SANTIAGO.- El brigadier (r) Miguel Krassnoff Marchenko, quien fue notificado esta tarde de su nueva condena por el secuestro calificado del mirista Luis San Martín reconoció que todos en el Ejército recibieron órdenes, pero que él en lo personal no recibió la orden de torturar a prisioneros políticos.
"Todos recibimos órdenes, pero yo no recibí jamás una orden para torturar", respondió el retirado militar cuando abandonaba el Palacio de Tribunales pasadas las 13:30 horas.
Krassnoff es uno de los cuatros sentenciados hoy por orden del ministro de fuero Alejandro Solís, quien investiga diversas causas de derechos humanos. En esta oportunidad se le aplicó una pena de 10 años y un día de cárcel.
"Yo siempre he asumido mis responsabilidades sin ningún problema, pero de aquellas cosas que efectivamente tuve que cumplir en calidad de teniente de ejército. Ahora bien no voy a aceptar jamás ningún cargo que se me pretenda imputar en relación con aquellas cosas que ni yo ni mis subalternos cumplieron, y que no tienen ninguna relación con algún hecho reñido por la moral", manifestó.
Consultado acerca de si hubo o no torturas en Chile durante el régimen militar, sólo afirmó "lo desconozco".
Minutos después de que se retirara Krassnoff ingresó por calle Morandé al Palacio de Tribunales el general (r) Manuel Contreras, ex director de la DINA condenado hoy a 15 años de presidio por el secuestro de San Martín.
El ex uniformado declinó hacer declaraciones hasta después de que se lo notifique de su nueva situación procesal.
Tanto Contreras como Krassnoff están sentenciados anteriormente por el secuestro calificado del mirista Miguel Ángel Sandoval, causa que fue revisada por la Corte Suprema, instancia que debería emitir una resolución en los próximos días.
Dicho fallo tiene una gran importancia debido a que sentará precedente en lo que se refiere a la aplicación o no de la Ley de Amnistía, a la que invocan los condenados.
Al respecto, el abogado de Contreras, Juan Carlos Manss reiteró que a su juicio el secuestro permanente es una mentira, puesto que es imposible que después de 30 años puedan aparecer aquellas personas a las que se les perdió el rastro.
