SAN PETERSBURGO.- Pitazo final. Alemania es el campeón de la Copa Confederaciones y la mayoría de los seleccionados caen abatidos al campo del estadio del Zenit se San Petersburgo.
El sueño de quedarse con el trofeo llegaba a su final y el desconsuelo se apoderaba de cada uno de los 23 jugadores que Juan Antonio Pizzi llevó a Rusia.
Gary Medel, Arturo Vidal y Mauricio Isla eran algunos de los más afectados en la cancha. Al borde de ella, Marcelo Díaz era quien más sufría. Ni siquiera el fuerte abrazo de Juan Antonio Pizzi podía calmar su tristeza.
Desde ese momento el silencio se apoderaba de los chilenos. Nadie sacaba la voz, el dolor era más grande que cualquier palabra de aliento.
Medel recibía el apoyo de sus compañeros mientras tenía su cabeza oculta para no mostrar las lágrimas. Alexis miraba silente m la celebración de los alemanes desde otro punto. Y Vidal caminaba solo por distintos lados de la cancha mirando el cielo en busca de respuestas.
Nadie hablaba. No era el momento. Sin embargo, entre abrazos y consuelo, Díaz con sus manos pedía disculpas hacia el público cuando pasaba por el costado de la cancha.
Vidal repetía la acción de su compañero y mientras se paseaba por el campo se dirigía hacia los hinchas realizando una señal de "perdón". La ovación no se hacía esperar.
Lo que pasó en el vestuario no fue distinto. Bravo lideraba las palabras emotivas, pero la mayoría escuchaba en silencio. El "funeral" era más fuerte que cualquier cosa.
Y la salida del estadio no fue distinta. Hablaron los de siempre, pero estaba vez con un tono de tristeza y dolor que evidenciaba lo que estaban sintiendo.
Marcelo Díaz era el más afectado y así lo demostró cuando entre lágrimas daba la cara ante la prensa para asumir su responsabilidad y cargar con la culpa que él asumía como tal.
Sin duda que fue la jornada más triste y dolorosa de la "Roja" en los últimos años. El golpe fue duro y así lo sintió un camarín que estaba convencido de que la copa se venía a Chile.