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Hasta pensó en el retiro: La desconocida historia de sacrificios del mejor futbolista amateur de Chile

Julio Castro fue goleador y figura clave en el título de Linares en la Tercera A. Supo sobreponerse a las lesiones, a más de un rechazo y ahora irá a Unión San Felipe.

22 de Diciembre de 2019 | 14:12 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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Instagram Julio Castro
A Julio Castro nadie puede explicarle lo oscilante que es el mundo del fútbol y eso que solo tiene 23 años. Pasó de promesa a salir por la puerta de atrás en Rangers y tuvo que ir a la dura Tercera División para demostrar que podía cristalizar lo que muchos habían proyectado. Esta campaña, fue goleador de la categoría y campeón con Deportes Linares, méritos suficientes para que el Círculo de Periodistas Deportivos lo escogiera como el mejor futbolista amateur del 2019.

Durante la conversación, el atacante no suelta el trofeo que le entregaron en el Teatro Municipal de Las Condes. Habla con calma. Vuelve a los viajes en el auto de su papá para ir a entrenar, a los momentos duros que lo tuvieron al borde del retiro y en más de una ocasión le agradece a Dios. Sus tiempos, asegura él, son perfectos.

Castro es de la comuna de Maule, en la séptima Región. Ahí partió jugando en una escuela de fútbol hasta que a los diez años lo captó un entrenador de las series menores de Rangers. En los rojinegros hizo todas las inferiores y cuenta que siempre fue titular. Allí formó su identidad, un sentido de pertenencia al rojinegro que lo hacía soñar con tardes de gloria en el Fiscal de Talca. Sin embargo, sus sueños se comenzaron a trizar por culpa de las lesiones. Una detrás de la otra y sin explicación.

"Cuando pasé a la Sub 19, a un paso del primer equipo, sufrí bastantes lesiones, de tobillo, rodilla, desgarros. Cosa extraña para uno, porque al estar constantemente entrenando no debería pasar. A pesar de todo me subieron", le relata a Emol.

El debut parecía cerca, pero otra vez aparecería el infortunio para arrasar con sus planes. Un día, entrenando en cancha sintética, cambió bruscamente de dirección y cargó todo el peso de su cuerpo en el dedo más chico del pie. Fractura.

"Estuve cuatro o cinco meses con una bota ortopédica, no podía hacer nada, apenas caminar con ayuda de muletas. Pasé varios momentos difíciles hasta que en 2017, de la mano del profe Víctor Rivero, logré debutar en el primer equipo. Sumé algunos minutos en Copa Chile y en la Primera B, pero al final no conseguí la regularidad que buscaba", explica.


Ese mismo 2017 se le acababa el contrato. Primero, Rangers intentó mandarlo a préstamo, sin embargo, no encontró interesados para un jugador prácticamente desconocido. Finalmente, el cuadro piducano decidió no renovar el vínculo.
Castro se las tuvo que arreglar solo y salir a tocar puertas. Fue a dos pruebas en clubes de Segunda, una en General Velásquez y otra en Colchagua. No le fue bien en ninguna.

"A mí no me había tocado ese sentimiento de rechazo, que me dijeran que no. Eso lo viví cuando fui a General Velásquez y a Colchagua, que ya tenían sus equipos armados. En ese momento me sentí mal, sentí que todos los años que había dedicado al fútbol ya no valían o que no habían servido de nada", afirma.

Había muchas dudas en su cabeza, también pensaba en estudiar. El retiro era una posibilidad concreta, pero decidió darse un tiempo para pensarlo.

"En varios momentos pensé en dejarlo, porque no veía por dónde. No veía otra posibilidad cercana para seguir estudiando y jugando a la vez. Tuve varias conversaciones con mis papás también y ellos dejaron todo en mis manos. Si yo quería retirarme y seguir por los estudios, era decisión mía. En ese momento me apoyé en Dios, en mi familia, en todos los que me quieren", apunta.


A principios de 2018, su historia daría un giro. Lo llamaron desde Linares, que por entonces militaba en la Tercera A. Era toda una apuesta, ir al fútbol amateur, donde ni siquiera hay contratos ni sueldos. "Más que ganar, uno tiene que invertir dinero en la carrera", dice.

En el todo o nada, la jugada le resultó. En el albirrojo mostró su mejor versión. Un delantero pícaro, con olfato y velocidad. Ya a mitad de 2019 se lo querían llevar, pero se quedó. Con sus goles (19 en total) guió al club de vuelta al fútbol profesional y a un título que le era esquivo desde hace 25 años.

Sin embargo, hubo un precio a pagar. Viajaba todos los días a Linares en la mañana, volvía a su casa para almorzar "a la carrera" y de ahí partía a Talca a estudiar. Hace unos meses, se recibió como preparador físico obteniendo la mejor nota de su promoción. Tuvo que dejar a la familia de lado, pero ellos siempre estuvieron detrás de él.

"Me apoyaron en todo momento, emocional y económicamente. Me pasaban el auto y bencina todas las semanas para ir a Linares, para ir Talca, así me llevaba toda la semana", expresa.

Su siguiente desafío será San Felipe, en la B. Ya aprendió que en este mundo hay que dar un paso a la vez, pero los sueños siguen estando.

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