La prestigiosa revista estadounidense The Atlantic analizó en su última edición los datos y las conclusiones de la “Revisión anual de la salud pública 2020” de Estados Unidos, trabajo donde se plantea que la contaminación acústica de las grandes ciudades no solo afecta la capacidad auditiva de las personas, sino que además podría ser un factor clave en otras patologías más complejas.
Según se explica en el artículo, la contaminación acústica de las grandes urbes -producida principalmente por el alto tráfico de vehículos, obras de construcción y aeropuertos- también estaría vinculada con enfermedades cardiovasculares.
Por años se estimó que exponerse a prolongados periodos de tiempo a altos niveles de presión sonora podría dañar la capacidad auditiva de las personas. No obstante, en el citado estudio se concluye que la respuesta física del cuerpo a los sonidos fuertes también afecta el "endotelio o revestimiento interno de las arterias y los vasos sanguíneos".
Si el revestimiento se inflama, agrega el reporte, esto afecta la función de los vasos sanguíneos, lo que puede provocar una enfermedad cardiovascular.
El informe agrega que “una vez iniciada, esta respuesta libera hormonas como la adrenalina y el cortisol en el cuerpo. Algunas arterias se contraen; otras se dilatan. La presión arterial aumenta y los azúcares y las grasas inundan el torrente sanguíneo para que los músculos los utilicen rápidamente. La respuesta al estrés en cascada también provoca la creación de moléculas dañinas que causan estrés oxidativo e inflamación en el revestimiento de los vasos sanguíneos. Este endotelio disfuncional interfiere con el flujo sanguíneo y afecta a muchos otros procesos que, cuando se deterioran, contribuyen a una variedad de enfermedades cardiovasculares, como presión arterial alta, acumulación de placa en las arterias, obesidad y diabetes”.
En ese contexto, las personas que viven en las grandes ciudades normalmente están expuestas a altos niveles de contaminación acústica, especialmente cuando se transita por calles atestadas de toda clase de vehículos, al igual que quienes viven en las cercanías de los aeropuertos.
Basta recordar estudios científicos que han demostrado que en carreteras densamente pobladas se pueden superar fácilmente los niveles de sonido seguros, ya que solo los camiones pueden producir entre 70 y 90 dB y las sirenas pueden llegar a ser más fuertes que 120 dB.
De ahí la importancia, por ejemplo, que la industria automotriz avance para ofrecer habitáculos más herméticos que detengan el ruido exterior, algo que hoy no es de tanta prioridad. De ahí que un convertible o un Jeep son mucho más ruidosos en su interior que un sedán o una pick-up.
Llama además la atención, agrega el reporte, la rapidez con que la alta presión sonora puede afectar a una persona y de ahí la necesidad de tomar medidas de resguardo.
Uno de los investigadores dijo que estaban sorprendidos de los rápidos efectos que genera la contaminación acústica en las personas, incluso en aquellos de menor edad y buena salud.
“Nos sorprendió que los jóvenes, después de escuchar estos sonidos solo una noche, tuvieran disfunción endotelial (...) Siempre pensamos que esto era algo que lleva años desarrollar", dijo al respecto Thomas Münzel, coautor de una descripción general sobre el ruido y la salud cardiovascular.
Factor que toma más relevancia cuando se considera que las personas que viven en las grandes ciudades también deben enfrentar otros problemas como el sedentarismo, tabaquismo, obesidad y presión alta, entre otras.
