Entre 1982 y el 2000 se hizo cargo del Hogar de Cristo, periodo en el que le dio un amplio impulso a la institución.
El MercurioSANTIAGO.- Su familia tenía una buena situación económica y no fue a un colegio religioso. Sin embargo, desde pequeño desarrolló una fuerte vocación social que afloró definitivamente cuando conoció a Alberto Hurtado.
Aunque estudió Ingeniería Química, al tercer año abandonó la carrera y entró a la Compañía de Jesús. El beato lo había conquistado entre sus viajes al sur en los vagones de tercera clase y sus narraciones de la vida de los santos.
Tras ello, comenzó Estudios de Humanidades Clásicas en el Colegio Loyola del Padre Hurtado, de Filosofía en el Colegio Máximo San Miguel de Buenos Aires, de Teología en el Woodstock College Maryland, EE.UU. y de Sociología en Forham University de New York.
En 1982 y hasta el año 2000 se hizo cargo del Hogar de Cristo, periodo en el que le dio un amplio impulso a la institución que el padre Alberto Hurtado generó para darle techo a los chilenos que no lo tienen.
Cuando se hizo cargo de la obra, su presupuesto era de sólo 600 millones de pesos y 200 personas trabajaban en la entidad. Con el padre Poblete se profesionalizó y pasó a ser un holding de la solidaridad que atiende a más de 50 mil personas que viven en situación de pobreza en todo el país. De contar con 16 mil socios en 1981, hoy tiene 650 mil, que aportan más del 50 por ciento del presupuesto anual.
El padre Poblete se inspiró en la fórmula de financiamiento del Ejército de Salvación, que colocaba unas alcancías en que las personas podían depositar parte de su vuelto al pagar en la caja del almacén. Así, con este modelo norteamericano, nació el Ajuste de Sencillo, la donación que la gente hace en las cadenas de supermercados y farmacias de Chile al Hogar de Cristo y que les reporta más de un millón de dólares al año. La idea de la Cena de Pan y Vino la copió de Colombia y la implementó en 1983, año en que Chile estaba profundamente dividido y atravesaba por una crisis económica.
Durante los años setenta el cardenal Silva Henríquez le encomendó abrir lazos con los militares y así evitar violaciones a los derechos humanos. Y más tarde, en 1985, el padre Poblete secundó al cardenal Fresno para que la oposición y un sector de la derecha firmaran el Acuerdo Nacional. El año 2000, el entonces ministro de Defensa Edmundo Pérez Yoma, lo integró como parte de la Mesa de Diálogo.
Cuando en 1993 el Hogar de Cristo ganó el premio Icare, por su eficiencia y organización, Poblete agradeció el reconocimiento explicando que "el gerente general de la empresa es el padre Hurtado y el presidente es Dios".
Su incansable espíritu de servicio
Tras entregar la Capellanía General a su sucesor, el sacerdote jesuita Agustín Moreira, el Padre Renato Poblete se concentró en las áreas de marketing y recursos. También se integró al Consejo Superior de la Universidad Alberto Hurtado y se desempeñó como editor de la revista Mensaje.
En los últimos años de su vida sufrió varios problemas de salud, que derivaron en la instalación de dos bypass en el corazón y una operación de vesícula. Sin embargo, se negaba a jubilar y seguía siendo el puntal en la captación de recursos.
En su última entrevista con El Mercurio el 6 de Septiembre del año 2009, luego de ser distinguido con el Premio Bicentenario, el religioso criticó a los sectores más acomodados, señalado que "me preocupa, porque veo que los chilenos cada día se encuentran más dedicados a tener más y más, y se olvidan de ser solidarios".
"El hecho de que el Hogar de Cristo tenga 650 mil socios quiere decir que existen 650 mil personas que se acuerdan que deben ayudar a los más pobres", dijo en esa oportunidad.
"Acepté ser mediador, en primer lugar, por amistad. Le pedí permiso al provincial sin explicarle mucho. Pensé que era un servicio bien sacerdotal ayudar a una persona que estaba muy fregada".
La frase corresponde a su relato en primera persona en el libro "Testimonios", en que el padre Renato Poblete relata su reservada gestión tras el secuestro del gerente de Diarios Regionales de "El Mercurio", Cristián Edwards del Río, ocurrido en la noche del 9 de septiembre de 1991. El sacerdote jesuita asumió un rol fundamental que culminó con la liberación del ejecutivo en febrero del año siguiente.
El religioso fue el mediador entre los integrantes del FPMR, autores del delito, y la familia Edwards.
"No aceptar me parecía una chuecura. Y nunca pensé abandonar en la mitad, porque ya me había embarcado", reflexionaba respecto de su rol.
Sobre su contacto con los terroristas, cuenta que "el que me llamaba me trataba de 'padre' y se refería a mí con mucho respeto. Yo era el que me enojaba y los asustaba. Cuando iba a buscar los mensajes, me encomendaba a Dios para que pudiera dar con el sitio donde estaban, porque si no era muy fregado. No era fácil encontrarlos".
Reconoce también que su gestión se desarrolló bajo absoluto secreto. "Nunca dije nada a nadie, ni a mi comunidad, aunque deben haber sospechado algo porque me veían entrar y salir, siempre muy preocupado. Varias veces me iba, porque tenía que hablar por teléfono".
Nunca conoció a los secuestradores ni supo quién lo llamaba, afirma. Y respecto del desenlace, el padre Poblete lo atribuye a que fue decisivo "el hecho de que yo dijera que en febrero me iba de vacaciones a Las Brisas, aunque en realidad no me hubiera ido. Pero estaba firme en eso. Estaba cabreado, porque no se avanzaba. Terminé bastante agotado. Fue una tensión nerviosa muy fuerte", explicó.