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The Cure hipnotizó a 50 mil personas con un cargamento de éxitos

En un extenso concierto de más de tres horas de duración, el grupo recreó con fidelidad su repertorio histórico, con espacio para prácticamente todos sus éxitos. Los fans de todas sus épocas pudieron irse satisfechos.

15 de Abril de 2013 | 10:53 | Por Sebastián Cerda, Emol
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"Nos vemos de nuevo", dijo Smith en la despedida, a su manera.

EFE

SANTIAGO.- Fue una de las esperas más largas en nuestra historia de grandes conciertos; una que, aunque acotada en el tiempo, ya ha visto pasar a la mayor parte de los nombres que por aquí se anhelaban. Sin embargo, aún faltaban algunos, pocos, aunque tal vez ninguno tan ansiado por su fiel comunidad de fans locales como The Cure.

La deuda puede tasarse en cerca de 28 años, cuando el grupo comenzó a ser popular en nuestro país; en 26, cuando la banda vino a Argentina y ni pensó en cruzar a Chile; o en 24, cuando en el mismo Estadio Nacional nos enteramos de que aquí también podíamos acoger grandes conciertos. Pero ese cálculo ya perdió importancia, porque haya sido cual haya sido el tamaño para cada fan, esa deuda hoy los británicos la pagaron con creces, al alero de una extensa presentación que pasó por todas sus etapas, y en la que prácticamente no quedó un hit fuera.

Ante más de 50 mil personas que casi repletaron el recinto de Ñuñoa, Robert Smith y compañía desplegaron un repertorio de nada menos que 42 canciones, en un concierto de tres horas y media de duración, que incluyó éxitos del tamaño de "Friday I'm in love", pero también piezas extraídas desde lo profundo de viejos discos, para el gustito de los seguidores más afanados (como "Bananafishbones" y "Dressing Up", del álbum de 1984 The Top).

La apertura fue a las 21:00 horas con un tema de Wish (1992) pensado para la instancia, "Open", portador de un groove ideal para despegues, pero algo ausente en el mapa habitual de un seguidor promedio. Sin embargo, ya en el segundo corte la integración fue total, de la mano del primer éxito que diera ese mismo álbum (el más tocado de la noche, con siete temas), el colorido "High".

A partir de entonces, la sucesión fue para todos los gustos, con un primer momento de energía en corriente en la luminosa trilogía amarrada con "Push", "In between days" y "Just like heaven", que tuvo su contraparte en otros momentos de mayor oscuridad, como el continuo de Disintegration (1989) armado con "Pictures of you", "Fascination street" y "Lullaby".

Esta última fue una de las canciones en que Smith se permitió lucir más suelto, hasta regalar algo de esa teatralidad entre bufonesca y siniestra que patentó en los años 80. De este modo, dejó que su guitarra (en la que se leía la leyenda "citizens not subjects") simplemente colgara de su cuello, para luego entregarse al relato de esa historia en la que un hombre araña llega a comerse a su víctima.

Porque los momentos en que el cerebro y figura insigne de la banda se largó a interactuar con el público fueron contados en estas tres horas. La primera vez que dijo "gracias" fue recién tras la decimocuarta canción ("A forest"), mientras que en la anterior apenas devolvió una mirada cómplice a la audiencia, cuando parte de ésta coreó la introducción de "Play for today". Luego, intentaría preguntar qué tocar en el bis, confesaría sentirse cómodo y a gusto, y pediría a los de las primeras filas que dejaran de fumar marihuana.

El resto del tiempo, una auténtica máquina de canciones completada por el eterno Simon Gallup, junto al baterista Jason Cooper, el tecladista Roger O'Donnell, y el recién integrado guitarrista Reeves Gabrels. Este último ya había estado en Chile junto a David Bowie en 1997, ocasión en la que hizo gala de su solvencia y habilidad en la descarga de voltios. Ahora, en cambio, se vio algo más contenido, apenas apoyando en las cuerdas a Smith, con la sola excepción de "Wrong number".

Porque la apuesta de The Cure en vivo va por la recreación de los temas con cuanta fidelidad al primer registro sea posible. No hay demasiada cabida para arreglos especiales, ni tampoco para situaciones anexas a la música. No hay emoción de pisar suelo chileno ni frases hechas que se le parezcan.

En el ambiente, en tanto, tampoco hay espacio para analizar la adecuación del momento de la visita, ni desmembrar el presente de un grupo de todos modos fiel y digno ante su historia. Sólo están estas canciones, de todas las épocas y en altas dosis, para salir al paso de un apetito que aquí se agigantó por años, pero que esta noche de domingo por fin se pudo saciar.

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