El show de Green Day estuvo lejos de ser sólo un concierto musical.
Paula Farías, El MercurioComentario: Sólo por diversión
SANTIAGO.- "Esto no es una fiesta, esto es una celebración", dice Billie Joe Armstrong antes de ponerse a cantar "Letterbomb". La frase bien resume lo que efectivamente Green Day se empeñó en desarrollar durante su segunda visita a Chile, ahora ante cerca de 20 mil personas que esta noche llegaron hasta el estadio Bicentenario de La Florida.
Porque una liturgia descabellada y sin límites fue lo que armó el grupo norteamericano, con Armstrong como gran maestro de ceremonia. Como si no bastara con el estímulo de más de 30 frenéticas canciones y un arsenal de bombas de ruido, humo, pirotecnia, llamaradas y papel picado, el trío se valió de cualquier recurso para transformar su concierto en una juerga personal abierta al público.
Tras la apertura con el binomio que conforman "Song of the century" y "21st century breakdown", Arsmtrong, Tré Cool y Mike Dirnt, alternaron éxitos como "Know your enemy", "Holiday" y "Basket case" con cuanta jugarreta puede existir en vivo: disparar poleras, lanzar agua, vestirse de mujer, permitir que suba al escenario prácticamente quien quisiera, hacer cara pálida, revolcarse por el suelo y hasta dejar que una fanática toque la guitarra para luego regalarle el instrumento.
Y aunque esos recursos, junto al histrionismo, hiperactividad y sentido lúdico de su líder podrían bastar para encender audiencias, Green Day siempre los mantuvo bajo el imperio de un repertorio generoso que les ha permitido ser la banda sonora de varias generaciones de adolescentes, que es lo que estos cuarentones finalmente también son.