Penélope y Ulises, en una escena del nuevo montaje teatral.
EFELONDRES.- En la producción teatral "El retorno de Ulises", el famoso héroe homérico no vuelve de la guerra de Troya, sino de una larga misión en Irak.
La trasposición al momento actual de la famosa ópera del italiano Claudio Monteverdi (1567-1643) fue ideada por el director australiano Benedict Andrews, quien la ha estrenado en el Young Vic londinense.
En el montaje, se abarcan temas como la fragilidad humana, la fortuna o el amor. Estos tópicos son abordados con ayuda de una de las fotos que mostraban los abusos cometidos por los soldados estadounidenses contra los presos iraquíes.
Y la Ítaca a la que regresa Ulises no es tampoco la pequeña isla del mar Jónico de tiempos de Homero sino un modernísimo apartamento que podría estar en Nueva York, Berlín o cualquier ciudad de Occidente y cuyas paredes y techo de cristal encierran cocina, dormitorio, cuarto de baño y salón de estar con un aparato de televisión continuamente funcionando.
Dos pantallas situadas a ambos lados en la parte superior de la escena proyectan bien escenas de ataques nocturnos con misiles crucero que iluminan un cielo que podría ser el de Bagdad, bien primeros planos de los personajes del drama, especialmente el rostro de Penélope, la fiel esposa que, acosada por un grupo de pretendientes, espera angustiada el regreso de su marido.
Los actores están vestidos con ropa actual - los pretendientes, todos ellos con traje gris y corbata- mientras que Ulises hace su aparición enfundado en el uniforme de alguno de los ejércitos aliados en la guerra de Irak o Afganistán y que luego cambia por una manta de mendicante, lo que le vuelve irreconocible para todos, incluso para su propia esposa.
Las experiencias de la guerra y de su posterior odisea han creado en Ulises un pozo de violencia que termina estallando al final cuando, tras resultar victorioso en la prueba de tensar el arco al que Penélope somete a todos sus pretendientes, comienza a disparar a sangre fría con su arma de fuego contra todos los que le rodean en una orgía de sangre que parece sacada de una película de Quentin Tarantino.
La tensión de la ópera está en la agonía de la larga espera de Penélope y su negativa a reconocer que ese peregrino que llega andrajoso a las puertas de su casa es el mismo hombre que la dejó veinte años antes, tensión sólo resuelta con ese estallido de violencia y el mutuo reconocimiento final de los esposos.
El fuerte contraste entre la modernidad de la acción y el decorado y la música de ese compositor que marca la transición de la polifonía renacentista al barroco, excelentemente interpretada por trece miembros de la orquesta de la English National Opera, no funcionaría sin la excelente puesta en escena de Benedict Andrews.