Después de haber publicado CDs de grupos y músicos de nombres como Termita, Yndigo, Zuecokimonomagnético, Lamina6, Vazo, Matorral, Amongelatina, Leo Quinteros y Sónica entre 2002 y 2004, un nuevo sello chileno llamado Cápsula dio un giro en ese último año al probar que una disquera independiente podía hacer algo más que lanzar discos: podía lanzar libros.
"Se oyen los pasos" (2004) fue el libro que el periodista y músico Gonzalo Planet estrenó entonces por esa vía, con un registro de la historia del rock chileno entre 1964 y 1973, época que corresponde a la de rockeros como Los Mac's, Los Jockers, Los Vidrios Quebrados, Beat 4, Aguaturbia, Blops, Congreso, Los Jaivas y otros.
Planet, quien ya para entonces era además bajista de Matorral, un grupo iniciado en 2000 y vigente hasta hoy, sumaba de esta forma su trabajo a varias publicaciones previas sobre el asunto pertenecientes a dos autores: Fabio Salas, con "Utopía. Antología lírica del rock chileno" (1993) además de "El grito del amor. Una historia temática del rock" (1987, reeditado en 1998) y "El rock. Su historia, autores y estilos" (2003), y Tito Escárate, con "Frutos del país. Historia del rock chileno" (1993) y el volumen de entrevistas "Canción telepática. Rock en Chile" (1999).
En "Se oyen los pasos", cuyo título es una cita a la más reconocida canción de Los Vidrios Quebrados ("We can hear the steps") constan entrevistas con decenas de músicos y otras fuentes, además de la consulta a la prensa de la época, una galería de cien fotografías y anexos con letras de canciones y discografías, para reconstruir la historia de esos años tempranos del rock en Chile, en particular desde el movimiento beat y la psicodelia de los años '60 al folk rock activo hasta 1973, según los límites que plantea el autor, enunciados en el subtítulo del libro.
Pero algo estaba pendiente. Pese a haber sido editado por un sello disquero, al libro le faltaba justo eso: un disco que permitiera escuchar la música documentada en esas páginas. La paradoja queda resuelta ahora, cuando casi una década después de esa primera edición, Planet cierra este año con un relanzamiento de "Se oyen los pasos", que esta vez sí incluye un CD con catorce canciones de Los Vidrios Quebrados, Los Larks, Los Mac's, Los Jockers, Beat 4, The Vip's (nombre alternativo de Los Picapiedras), The Apparition, Aguaturbia, Embrujo, Blops, Frutos del País, Congregación, En Busca del Tiempo Perdido y Los Jaivas, de la mano de la cual vuelve a poner en circulación su libro.
De algún modo despreciados
-El impulso para hacer el libro en ese momento fue que no existía mucho material sobre el tema -dice el autor acerca de la primera edición-. Veía que había libros en otros países sobre historia del rock y sentía que aquí era necesario que otra voz contara estas cosas, desde otro enfoque. Pensé en hacer algo muy periodístico, con mucha cuña. Que los músicos de alguna manera contaran la historia mientras yo contextualizaba.
-¿Por qué hiciste esa delimitación entre 1964 y 1973?
-Me parecía importante 1964 para esta historia porque es la explosión global de los Beatles, y sentía que ése fue un impulso muy grande para que esa generación hiciera una música distinta a la de la Nueva Ola, que entre paréntesis dejarla fuera del libro tenía que ver justamente con abocarse sólo a esa generación posterior, de la que no había tanta información. La Nueva Ola estaba en la memoria colectiva, aunque no existiera un libro propiamente tal sobre ella. Y sentía que estas bandas como Los Vidrios Quebrados marcaban un quiebre: no eran una continuación. Que tiene que ver con asumir la música rock como un estilo de vida, como una visión de mundo, que siento que no es lo que sucede con la generación anterior.
-¿Esa generación anterior tenía más que ver con el espectáculo?
-Sí, y me parece muy importante, en relación con la industria, pero sentía que estas otras bandas tenían este una especie de línea editorial o concepto distintos. Y llega hasta el año '73 porque ahí también hay un quiebre. Y también uno ve una especie de línea de tiempo entre el '64 y el '73, entre las bandas que comienzan un poco más imitativas de la invasión británica, que de repente logran desarrollar un lenguaje más propio, se conectan con cosas más chilenas también, y logran ser un rock verdaderamente chileno hasta el año '73, que es lo que pasa con Los Jaivas o bandas que estaban desarrollándose como los mismos En Busca del Tiempo Perdido. Siento que ahí hay un quiebre, absolutamente.
-¿Alcanzas a llegar a Tumulto, que es justo antes del '73?
-Alcanza a aparecer.
-¿Y en esa línea de tiempo qué lugar tiene Tumulto, dirías tú? ¿Es una ramificación de algo previo, es otra cosa?
-Yo creo que Tumulto en ese momento era como el inicio de otra cosa, un rock centrado en la música anglosajona más que vinculado con las raíces chilenas.
-¿En ese sentido habría sido un "volver atrás", hacia los grupos que eran más imitadores?
-Yo creo que sí, creo que fue una especie de inicio del resto de la década de los '70, muy ligado a influencias como Deep Purple o el primer disco (de Tumulto), que es como Santana. Después se va para otro lado, más hacia el hard rock.
-¿Hay otras bandas afines en esa época, como Aguaturbia, Escombros o Los Amigos de María, que coinciden en ese sonido más pesado?
-Claro, Escombros era más rock, más duro, muy anglosajón. Y Amigos de María tiene una historia bien particular, que parte en una banda de baladas, Los Diferentes, muy pop, y después se van al rock con ese primer disco que se llama Rock (1973), y donde el primer tema, que es el único original, es una cosa súper larga. Y Aguaturbia es anterior. Creo que entre el '70 y el '73 empieza a ramificarse este primer rock chileno. No es sólo como los primeros años del '64 al '69, que es muy beat y no sale de ahí. Desde el '69 al '73 hay más expresiones, está por ejemplo el hard rock de Aguaturbia, pero están Congreso o los mismos Jaivas y los Blops.
-¿Dirías que ya en la época de la Unidad Popular esos grupos de rock pesado son más minoritarios?
-Al principio pensaba que eran una minoría, pero viendo algunas revistas y diarios de la época aparece un show de Escombros en 1972, si no me equivoco, en el Estadio Chile, lleno y con gente afuera. Entonces era un grupo quizás no tan masivo, underground, pero que movía masas. También hay que recordar que en esa época, para la vanguardia intelectual de izquierda, de la UP, todos estos grupos se salen de eso, son de algún modo despreciados por la prensa más oficialista, aparecen en la prensa solamente para reírse de ellos o hablar de las drogas. Entonces creo que muchos logros que pueden haber tenido esas bandas no están tan consignados.
Una especie de embrujo
-Sobre la época previa, ¿cuáles dirías que son algunos grupos destacables de ese período, del '64 al '69?
-Los Vidrios Quebrados absolutamente. Grabaron un disco de puras canciones originales que siento que ha resistido el paso del tiempo.
-¿Los Mac's con Kaleidoscope men también?
-También, pero, aunque todas esas bandas tienen sus referentes claros, en Kaleidoscope men es muy claro: es muy Sargent Pepper's (el disco de los Beatles de 1967). Pero hay un trabajo muy grande de Los Mac's, que tiene que ver con técnicas de estudio de grabación en ese disco. Porque la norma en esa época era grabar los discos muy rápido, en un solo día, en unas horas. Y Los Mac's convencen a los ejecutivos del sello de que les den un mes, tratando de superponer grabaciones en un momento en que es muy difícil.
"(El disco de) Los Vidrios Quebrados está grabado prácticamente en vivo: se grabó la música y luego las voces, es la única superposición que hay", continúa. "Pero Los Mac's logran superponer muchas voces, guitarras en reversa, teclados, un cuarteto de cuerdas, efectos de sonido, el sample de Bob Dylan (un fragmento de la voz de Dylan incluido en la canción "Dear friend Bob"). El sample de Bob Dylan por ejemplo me parece bien pionero y único".
-Los Beat 4 también son importantes, por el hecho de cantar en castellano. También tienen un disco muy interesante, Había una vez (1968), el último que hacen con el nombre de Beat 4, y es medio conceptual, con efectos de sonido. Y Los Jockers me parecen importantes. Los Jockers prueban que el rock es mucho más que la música, que el sonido: es la imagen, la actitud. Ahora que han pasado nueve años desde que publiqué el libro tengo una visión mucho más crítica de esa generación, aunque igual me parece y valorable. Pero cuando escribí el libro estaba…
-… bajo una especie de deslumbramiento…
-… de embrujo. Si lo hubiera escrito ahora habría sido distinto. Pero en retrospectiva me parece súper bien que quede escrito con esa mirada.
-¿Era una complicidad con el asunto sobre el que escribías?
-Absolutamente, un entusiasmo. El libro transmite una admiración, una pasión, que siento que le da un carácter.
-¿De dónde venía ese entusiasmo mayor que el que puedes tener ahora?
-Creo que sucedió porque estaba en una época de descubrimiento de muchas cosas, en los primeros años de universidad, debo haber tenido veintidós años y este descubrimiento para mí era muy estimulante. Y todas las cosas que contaban los músicos eran una manera de descubrir un Chile que obviamente no viví, pero del que además nunca había escuchado ni me imaginé que existía.
-¿Crees que eso remite a un tema sobre la credibilidad de los testimonios, por el hecho de que sean memorias personales de los entrevistados, y por lo tanto subjetivas?
-Sí, pero siento que eso no quita valor a los relatos. Hay músicos a quienes les encanta agrandar las cosas, o a veces por el contrario me encontré con músicos que no estaban para nada involucrados, no se acordaban de casi nada y tenían poco cariño por lo que habían hecho.
-¿Tal vez los testimonios refieren una realidad en sí mismos, más allá de la verosimilitud? ¿Tienen un significado, hablan por último de los horizontes de un rockero chileno de la época?
-Absolutamente. Son como una visión de mundo. Eso es algo que empecé a reflexionar más tarde, y que en ese momento resolví asumiendo que las voces de los protagonistas son responsables de su testimonio.
Mitología o precariedad
No sólo testimonios de músicos aparecen en el libro. Planet también entrevistó a personas como el productor musical Camilo Fernández o a los entonces estudiantes que organizaron el festival Piedra Roja en 1970. "Me interesaba mucho contextualizar con rigurosidad la escena de la época, con la industria del disco, la prensa, historias paralelas como Piedra Roja", dice.
-¿Cómo llegaste a los organizadores del festival, que eran unos colegiales de la época? ¿Rosselot era el apellido de uno de ellos?
-Jorge Gómez. El dueño del terreno era Rosselot. Claro, hice un rastreo enorme, fotocopiando todos los microfilms posibles en la Biblioteca Nacional. Entonces llegaba derechamente a muchos nombres por esa prensa de la época y buscando en la guía de teléfonos.
-¿Buscando a un Gómez en la guía de teléfonos? ¿Cuántos Jorge Gómez debe haber en la guía?
-Bueno, obviamente pasé por rechazos y equivocaciones, pero a mucha gente la encontré por la guía de teléfonos, en una época en la que no existía Facebook. Mucha gente no tenía correo electrónico.
-A propósito de eso, ¿crees que es una desventaja no haber estado ahí en ese momento? ¿Hay un grado de pérdida en no haber asistido a esos hechos y acceder a ellos por fuentes indirectas, testimonios, la prensa? ¿No sería necesario que libros como éstos ya estuvieran escritos por la gente que estuvo ahí?
-Para nada. Creo que es otra manera de enfrentar la investigación. Si no fuera así no existirían libros sobre la Revolución Francesa. No me parece un problema. Simplemente no tengo la opción de tener otra visión sobre lo que estoy investigando.
-Pero, dicho de otra forma, tú estás familiarizado por ejemplo con el rock chileno del año 2000 en adelante: con Matorral viviste esos conciertos, palpaste ese ambiente, sabes cómo fue tocar en cada uno de esos bares. Comparado con esa experiencia vital, ¿no es más pobre el conocimiento que uno pueda tener de una época que no vivió?
-Es cierto, pero no creo que sea una gran desventaja. Y de hecho en el caso particular de esta investigación tal vez hubiera sido mejor no vivirlo. Porque el paso del tiempo también genera una mitología. Y hubiera sido testigo de todas las precariedades. Si con Matorral hubiéramos sido una banda de la época, tal vez no habríamos podido grabar un disco como muchas bandas que no pudieron grabar, porque hacemos canciones propias.
-No te hubiera gustado porque era más difícil como músico, ¿pero sí te hubiera gustado para presenciarlo? ¿O tampoco?
-Tengo mis dudas. No sé si me hubiera gustado ver a Los Vidrios Quebrados sonando súper mal adentro de la piscina de un colegio.
-¿Pero justamente habría sido bueno ver esa precariedad para desactivar esa mitología que dices?
-Es que creo que para estos músicos muchas cosas deben haber sido frustrantes. Discos como Fictions en ese contexto me parecen un milagro. Con todo eso en contra. Si con suerte podías ensayar, si tenías que hacerte tus guitarras porque era carísimo traer guitarras de otros países. Pero también lo habitual es decir "me hubiera encantado estar ahí y ver cómo se grabaron esos discos".
Rebeldía o burguesía
-Recién contabas que no quisiste modificar ni intervenir el libro para cambiar tu punto de vista. ¿Por qué?
-Porque siento que hay un paralelo interesante entre la inocencia y el descubrimiento que tenía esa generación y las que yo tenía al escribir el libro. Pero, pese a todo eso, siento que el libro es súper riguroso, traté de contextualizar lo más posible, dejando ciertas libertades a la interpretación del lector. Me interesaba mucho no establecer supuestas verdades.
-¿En qué se nota esa inocencia de la época? Al mismo tiempo estos músicos estaban experimentando con drogas, por ejemplo, o sus aspectos eran provocadores para la sociedad de ese tiempo…
-Todo depende del punto de vista, de cómo uno analiza las acciones. Una cosa que ahora critico un poco a esa generación es que pienso que no fue tan comprometida con lo que estaba pasando en Chile en ese momento. No necesariamente porque tuvieran que hacer rock político, pero sí estaban muy ajenos a cambios enormes, que después llevaron a lo que pasó el '73, que definió cómo estamos viviendo ahora acá sentados en este café. Entonces que ellos estuvieran tan afuera de eso es algo que ahora me hace ruido.
-¿Puede haber sido una forma de escapismo o casi de imperialismo, como era la crítica que recibían en ese tiempo?
-Por supuesto. Depende del punto de vista, pero eso es lo que pasó a las bandas en la época.
-Dos preguntas relacionadas con eso, entonces: sobre la identidad y sobre el compromiso. ¿Decías que los grupos que partieron imitando la música extranjera en los años '60 no fueron tan chilenos en ese sentido? ¿Según eso un grupo que canta en inglés es menos chileno que uno que canta en castellano, aunque por el carnet sean todos chilenos?
-No necesariamente -se ríe-, porque por ejemplo en Los Vidrios Quebrados, que sólo cantaban en inglés, veo sus letras y también hablan de quiénes eran ellos en esa época. ¿Quiénes eran? Los hijos de la élite, hablan de Oscar Wilde en vez de Blest Gana, tal vez, para hacer un paralelo. En ese sentido igual me parece que son chilenos.
-¿Pero es un requisito hablar de algo que tiene que ver con Chile para que un grupo sea chileno? Un buen ejemplo es el de Los Jockers. ¿Ellos serían menos chilenos que los Beat 4 por cantar en inglés y hacer covers de "Satisfaction"?
-No creo. Creo que ahí todos están en la misma nebulosa. Tal vez tiene que ver con una inquietud que tenían algunos, de acercarse a cierta tradición o patrimonio chileno e integrarlo en su música.
-Llevando esa cuestión más al extremo, ¿tal vez tu música sería menos chilena que la de un conjunto de proyección folclórica, por ejemplo, porque tocas en una banda de rock?
-No creo. Creo que al final somos todos chilenos, pero algunos tienen esa inquietud de integrar ese patrimonio chileno en sus obras, cierta tradición, y otros no. No creo que eso haga más chilenos a unos que a otros. Es sólo su aproximación al trabajo. Y tampoco hago una valoración, de que Los Jaivas sean mejores que los Vidrios Quebrados por eso. Pero creo que la diferencia tiene que ver con cierto… no sé si "rescate" es la palabra, pero tal vez una integración de ciertos elementos que son reconocibles de la tradición en sus obras.
-Pero, para seguir con esa pregunta, ¿qué es lo chileno en Los Jaivas, por ejemplo? Tocar congas es caribeño, tocar charango es del altiplano…
-Bueno, ellos en particular usan algunos elementos mapuches, como las trutrukas.
-¿Pero si hiláramos más fino podríamos concluir que lo mapuche tampoco es chileno sino mapuche?
-Claro. Es que aquí vamos a otro tema, que me parece que le pasó a mucha gente de mi generación, del año 2000 al 2010, que es la obsesión por saber qué es ser chileno. Que es algo que también tiene mucho que ver con mi impulso para escribir el libro. Sentía que tenía que haber un registro de cómo fue ser chileno en esa época en una banda de rock, que es lo que me molestaba de las bandas de mi generación, los que eran extremadamente anglosajones.
-¿Cuáles?
-Tsunamis, Guiso, tantos… Puede ser un elemento un poco cosmético, porque nadie deja de ser chileno, y lo que cantaba Guiso es muy urbano del Chile de ese entonces. No es necesario tocar en seis octavos (compás que remite a ciertos ritmos del folclor). Pero yo sentía que con Matorral, particularmente en los primeros discos, era una declaración de principios tocar esos ritmos en seis octavos, que aunque no sean estrictamente chilenos, tu imaginario te lleva a pensar en Chile. Sentía que eso era también un mensaje, algo que se podría haber desarrollado mucho más. En el primer EP de Matorral, Antejardín (2003), había algunos temas como "Porvenir" que sonaban mucho a esa chilenidad, por decirlo entre comillas. Y unos pocos años después eso no era tan inédito, porque aparece por ejemplo Gepe en 2005 y un montón de otras bandas.
-Y ahora para qué hablar, con las generaciones de cantantes con guitarras acústicas que han venido. Por ejemplo Nano Stern partió como bajista de Matorral, de hecho.
-Y ahora ese sonido está más o menos instalado. Pero yo sentía que se podría haber desarrollado un poco más en esos años.
-Sólo para cerrar ese tema me pregunto si Tumulto es menos chileno por hacer un cover de Deep Purple, el en '74, con toque de queda militar, en La Jaula del Pueblito del Parque O'Higgins. Una banda de barrio de la Gran Avenida cantando en inglés y con una guitarra posiblemente hechiza.
-Exactamente. Yo creo que es muy chileno. Son distintas maneras de revelar esa chilenidad, tal vez algunas más conscientes y otras más inconscientes, como en el gesto de Tumulto tocando a Deep Purple.
-Y sobre lo que mencionabas de la posible falta de compromiso de algunos de estos grupos de comienzos de los '70 con el proceso político que había en Chile, ¿hay también varias lecturas posibles? ¿Era rebeldía, o burguesía, fumar marihuana en vez de hacer trabajo voluntario en esos años, por plantearlo de esa forma? ¿Qué tan reaccionario puede haber sido tocar rock en el Chile de la Unidad Popular, es válida esa crítica? ¿Ha cambiado tu mirada sobre eso?
-Hay varias lecturas, es un tema sin duda complejo. Hace poco Guillermo Olivares, (tecladista) del grupo Embrujo, me comentaba que cuando visitaron una radio a inicios de los '70 para promocionar sus canciones, un conocido locutor no sólo los trató de burgueses sino que los insultó a garabato limpio, ¡al aire! A ellos ya los habían tratado mal en el sello Philips cuando llevaron una grabación de prueba con la intención de publicar un disco, y el encargado les dijo "¿Y ustedes qué se han imaginado, burgueses tal por cuales?". Esas anécdotas de tan anacrónicas son impactantes y difíciles de imaginar desde el Chile de 2013. Embrujo es una banda buenísima que siento que aún no se valora en su justa medida. Ellos hasta sufrieron la toma de un teatro por tocar música supuestamente extranjerizante. También sucede que los conceptos cambian con el tiempo. ¿Qué se entiende por revolucionario hoy? ¿Lo mismo que ayer? ¿Es igual ser rebelde en esta época que en los años '70? ¿Somos nosotros unos burgueses tales por cuales por reflexionar en torno a la historia del rock chileno? Por supuesto estos músicos no eran reaccionarios. Si no Víctor Jara no habría tocado con los Blops, por ejemplo.
-Porque lo revolucionario podría haber sido lo contrario: ser marginal al poder, en una época en que lo oficial era tocar una música militante. Al mismo tiempo, el supuesto habitual y angloparlante del rock es que fue una revolución cultural, pero la pregunta es si lo era en un país que estaba construyendo una revolución propia, en Chile entre el '70 y el '73.
-Y a propósito de esa pregunta, una vez decía Claudio Parra que no sabía si quienes no vivieron lo que pasaba en la UP pueden realmente entender lo que había en la cabeza de la gente, lo que se vivía en ese tiempo.
-Lo que nos devuelve a la pregunta de si uno puede relatar lo que no vivió.
-Exacto. Como también creo que si una persona hubiera escrito un libro en esos días ahora lo podría reescribir por todo el tiempo que ha pasado. Pero tendría que haber, tal vez, un libro escrito en esa época sobre esa época.
-Es lo que hablábamos al comienzo, así como existe el libro sobre la Nueva Canción Chilena escrito por Fernando Barraza en esos mismos años. ¿Pero qué pensar sobre si el rock tiende a la revolución o a la reacción en esos años en Chile? ¿Es complicado sacar una conclusión?
-Es complicado porque distintos músicos se aproximaban de distinta manera al rock. Un grupo como Los Vidrios Quebrados en sus letras hablaba por ejemplo de cambios en la sociedad.
-O los mismo Jockers lo hacen en su disco Nueva sociedad. Y está el disco Canciones funcionales, del '69, de Ángel Parra, donde satiriza a los coléricos en un par de canciones, pero al mismo tiempo toca con un rockero, Julio Villalobos.
-Sí, que tocaba en los Blops. Claro: no sé si todo es tan negro y tan blanco. Uno lo ve así después de cuarenta años.