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Brian Wilson reimagines Gershwin

03 de Septiembre de 2010 | 18:01 |
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Uno está vivo y el otro muerto, y el peso póstumo siempre equilibra la balanza a favor de la leyenda. Pero es probable que la historia ponga en alturas similares a George Gershwin y Brian Wilson, dos portentos de la canción estadounidense que, desde géneros y recursos diferentes, elevaron a la música popular a la categoría de gran arte, no tanto por su fusión con la gran orquesta sino por el cuidado puesto en las melodías, armonías y letras bajo su responsabilidad.

Las de Gershwin y las de Wilson (sobre todo el catálogo trabajado junto a los Beach Boys) son canciones casi siempre de amor y de apariencia simple, pero bajo las cuales subyacen intrincados ensamblajes e ideas. En tal sentido, es natural la atracción que el geniecillo de Pet sounds puede sentir por autor el de "Rapsody in blue", si bien esa complicidad creativa no redunde, necesariamente, en el mejor de los tributos.

El problema central con este disco no es el sonido ni los arreglos —¡muy por el contrario!— sino que las canciones de Gershwin ya nos han llegado antes en voces tanto mejores que las de Brian Wilson. "They can't take that away from me" es un tema que el oído asocia a Frank Sinatra o Ella Fitzgerald, tanto como "I loves you Porgy" nos recuerda a Nina Simone y "Someone to watch over me" a Chet Baker. Para qué hablar de "Summertime". ¿Qué puede hacer la limitada voz de Wilson a los 68 años frente a esas comparaciones sino palidecer?

Al no estar en el canto el gancho de atractivo, el disco descansa en el impecable trabajo de arreglos desarrollado junto a una orquesta sinfónica y ocho coristas (particularmente emotivo para el vuelo al que llevan "Rhapsody in blue"), y la rareza de tener dos canciones originalmente inconclusas que el ex Beach Boy ha "completado" sin la opinión de su autor. "The like in I love you" está guiada por complejas armonías vocales muy al estilo Smile y "Nothing but love" tiene el ritmo adherente que Wilson ha prodigado en sus últimos discos solistas.

En ambos desafíos, Wilson está a la altura de la responsabilidad autoimpuesta; y, al final, lo que se transmite no es sólo un disco hecho con perfeccionismo sino, también, con un profundo goce por la oportunidad asignada. Wilson, melómano generoso, tributa a uno de sus ídolos con el cuidado requerido, y es poco lo que puede salir mal desde la conjunción de talento y respeto.

—Marisol García

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