El galo apagó el incendio en Ibiza.
EFE
En el fútbol constantemente se dice que las individualidades pueden sacar adelante un partido en el que todo está cuesta arriba.
Y de esta frase puede dar fe el Barcelona, que este miércoles estuvo cerca de protagonizar un verdadero
papelón de no ser por la inspiración de Antoine Griezmann.
El conjunto catalán, que contó con el volante chileno
Arturo Vidal desde los 81 minutos, jugó un pésimo encuentro ante
el modesto Ibiza, elenco que pertenece a la Tercera División hispana y que hasta el minuto 72' vencía con justicia a los culés por 1-0.
El exclusivo tanto de Josep Caballe a los nueve minutos de juego instaló una sorpresa que con el correr de los minutos se fue haciendo una realidad: Un Barcelona irreconocible era constantemente maniatado por el dueño de casa, que pudo estirar las cifras a los 39', pero el vertical le dijo no al brasileño Raí.
Con la ventaja mínima ambos conjuntos se fueron al descanso. En el complemento, la tónica proseguía: La visita no tenía profundidad y sus futbolistas jugaban con una parsimonia y displicencia por momentos desesperante.
El DT Quique Setién entendió que debía remecer el trámite para cambiar la suerte de un elenco que iba camino a completar un bochorno.
Así determinó los ingresos de Jordi Alba, Arthur Melo y Vidal, que de alguna manera sacudió en algo la pobre propuesta catalana. El reloj corría y las ideas se acababan, pero ahí emergió la figura de Griezmann: Primero a los 71' colocó la paridad tras un preciso pase de Frenkie de Jong y en el cuarto minuto de tiempo adicionado, cuando todo indicaba que se iban a la prórroga, recibió de Alba y con clase resolvió el 2-1 definitivo.
Mucho premio para el equipo blaugrana, que fue completamente inferior ante un club de tercera categoría y seguramente recibirá muchas críticas de parte de la prensa. Con este resultado, los catalanes avanzaron a los octavos de final del certamen.
