al mismo tiempo están reparando sus casas, armando sus botes.
-¿Cómo ha sido encontrarse con las personas en esos lugares?
-Después de que fuimos a anunciar que estábamos ahí en la radio en Hualañé nos encontramos con treinta o cuarenta personas, que se fueron a la radio, y nos dimos abrazos, nos tomamos fotos, quieren que alguien esté con ellos. No quiero dramatizar sobre algo que ya es dramático en sí mismo, pero alguna gente tiene literalmente terror, la gente que está en los cerros no baja, porque llega la noche y siguen las réplicas. Porque en Iloca y Duao todos vieron cuando el mar se salió. Y están viendo el mar ahora, vieron las olas, tienen la imagen muy grabada, y como han seguido los sismos se les mantiene muy vivo.
-¿De hecho se supone que, por ejemplo en Iloca, fueron olas o una subida del nivel del mar?
-La experiencia de la gente de Iloca es que vieron venir una ola que entró fuerte, no de tanta altura, pero lo que podíamos apreciar es que, en el borde costero, dos o tres líneas de casas quedaron destruidas, donde un metro de diferencia marcaba la diferencia entre la vida y la muerte. Casas que se salvaron por estar un poquito más arriba. Éste no es un ataque de la naturaleza, somos nosotros los que hemos ido poblando bordes que deben ser cautelados por las autoridades, y hay que tener un tremendo cuidado con autorizar construcciones en esas zonas de riesgo. La desembocadura del río Mataquito quedó transformada. En Iloca había dunas. Todas las dunas desaparecieron, y uno mira el mar a mil metros y ve la cresta de algunas dunas. Es una transformación demasiado violenta del paisaje.
Casas que son carpas, telas, bidones
Entre los lugares que Fernando Ubiergo visitará esta semana hay algunos en los que incluso estuvo tocando en el verano, como Hualqui, en la región del Bío Bío, donde actuó con la banda de rock Difuntos Correa, o la localidad costera de Buchupureo, en el Maule, donde cantó en febrero.
-En muchos de esos lugares entró la ola y todo lo que era plano fue borrado. Ahora uno se encuentra con máquinas removiendo escombros, pero también ve a a personas buscando algo en la playa. Y me preguntaba qué buscan. Y seguramente están buscando su propia vida. Algo que les recuerde cómo era todo. Debe ser muy triste para la vida de alguien que desaparezcan los vestigios de donde están los sueños de las personas.
-¿Te cuestionaste qué tan urgente es ir a cantar a esos lugares donde precisamente siguen pendientes las necesidades básicas?
-Primero la comida y el techo. Yo no sé construir casas ni sé poner techos. No es lo que he hecho en mi vida. Pero así como hay que estar pegando un clavo yo puedo tomar mi guitarra y hacer lo que tengo que hacer, y evidentemente eso tiene un efecto, especialmente en las mamás, que son en este momento pilares de casas que son carpas, unas telas, bidones de plástico, lo que ha quedado de las vidas de ellos. Y que llegue alguien con quien alguna vez hayan establecido una relación de afecto ayuda a decir que aquí hay algo más. Si no fuera así, de todos modos estaría martillando. Pero seguramente no estaría en mi casa viendo la televisión.
"No es sólo algo que puede hacer un músico: también un deportista, como hizo Fernando González", continúa. "Tiene que ver mucho más con una cuestión humana, donde todos en alguna medida podemos ayudar. Yo también me lo planteaba, y lo primero que entendí, y antes de salir de mi casa lo sabía, es que la gente no está con ese ánimo de ir a sentarse media hora a escuchar cantar a un fulano. Soy consciente, pero sí esas personas están propensas a reunirse en grupos".
-¿Ése ha sido un efecto de este terremoto, que las personas han necesitado volver a juntarse, a comunicarse, se supone?
-Sí. La verdad es que lo pensé, le di muchas vueltas, hablé con estos amigos. ¿Tendrá sentido? Y sí tiene sentido. Y más sentido que nunca tiene hacerlo en este momento, precisamente si sirve para poder borrarle la tristeza por un momento a la gente. Yo creo que también tiene que ver con la pertenencia, con que aparezcan referentes. Probablemente yo sea un referente remoto, minúsculo, en la vida de muchas de estas personas, pero sirve si sienten que hay un algo que les pertenece. Cuando están parados escuchando una canción probablemente son muchas otras cosas las que están pasando por sus mentes, no la canción. Van a pasar tormentas de vida por sus cabezas, no tengo la menor duda.
-¿Al final es una función social de ser cantante, de canalizar esa necesidad con los demás?
-Es eso. Empezaba a sufrir mirando la TV y pensaba que con esta guitarra algo puedo hacer. Esto no es el cantante que llega a dar un concierto. Vengo en saco de dormir, aquí hay un ser humano que toca la guitarra, que intenta establecer un vínculo con las personas a través de eso. Entiendo mi rol estrictamente en ese modo. Si no tuviera la guitarra estaría clavando tablas o sacando adobe. Pero por lo menos la música tiene ese ese cierto poder sanador, de heridas no físicas. Y en ese pequeño margen está el espacio que deja el impacto de la realidad y la urgencia, porque casi no hay tiempo para la metáfora, pero es un espacio en el que algo hay que hacer.