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Historias del deporte: Peter Buckley, el boxeador que subía al ring a perder

Poner la cabeza para recibir palizas era un buen negocio. El súper pluma inglés, retirado hace una década, cayó en 256 de 300 combates que disputó y construyó su carrera alabando la derrota.

18 de Noviembre de 2017 | 13:47 | Leonardo Salazar, Emol
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El libro historias del boxeo.

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SANTIAGO.- Hizo del fracaso su lucha y transformaba las derrotas en una suerte de honor máximo. El boxeador inglés Peter Buckley simplemente saltaba al ring con una premisa: perder. Caer a la lona antes que su rival y si era por paliza, mejor todavía.

Sus detractores lo acusaban de levantar un circo en torno a su figura. Y él, mirada al frente después de cada combate perdido, se defendía: "El triunfo mío está en subir al ring a pelear con cualquiera. Mi mujer y mi hija viven bien, por lo que no me veo como un perdedor".

Había también –según explicaba Peter- un afán casi terapéutico en su empresa. "Para decirlo de manera que se entienda: Los golpes calibran las neuronas", repetía.

Alguna vez cayó 88 veces consecutivas. Fueron 88 peleas donde subía al ring, perdía, y celebraba. Cada derrota era un golpe de energía; Buckley era cada vez más fuerte. "Cuando pierde usted no está en la tierra ¿A quién no le gusta salir y luego volver a este mundo?", reflexionaba el británico como un filósofo boxeril.

Su peso súper pluma –categoría de 57 a 58 kilos, con monarcas históricos de la talla de Floyd Mayweather Jr. y Kid Chocolate- le entregaba una apariencia de deportista esmirriado, no obstante que el público lo levantó como el mejor de los perdedores, el más destacado de los periféricos.

Recibía por negocio


Vestido de bata amarilla y botas negras, subía al Olimpo para recibir luego más puñetes que nadie. Algunos no paraban de fustigar sus intereses; decían que Buckley lo hacía todo con un afán mercantil. Poner la cabeza para recibir palizas era un buen negocio.

Pero Buckley era el derrotado que permitía el brillo de los campeones. Y aceptaba todas las ofertas. Si algún oponente se bajaba de un combate, ahí estaba Peter para parchar y mantener a salvo la velada. Él subía al cuadrilátero y hacía lo suyo. Todos le conocían.

Fueron 20 años perdiendo, que animaron a directores de cine para filmar su historia. En 2008 Buckley decidió que ya era suficiente. A sus 39 años ya no quería ser más el famoso saco de box que se paseaba por Gran Bretaña.

Por cierto sus 300 peleas –así, en número cerrado- se terminaron con una sesión inolvidable. Fue en su natal Birmingham donde Buckley quiso culminar todo de otro modo… Despedirse ojalá a lo ganador.

El coliseo se llenó. Llegaron autoridades, amigos, fanáticos y celebridades de todo tipo. Peter Buckley, "The Professor", venció por puntos y fue feliz por primera vez saboreando un triunfo. Fue tomado en andas, se escuchó "We are the champions" y los fans circulaban por las nubes.

La historia increíble de Buckley es una de las 12 crónicas del libro "¡Viva Carnera!" de Reinaldo Edmundo Marchant, uno de los más prolíficos escritores de deporte del país, ex jugador de Deportes Aviación y autor de un sinnúmero de cuentos de fútbol.

En "¡Viva Carnera! Historias de grandes boxeadores" se puede conocer también a Primo Carnera, el gigantón italiano azuzado y usado por Mussolini. O a Sam Langford, que de vagabundo pasó a ser campeón.

Está el púgil alemán-gitano Johann Trollmann que tuvo que luchar arriba y abajo del ring; Jack Johnson, Jack Dempsey o el coreano Duk Koo Kim, muerto en combate, tal como el cubano Benny Kid Paret; y Nicolino Locche, otro anti-boxeador por excelencia, Panamá Al Brown y el mexicano Salvador Sánchez.

Historias de vida y boxeo bajo la fluida pluma de Marchant que tienen -todas- un punto en común: adentro y afuera del ring no siempre gana el que pega más fuerte.
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