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Fénix

27 de Agosto de 2010 | 15:23 |
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La majadera comparación de "ya no es lo que era antes" debe ser algo que Lucybell ha enfrentado de forma reiterada a partir de su primer cisma, en el ya lejano 1999. Pese a los álbumes publicados, al éxito y a los recambios, ese fantasma ha parecido no dejar de aparecer cada tanto alrededor del grupo, ya sea por el hecho de reproducir una estética con nuevos nombres, o por los radicales giros en el sonido que marcaron su último lustro. De ello no se salvaron ni siquiera trabajos como Amanece (2000) o Comiendo fuego (2006), que a pesar de su factura y solidez parecían de todos modos en pugna con una respectiva causa interna: podía ser el compromiso con la propia reputación y expectativas de los fans, o con el quiebre y la adecuación al muy publicitado sonido de power trío.

Esa historia, sin embargo, parece quedar en el pasado con Fénix, un disco en el que el actual Lucybell muestra los matices de una nueva identidad, mezclando tradiciones, inquietudes y aspiraciones, pero no deudas. Con sus cuerpos más livianos que nunca, Claudio Valenzuela, Eduardo Caces y Cote Foncea, configuran un trabajo que simplemente fluye desde la apertura con "Empezar", un tema de lógica creciente que responde mejor que cualquier otro al concepto favorito del propio trío para definir el álbum: luminoso.

El tránsito continúa sin trabas prácticamente hasta el fin, y en él aparecen piezas cercanas al pop de estadio patentado por U2 y replicado por The Killers ("Sombras"), el saludo contemporáneo al viejo dark y a los sonidos industriales ("Nunca será fácil amar así"), además de la melancolía que el grupo ha transformado en sello histórico ("Yo perdí", "Te quiero ver"). El paso sólo se vuelve algo más ripioso en "Voy por ti", un tema que responde a la tradición más insípida en las baladas de Lucybell (la de "Hoy soñé"), pero que seguramente será bien apreciado por la facción filo-emo de seguidores que hoy tiene el trío (la frase "nunca he odiado a nadie tanto como a ti" va a quedar escrita en más de un cuaderno).

En 2000, The Cure publicitó su álbum Bloodflowers como el que configuraba una trilogía con los históricos Pornography (1982) y Disintegration (1989). Fénix podría hacer lo propio con Viajar (1996) y Amanece (2000), pero, al final, ésos son sólo datos referenciales para dar cuenta de una aproximación sonora. Más allá de aspectos puntuales —como las cuotas de distorsión o de detalles electrónicos—, este disco muestra a Lucybell como un grupo que, a casi veinte años de su inicio, vuelve a tener ganas de seguir construyéndose.

—Sebastián Cerda

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