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| Prolífico escritor |
Además de su voluminosa "Historia de Chile", Francisco Antonio Encina escribió varios ensayos e influyentes estudios. "La Educación Económica y el Liceo" (1912) "Nuestra Inferioridad Económica" (1912) "Portales: Introducción a la Historia de la Época de Diego Portales" (1934) "El Nuevo Concepto de la Historia" (1935) "La Literatura Histórica Chilena y el Concepto Actual de la Historia" (1935) "La Presidencia de Balmaceda, Apreciación Histórica" (1952) "La Entrevista de Guayaquil" (1953) "Emancipación de la Presidencia de Quito del Virreinato de Lima y del Alto Perú" (1954) "La Relación entre Chile y Bolivia (1841-1963)" (1963) |
SANTIAGO.- Aunque parezca extraño, durante su niñez Francisco Antonio Encina Armanet nunca fue muy aficionado a la historia. Más bien prefería los temas físicos, biológicos y sicológicos.
Fue su padre, Pacífico Encina y Romero, quien, con la esperanza de que su único hijo varón fuera un gran político y abogado, procuró que su vocación hacia la parte científica se inclinara hacia la historia. Y lo logró.
Francisco Antonio Encina se convirtió así en el autor de la monumental "Historia de Chile, Desde la Prehistoria hasta 1891", obra de 20 tomos que fue un éxito de ventas. Sin embargo, también sirvió de base para las críticas de sus detractores, quienes acusaron al historiador de tener ideas racistas, de plagiar a Diego Barros Arana -autor de la Historia General de Chile- y de falsificar hechos históricos.
No obstante, el impacto de la obra fue tal que entre 1940 y 1952 –período en el que Encina escribió los 20 tomos- la editorial Nacimiento imprimió 200 mil ejemplares. Esto fue decisivo para que en 1955 obtuviera el Premio Nacional de Literatura, eso sí en medio de una gran polémica, ya que nunca antes un historiador había ganado ese galardón.
Posteriormente, su "Historia de Chile" fue compendiada en tres tomos por Leopoldo Castedo y en los '80 fue relanzada a través de la revista Ercilla.
Pero, ¿cuál es la vigencia que tiene Encina hoy? A juicio de Juan Ricardo Couyoumdjian, jefe del Departamento de Historia de Chile y América del Instituto de Historia de la Universidad Católica, actualmente la obra del historiador es utilizada por el público general más bien como una referencia, sin perjuicio de que continúa siendo una lectura muy entretenida gracias a la "pluma" que tenía su autor.
"Pero ahora la historiografía se mueve en otros planos. Nadie se va a leer una cosa de 20 tomos. Por lo general, si alguien lee una Historia de Chile hoy en día, lo lee en un volumen", sostiene Couyoumdjian.
Voraz lector y amante del campo
La "Historia de Chile" de Encina logró atraer a un público mucho más amplio de lo esperado gracias a lo bien que escribía su autor, cualidad que debe haber adquirido por la pasión que siempre sintió por la lectura. Ya a los cuatro años leía cuentos en francés y poco después se hizo asiduo lector de las noticias sobre la Guerra del Pacífico.
Esto a pesar de que su madre, Justina Armanet Vergara, se preocupó de que no aprendiera a leer antes de los seis años, por considerar que la excesiva precocidad intelectual podía ser dañina para su desarrollo.
En 1885, cuando tenía 11 años, ingresó al Liceo de Talca –su ciudad natal-, donde su tío materno Adolfo Armanet era rector. Allí se destacó por ser un alumno excepcional, recomendado por varios profesores y muchas veces premiado.
Tras terminar el ciclo de estudios humanísticos, en 1892 Encina se matriculó en la carrera de Derecho en la Universidad de Chile. Se tituló en 1895, siendo considerado por Valentín Letelier como el joven de más porvenir en el terreno de las ciencias sociales.
Ejerció la profesión de abogado durante muy poco tiempo, ya que prefirió concentrarse en su verdadera pasión: el campo. Se dedicó a pequeños negocios de frutos del país, los que le permitieron lograr una sólida posición económica.

A los 32 años, "Don Pancho" -como lo llamaban sus conocidos- fue elegido diputado del Partido Nacional por Linares, Parral y Loncomilla. Estuvo en el Congreso hasta 1912, cuando se retiró absolutamente desilusionado del sistema parlamentario. De hecho, varias veces le ofrecieron hacerse cargo de los ministerios de Hacienda e Instrucción, pero no quiso.
Tras su corto paso por la vida política, Encina retomó los negocios agrícolas, convirtiéndose en un próspero latifundista, con campos propios y arrendados entre Vallenar y Puerto Montt.
La vida campestre la mezcló con la lectura de libros, papeles y documentos que fue reuniendo en su fundo "El Durazno" y que dieron origen a una valiosa biblioteca privada que hoy se guarda en el Fondo Encina del Departamento de Historia de la Universidad de Los Andes.
Fue precisamente en ese campo donde se refugió para redactar su Historia de Chile, con la colaboración de su secretario-discípulo Leopoldo Castedo.
Además del Premio Nacional de Literatura, Encina también fue galardonado con las medallas de oro de la Academia Chilena de la Historia y de la Academia de la Lengua, y el Premio Roma de la embajada italiana.
Escribió hasta 1963. Dos años después, un 23 de agosto, murió cuando tenía 91 años. Su cuerpo fue velado en la nave mayor de la Catedral de Santiago, hasta donde llegaron personas de diversos sectores sociales y distintas edades. El gobierno de la época decretó duelo oficial por tres días.