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Jorge Drexler: "Cualquier pretexto para tomar vinos y escuchar cuecas es bienvenido"

El uruguayo llegará a Chile en el epílogo de los festejos por el Bicentenario para presentarse dos noches en el Teatro Caupolicán, recinto del que ya tiene advertidos a sus músicos: "Ya van a saber lo que es", les ha dicho.

16 de Agosto de 2010 | 14:26 | Por Sebastián Cerda, Emol
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Drexler se ha presentado antes en el Caupolicán, y le quedó gustando. ''Es un lugar muy caliente. Allí se siente el calor de la gente'', dice.

AFP

SANTIAGO.- Jorge Drexler es de esas personas a las que les calza perfectamente el rótulo de "ciudadano del mundo", y él también se siente un poco así. Uruguayo de nacimiento, vive en España, pero se pasea por todas partes para presentar sus canciones.

"Me siento en casa en muchas partes. ¿Cómo puedo explicar que me sienta en casa en el Caupolicán, y después tener un patriotismo excluyente? Para mí está muy bien saber de dónde se es, siempre que sea incluyente, siempre que se sepa que, debajo de las diferencias nacionales, nos unen cosas muy importantes", dice.

Por lo mismo, ya está haciéndose el ánimo de llegar a Chile —de la mano de su disco Amar la trama justo en el epílogo de los festejos por el Bicentenario, para presentarse en dos ocasiones en el mencionado teatro de calle San Diego. Incluso, no descarta unirse a la fiesta como uno más. "Cualquier pretexto para tomar unos vinos y escuchar unas cuecas es siempre bienvenido por mí y por toda la banda que me acompaña. Me alegra mucho que la gente esté contenta por su identidad", dice.

Un rasgo que, en el caso de nuestro país, ve aun más marcado, y lo grafica citando una frase que, según recuerda, le escuchó a Caetano Veloso: "Chile es tan diferente a todo, que hace que Argentina y Brasil se vean parecidos".

-Tienes un vínculo con Chile. Incluso escribiste unas décimas especialmente, después del terremoto. ¿Piensas hacer algo con eso en el Caupolicán?
-Puede ser. No lo había pensado. Me gustaría hacer algo. Estoy muy agradecido con el público chileno y realmente me tocó mucho (el terremoto), no sólo por los amigos, sino también por la cantidad de gente que uno no llega a conocer personalmente, pero sabes que estás en su vida por las canciones. Sentí que tenía algo que decir, y de ahí salieron esas décimas, que son mi herramienta de comunicación, mis mensajes más íntimos. Son cosas que a veces ni siquiera entran en canciones. A ver si hacemos algo con eso, porque la décima no es fácil de musicalizar.

-Pero experiencia musicalizando versos tienes de sobra. La mayor prueba está en el relato que hiciste del partido entre Uruguay y Alemania, en vivo...
-Sí (risas), en Uruguay lo pasaron hasta en los noticieros. Lo que pasó es que tenía que tocar en España, el show empezaba en punto y el partido terminaba y cuarto. Más la extensión, terminó y veinte. Y a partir de y cuarto era tan grande la presión de los encargados del teatro, me decían "no puedes hacer esperar más al público", que salí con la computadora. Fue un gesto no pensado, la había llevado para dejarla en bambalinas, y el equipo me miró horrorizado cuando salí con la guitarra en una mano y la computadora en otra. Lo que yo no sabía es que habría un tiro libre de Forlán que daría en el palo. ¿Qué hacía si entraba y había alargues y penales? Pero es una emoción compartida, era un viaje colectivo. Mucha gente me gritaba "¡cómo van!". Me hace mucha gracia, estoy muy orgulloso de ese tipo de gestos espontáneos. Creo que con sinceridad se puede hacer cualquier cosa arriba de un escenario.

-Ahora vas a hacer dos noches en el Caupolicán. Cada vez son más personas las que te quieren ver en Chile...
-No me lo puedo creer, estoy encantado y quiero aprovechar de agradecerle al público chileno, porque es una cantidad de gente enorme la que entra allí. Es una alegría muy grande, me siento muy querido en Chile, muy bien tratado. Aparte de que éste es un show muy lindo, porque es más expansivo que los anteriores, con una banda grande: Tres metales, marimba, percusiones... Es un show hecho para ser tocado en un lugar como el Caupolicán, que es muy caliente. Allí se siente el calor de la gente.

-A algunos artistas les da un poco de vértigo, por esa sensación de que el público se les viene encima...
-A mí eso me encanta. La proximidad que tiene con la audiencia... Y además no suena mal, otros recintos así tienen sonidos extraños, pero aquí el público amortigua. A pesar de que el sonido es reverberante, es controlable. Siempre hemos sonado muy bien allí. Varios músicos de la banda son nuevos, y les vengo contando hace semanas: "Ya van a ver cuando lleguemos al Caupolicán, y escuchen el rugido del público. Ahí van a saber lo que es" (risas). Es cierto que da vertigo, pero es un vertigo disfrutable.

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