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Believe

El canadiense busca estirar el fenómeno con un trabajo que se pasea entre el dance recargado y el r&b de factoría, y en el que la frescura de la partida parece extraviada en la búsqueda de rentabilidad.

27 de Junio de 2012 | 13:27 |
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Pasado el tiempo y asentada la perspectiva que éste da, ya podemos ir conviniendo en algunas cosas: La época del corazoncito en las manos y la Bieber fever de verdad bordeó la saturación, no es tan exagerado decir que "Baby" llegó a salir hasta en la sopa, y no hay que ser muy ducho para asumir que Justin Bieber fue obviamente impulsado como un producto del momento. Hoy, luego de un par de años del fenómeno y extirpando la altanería cultural con que muchos suelen mirar a los artistas adolescentes, el cantante puede seguir siendo materia de disgusto estético para los que no sean de su target, pero también hay otra lectura que se puede hacer: My world y My world 2.0 lograron ofrecer cuotas de frescura para su momento, luego de que el canadiense simplemente usara el casillero disponible que se le atravesó en el pop juvenil de fines de la década pasada.

Sin embargo, buena parte de ese recorrido se deshace ahora con Believe, disco con que el novio de Selena Gomez (o, en rigor, su entorno de manejadores) parece más empeñado en exprimir sus quince minutos que en intentar una proyección. La firma de Bieber está tras varios de los cortes, pero la novedad parece absolutamente extraviada en un influjo dance tosco y añejo, al borde del sonido de gimnasio en los temas más acelerados, mientras que una aspiración futurista olvidada en los 90 parece tomarse a aquellos que juegan un poco más con los tiempos.

Eso en una vereda. En la otra, es el r&b modernista de factoría el que gobierna a la placa, en una relectura plastificada de los viejos sonidos negros que impusieran figuras como su idolatrado Michael Jackson. Entre esos temas, "Die in your arms" bien ejemplifica los principios de Believe, con un insólito ejército de once autores en los créditos. Y aunque en el papel esos nombres reunidos pueden abrir una ventana hacia toda perfección que sea posible, también lo hacen hacia el más absoluto extravío. Es lo que pudo haber ocurrido con Justin Bieber, un chico que logró avanzar en su cuestionado rubro gracias a las vetas de su materia prima, pero que esta vez sólo consigue regresar al montón.

—Sebastián Cerda

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