BLOOMBERG.- Cada año, una persona muy rica paga varios millones de dólares en una subasta para comprar un almuerzo privado con Warren Buffett, dueño del imperio económico de Berkshire Hathaway, cuya fortuna es la segunda más grande del mundo, tras Bill Gates.
Este año, el postor ganador anónimo pagó US$2,68 millones. Loco, ¿verdad? Aquellos que se perdieron la oportunidad de comer con el Oráculo de Omaha probablemente se consolaron con la idea de que ese almuerzo es un exceso: no puede valer US$2,7 millones. ¿O sí?
Un informe bastante creativo de Deutsche Bank sostiene que la comida podría ser una gran inversión a largo plazo, incluso para la plebe que ve la pugna anual como un espectáculo.
Es muy simple cuando juega con la matemática. El ejercicio comienza con un trabajador promedio de Estados Unidos, que el informe describe como un hombre de 42 años de edad, con ahorros de US$92.500 y que gana intereses anuales de 7% (ya quisiéramos). A los 65 años, incluso si esa persona no siguió ahorrando, habría aumentado sus reservas a US$284.000, después de ajustar por inflación, afirma el informe.
"Pero cuando, a la hora del postre, Warren Buffett le susurra el secreto del rendimiento anualizado de 19% de Berkshire Hathaway desde su creación, los ahorros se elevan a US$3,8 millones", añade el estudio.
"Por lo tanto, el estadounidense promedio debe estar dispuesto a pagar US$3,5 millones por el almuerzo". Por coincidencia, el ganador de la subasta del año pasado pagó US$3.456.789.
En pocas palabras: "Si alguien con solo US$92.500 para invertir debería gastar tanto, todos los multimillonarios que han almorzado con Warren han pagado una ganga".
Si así fue, en todo caso fue por una buena causa. El dinero recaudado va a la Fundación Glide, una organización benéfica de San Francisco que sirve comidas a las personas sin hogar, alberga grupos de apoyo a través de su centro para mujeres para víctimas de abuso, y proporciona tratamiento para la drogadicción.
