No sería exagerado afirmar que Hans Zimmer pasa por una de las etapas más creativas de su carrera. Cada vez más alejado de la percusión majadera y los bronces plastificados con sintetizadores para entonar verdaderos himnos en películas como “Marea roja” y “La roca”, ahora claramente resulta más interesante –y no sólo “entretenido”– escucharlo. El 2009, con una absolutamente refrescante partitura para “Sherlock Holmes”, Zimmer le puso un punto aparte a su carrera en la música de cine.
En la complejidad de “Inception” (traducida en Chile como “El origen”), donde los sueños dominan la mente, Zimmer marca su tercera colaboración con el británico Christopher Nolan, con quien ya había trabajado en sus dos películas de "Batman". Eso sí, antes siempre lo hizo en compañía de James Newton Howard, quien aportaba la sutileza melódica, dejando las secuencias de acción al hombre de los teclados. Ahora Zimmer está solo y debe hacerse cargo de toda la nube de sensaciones.
Se sabe que no es un compositor de la vieja escuela, que prefiere sentarse frente a un monitor antes que un piano para escribir, pero los sonidos que está comenzando a elaborar son diferentes a las más básicas composiciones de sus inicios. Sus apuestas también son más arriesgadas, como por ejemplo tratar “Inception” como una historia romántica –al menos así lo ha dicho- pese a que todos la encasillan como un thriller de ciencia ficción.
El “sonido Zimmer” continúa ahí. Frases repetitivas en las cuerdas con ritmos no muy complejos y los bronces (por fin sin mucha asistencia de sonidos envasados) que explotan desde lo profundo, o bien se mantienen calmos para aportar a la profundidad armónica; los tonos graves que se pasean educadamente por la escala menor. Lo electrónico está presente, pero a diferencia del viejo Zimmer, no ocupan el rol que debiese tener un instrumento acústico: el sonido artificial hace un trabajo específico y no de reemplazo.
Perfectamente se puede entender “Inception” como una extensión de sus composiciones para “Batman”. El sonido es muy similar, partiendo por el uso de los bronces o cuerdas en crescendo y, en especial, el minimalismo de sus motivos. Si en Batman llegó al extremo de crear un tema principal con dos notas, acá se toma un máximo de cuatro. Todo es compacto, pero de a poco se va explayando hacia algo más profundo y emotivo, una sensación que encaja a la perfección en la climática pista “Time”, que recuerda a la que permanece como la mejor banda sonora que ha escrito Zimmer: “La delgada línea roja”.
El autor mantiene el pulso de la acción con la efectista pieza “Mombasa” y luego con algo más de empeño en la marcha “Dream is collapsing”. Espacio aparte para la pista “Waiting for a train”, donde Zimmer incluye un extracto de “Non, je ne regrette rien”, de Edith Piaf. También habla bien de la minuciosidad del alemán, quien buscó y desempolvó grabaciones originales de la cantante francesa para poder aislar el sonido que necesitaba. Detalles que marcan diferencias.
—Felipe Vásquez