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Sin el piloto automático

El grupo de la escosesa Glasgow desmotró por qué son una banda singular en el mundo del pop. Más allá del indie, Belle & Sebastian figuran hoy como la última experiencia de una banda de culto. Con esa categoría arrasaron en su debut en Santiago.

15 de Noviembre de 2010 | 14:43 |
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Belle et Sebastian en su estreno en Chile.

Paula Farías
Intentaron disimularlo hablando de sexo oral en sus canciones. Metiendo guitarras glam o teclados ochenteros.Declarando que también eran malvados, borrachines y con ganas de ser masivos. Asegurando que detestaban todo el twee y jangle pop ochentero con que los asocian. Pero todos los intentos de Belle and Sebastian por ser una banda ruda, se deshacen al verlos en vivo. O, precisamente los convierten en lo que son: la última banda de culto.

Desde "I didn´t see it coming" la apertura (que abre también su flamante disco Write about love) hasta el cierre con "Another sunny day", el debut de los escoceses en Santiago bastante "distinto" a un show de rock convencional. Primero, la actitud bailarina de Stuart Murdoch (cantante y director de la banda) que hizo que el público fuera imitándole sus pasos aprendidos del northern soul. Segundo, los excelentes arreglos de vientos, cuerdas, guitarras eléctricas, voces y percusiones. Lo que se conoce como pop de cámara, que sostienen canciones tan enormes como "The stars of track and field", la sublime "Fox in the snow" o "If you find yourself caught in love". Tercero, la actitud de los músicos que tocaron sin piloto automático, frases cliché ni divismos.

Si bien el recital por momentos, se cargó a algunas canciones "menores" como "Sukie in the graveyard"  (inexplicable las ausencias de "Funny little frog" o "The state i am in") también hubo rescates como la extraordinaria "There´s too much in love" o las geniales guitarras gemelas de "I´m a cuckoo". También destacó el guitarrista y segundo cantante del grupo Stevie Jackson, que, a diferencia del líder se mantuvo entre la concentración o los gestos a lo "guitar hero".

Claro que hubo histeria, declaraciones de amor a Murdoch o Sarah Martin, murmullos demasiado altos, comentarios maliciosos sobre la "nueva melomanía pelo lais" (tal como se habla de la nueva derecha) a propósito de las niñas que subieron al escenario a bailar. Pero lo más destacable es que al fin hubo un show donde las canciones eran lo más importante. No por nada al final hubo un aplauso mutuo entre músicos y público. Como dijo un asistente: esto es como Glee pero en versión indie. Exactamente.
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