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LM

24 de Septiembre de 2010 | 23:05 |
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Hace años que Luis Miguel camina sobre seguro. Navegando solo en la capa más alta de la estratósfera latina, el mexicano es de los pocos que puede contar con la certeza de un éxito mayor, incluso antes de entrar a estudio o tener siquiera la idea de emprender una gira. Quizá eso lo haya llevado a desarrollar los últimos dos tercios de su carrera prácticamente a base de standars, y su reciente disco, LM, no escapa a ello.


El álbum forma parte de un auténtico continuo en la trayectoria del cantante, quien vuelve a combinar la fórmula de baladas y boleros de manual, junto a piezas de un funk blanco e inofensivo. Entre estas últimas está el ya difundido single "Labios de miel", tema que aspira a una sensualidad playera que encuentra a cuentagotas, tal como la galantería que filtra "Mujer de fuego". Canciones como "No existen límites", en tanto, se ubican como un típico bolero de restorán, parte de una cortina a la que el propio mexicano ha aportado decenas de segmentos, y en la que la individualidad se pierde en medio del lugar común.


Hay inversión en LM, cómo no. Buenos estudios, sesiones de instrumentistas, sonido pulcro, recarga de arreglos y el canto infalible de uno de los mejores intérpretes del continente. Pero todo eso puede volverse incluso en contra cuando se trata de una propuesta que hace rato renunció a cualquier posibilidad de innovación, para entregarse a las cómodas aguas de un rentable estancamiento.


Luis Miguel podrá seguir ganando fans como hasta ahora, de la mano de su reputación, su estampa y del efecto reflejo que provocan sus viejas seguidoras. Es el galán de referencia, el ídolo instalado, atributos que cualquiera se quisiera, pero que si no cuentan con una adición de sustancia, ponen al mexicano en riesgo de transformarse, a sus 40 años, en el dinosaurio más joven de la música latina.

—Sebastián Cerda