SANTIAGO.- "¡No se asusten! Va a sonar la alarma sísmica; hay que evacuar, sólo será un simulacro", escucharon Concepción López y sus compañeros de trabajo respecto de la prueba de evacuación que se realizaría a las 11:00 horas del 19 de septiembre. Dos horas más tarde de dicho simulacro, la alarma sonaba nuevamente, aunque esta vez de verdad. "Era (la prueba) para que no se nos olvidara el terremoto de 1985", dijo López tras el terremoto 7,1 Richter que sacudió el país norteamericano.
En las últimas dos semanas, México ha vivido dos de sus más violentos movimientos telúricos: el 07 de septiembre pasado un terremoto de magnitud 8,2, el más fuerte de los últimos 85 años, afectó la zona de Oaxaca, Chiapas y Tabasco dejando 98 víctimas fatales; a aquel sismo se suma el de este martes que ya deja un saldo de 225 fallecidos en las zonas entre Morelos y Puebla.
Este último evento llamó especialmente la atención de los mexicanos, no solo por el caos, gran cantidad de fallecidos y el derrumbe de decenas de edificios, sino que también porque se produjo el mismo día en que se conmemoraba 32 años del más mortífero de todos los terremotos vividos en el país latinoamericano.
El 19 de septiembre de 1985 y con una magnitud de 8,1, el terremoto que se originó en la costa del estado de Michoachán, afectando la zona centro, sur y occidente del país, provocó la muerte de más de 10 mil personas y pérdidas cifradas en 8 mil millones de dólares. Además, dejó 250 mil personas sin casa y 900 mil habitantes tuvieron que abandonar sus viviendas.
El fenómeno, cuyas consecuencias son visibles hasta hoy en las construcciones y campamentos, superó con creces a las 2.000 muertes causadas por el terremoto de Valdivia de 1960, el más fuerte de la historia registrado en el mundo.
El trágico día volvió a la memoria de los millones de mexicanos que hoy vuelven a vivir los estragos de un sismo de gran magnitud. Constitución de hecho es una de las personas que fue testigo de los daños que causó el movimiento de este martes en el edificio del laboratorio químico Cencon, en Ciudad de México. Era el lugar donde trabajaba junto a otras 80 personas, pero ayer se derrumbó.
Según relató al diario mexicano "El Universal", a ella le tocaba ingresar para el turno vespertino, por lo que percibió el temblor cuando aún no llegaba al laboratorio, pero asegura que varias personas se encontraban al interior del recinto. "Había como 30 personas adentro, la mayoría almorzando en el cuarto piso, no creo que hayan salido a tiempo", sostuvo.
La madre de Israel Herrera, Irma, era una de ellas. "Mi mamá estaba almorzando en el cuarto piso, ahí los empleados tenían un lugar para calentar su comida, en la azotea. No creo que haya salido, espero que siga viva, que una de las voces que escucharon sea de ella", dijo Israel refiriéndose a la versión que, según dijo, escuchó de miembros del Ejército que afirmaron haber oído llamados provenientes de debajo de los escombros. Ello le dio esperanza de encontrar a su madre viva.
En otra parte de Ciudad de México, con un puño levantado o al grito de "¡Silencio!", desde los llamados Topos que se especializaron en rescate con el sismo de 1985, hasta civiles voluntarios que colaboran en las labores de búsqueda, no cesaron sus trabajos, extendiéndolos incluso durante la madrugada.
Mientras excavaban y retiraban escombros en recipientes de plástico pasándolos de mano en mano, un topo se internaba en un boquete en busca de sobrevivientes. Cuando lo conseguía, el silencio se rompía entre celebraciones y aplausos. "¡Sí se puede!", coreaban en medio de la euforia, pero no dejaban de hurgar entre las ruinas.
Gran parte de la ciudad no descansó la primera noche tras el desastre. En parques públicos se instalaron campamentos en donde se reunía ayuda para rescatistas y damnificados. Camionetas de carga trasladaban agua, alimentos y medicinas, mientras numerosas personas se asentaron en las calles para intentar dormir, entre mantas y carpas, a pesar del miedo a nuevas réplicas. Otros vecinos, menos afectados por el intenso movimiento, intentaron ayudar con sus palas y herramientas a los rescatistas que trabajaban en los edificios caídos.
El escenario no es desconocido y Concepción López lo recuerda. Hace 32 años exactos, un suceso aún peor había azotado de la misma forma la zona central del país. Para ella ese día y la jornada de este martes, marcarán por muchos años el 19 de septiembre. "Ahora sí nunca vamos a olvidar esta fecha", aseveró.