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Ingrid Betancourt revela su calvario de siete años como prisionera de las FARC

En "No hay silencio que no termine" —una de las novedades en los estantes de la Feria del Libro—, la ex candidata presidencial describe con detalle la crueldad de esta guerrilla colombiana.

04 de Noviembre de 2010 | 17:31 | Por Alberto Rojas, Emol
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''No hay silencio que no termine'' ya está en tiendas y en la Feria del Libro. Su valor promedio es $16.900.

Reuters

SANTIAGO.- "Yo le había dado la mano a Marulanda, al Mono Jojoy, a Raúl Reyes y a Joaquín Gómez —la última vez, sólo dos semanas antes— y eso me hizo creer que había un clima de diálogo entre nosotros, y que yo estaba de alguna manera cubierta contra sus acciones terroristas. Habíamos hablado de política durante muchas horas, habíamos compartido la comida en torno a una mesa. No lograba concebir que, de la noche a la mañana, esas personas afables hubieran tomado la determinación de secuestrarnos".

Así recuerda Ingrid Betancourt su decepción y angustia tras ser capturada por las FARC el 23 de febrero de 2002. Uno de los miles de recuerdos que la entonces senadora y candidata presidencial por su partido, Oxígeno Verde, reconstruye en "No hay silencio que no termine" (Aguilar, $16.900), libro que sin duda es una de las "cartas fuertes" de esta 30ª Feria del Libro de Santiago (FILSA).

A lo largo de 710 páginas, Betancourt describe con detalle una experiencia que alterna el dolor con la esperanza. Y aprovecha de entregar su versión de hechos que hasta hoy son objeto de debate, como su fatídico viaje a San Vicente, entonces una zona controlada por las FARC.

En el capítulo "La captura", Betancourt explica que en el aeropuerto de Florencia, desde donde pretendía viajar en helicóptero hasta San Vicente, recibe la confirmación de que su escolta no la puede acompañar: "(El capitán) me explicó que acababa de pasar 20 minutos hablando por teléfono con Bogotá; lo había intentado todo, pero la orden venía 'de arriba'. Le pregunté qué quería decir con eso. Él suspiró pesadamente y soltó: De la Presidencia, doctora".

"Todo había sido orquestado para impedir mi llegada a San Vicente. Sin duda, el Presidente (Andrés Pastrana) debía de temer que mi presencia en San Vicente le resultara contraproducente", escribe Betancourt.

Ante ese escenario, lejos de cancelar su viaje, ella decide ir por tierra. Y en ese momento es capturada junto con Clara Rojas —su compañera de campaña— por un grupo de guerrilleros que incluso no la reconoce en un primer momento. Pero a partir de ese instante comienza una odisea que parece no tener fin, cambiando de captores y campamentos permanentemente. Y a medida que se internan en la selva, el trato amable de las FARC es reemplazado por insultos y golpes.

Un ejemplo de ello es el castigo que recibe por haber logrado fugarse en una ocasión: "Se me abalanzó y me dio un golpe seco en el cráneo con la cadena. Caí de rodillas. El mundo me daba vuelta (...) Cuando finalmente logré sentarme, tenía la cadena alrededor del cuello y el tipo me halaba dando tirones para obligarme a seguirlo".

Asimismo, en las páginas de este libro el lector descubre el difícil día a día en lo profundo de la selva colombiana y los peligros que viven en ella, como las enormes hormigas congas: "Ya me habían picado una vez y mi brazo había cuadruplicado su tamaño en 48 horas de dolor. Supliqué me dieran permiso para armar mi carpa en otra parte, pero Gafas (uno de los carceleros) fue inflexible".

También quedan retratados otros momentos que marcan su cautiverio: el distanciamiento con Clara Rojas, cuando accidentalmente descubre que su padre ha fallecido, la tensa relación con los prisioneros estadounidenses, la alegría de escuchar por radio a su hija o su frustrada fuga junto al senador Luis Eladio Pérez, entre muchos otros.

Y ciertamente, cómo vivió la Operación Jaque, que logró su liberación y la del resto de sus compañeros en 2009, tras engañar a los guerrilleros que la custodiaban: "No vi nada salvo la lucha, ganada de antemano por esos gigantes, contra el hombre que tanto odiaba. Vi al coloso lanzar su gorro al aire y gritar con todas sus fuerzas: ¡Somos el Ejército de Colombia! ¡Están Libres!".