Todo partió de forma casual. Era el año
2010 y el centro-sur de Chile sufría por el terremoto y tsunami que dejaron destrucción y muerte: la noticia conmocionaba no solo al país, sino al mundo entero. Es ahí cuando
Daniela Muñoz recibe desde España el llamado de un amigo que trabajaba en
Médicos Sin Fronteras (MSF), la conocida ONG que desde hace 50 años recorre el mundo atendiendo emergencias sanitarias de diverso tipo. Necesitaban su ayuda. Lo que no sabía ella era el giro que iba a provocar en su vida esta convocatoria.
"Él me preguntó si yo estaba acá en Chile y si podía ayudar un par de días porque la noticia del terremoto les llegó e inmediatamente empezaron a moverse y necesitaban a alguien aquí en Chile que viera qué estaba funcionando, si había posibilidad de arrendar autos o no, un poco empezar a mandarles la primera información. Y así me fui quedando por el tiempo que estuvieron ellos aquí que fue más o menos un mes y medio o dos meses", explica a Emol. En ese momento, Daniela tenía 33 años y trabajaba como arquitecta, haciendo estudios urbanos.
En ese primer contacto con MSF, fue aclarando y aprendiendo cosas, como entender que la agrupación no sólo necesita de médicos, sino también de una enorme maquinaria detrás. "Me dijeron 'manda tu currículum, te vamos a hacer una evaluación de tu trabajo que hiciste aquí' y ahí me contactaron para hacer el proceso de reclutamiento".
Pasó un tiempo y la llamaron para integrar esta ONG. Cuenta que ni lo dudó.
"Ni lo pensé, a decir verdad, y al minuto que me llamaron para decirme si estaba dispuesta a ir en una semana a Sudán del Sur, en un minuto pensé que podría ser hasta parte del reclutamiento, no le tomé tanto el peso, ni siquiera sabía que existía Sudán del Sur. Dije que sí, por supuesto. Eso fue un viernes y el lunes me llegaron los pasajes y todos los papeles que tenía que llenar para irme, y en ese minuto ya no podía decir que no".
Después de esa llamada, todo ha sido viajes y trabajo en lugares afectados por tragedias como terremotos o tifones, así como también guerras civiles y crisis sanitarias como la epidemia del ébola. Los timbres en el pasaporte de Daniela son variados: Siria, Yemen, Líbano, Angola, Nigeria, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Sudán, Tanzania y Filipinas son algunos de los lugares en los que ha estado.
Desde que inició la pandemia de covid-19 Daniela se encuentra en Chile, trabajando a distancia intentando coordinar algunas misiones de MSF, como la que tienen en Venezuela. La situación sanitaria actual también afectó a esta organización, que ha debido reformular su forma de trabajar ante esta nueva emergencia.
"Llegar al paciente"
En sus cincuenta años de existencia, Médicos Sin Fronteras ha trabajado en diversas crisis humanitarias en todo el planeta. Actualmente cuenta con 499 proyectos de acción médica y humanitaria en 88 países. Así lo explica la propia Daniela Muñoz: "MSF interviene cuando hay una crisis médico-humanitaria. Siempre está enfocado en temas de salud y si hay una catástrofe natural también nos enfocamos en el tema salud, puede ser un cólera, ébola, salud mental también (en Chile se trabajó mucho la parte de salud mental, porque aquí no dejaron de funcionar los hospitales cuando fue el terremoto). Uno ve dónde puede dar el apoyo o qué está fallando más y ahí es donde nos metemos".
La forma de trabajar, agrega, va variando de acuerdo con el contexto. "Durante mucho tiempo formé parte de la unidad de emergencia, que íbamos en el menor tiempo posible reaccionando a una emergencia. Por ejemplo, si hay un terremoto lo más probable es que la unidad de emergencia sea quien vaya, pero también tienes proyectos regulares que en algunos casos llevan 30 años, porque es una crisis que ya es crónica", remarca.
Daniela Muñoz coordinando una vacunación en Nigeria (Foto: Igor García / MSF).
Actualmente, se desempeña como logista, y tal como su nombre lo dice, tiene que enfocarse en la parte logística, para permitir a la misión de MSF establecerse en un lugar determinado y funcionar en base a los requerimientos mínimos. "Logística en MSF es un poco más amplio que lo que entendemos acá. Tiene que ver con toda la parte técnica también: construcción, transporte, telecomunicaciones, seguridad, suministros, mecánica, manejo de flota de autos y todo el paquete de mantenimiento de lo que haya que hacer", dice.
Este trabajo, por cierto, le ha significado un aprendizaje enorme. "De a poco he ido aprendiendo cosas que cuando entré no tenía la más mínima idea; nunca había prendido un generador, por ejemplo, ni había estado al lado de uno, creo. Lo que quizás menos hice fue construcciones, así que es quizás lo que más se me olvidó hacer", cuenta entre risas.
En cuanto al número de personas que integran los grupos de trabajo también van variando. Daniela explica que hay partes donde solo han llegado tres miembros del personal internacional a ver el lugar, para luego dar paso a la labor de reclutación por parte de los equipos locales, donde se requiere de médicos, enfermeras, logistas, traductores, guardias y choferes, entre otros. Aunque también hay momentos donde el equipo internacional que llega a una emergencia es más grande, como le ocurrió el 2013 en Filipinas, cuando un grupo de unas 25 personas llegó para ayudar tras el paso de un destructivo tifón.
"Teníamos que dividirnos mil cosas, o sea, hacer distribuciones de carpas, de mantas, de artículos de higiene; por otro lado reconstruir una parte de un hospital, por otro lado ayudar a las actividades médicas o por otro lado organizar todo el tema de las clínicas móviles para ir a los lugares más aislados, entonces tienes que llegar con un equipo más grande", remarca
Y ahonda en las diferencias que pueden haber entre una zona y otra: "Hay lugares donde tú puedes llegar y trabajar en colaboración con el ministerio y existen hospitales y existe infraestructura que se puede trabajar en colaboración, o lugares donde no hay absolutamente nada y hay que empezar con las actividades médicas debajo de un árbol. Entonces es muy distinto un poco qué ves en cada lugar; hay lugares donde hay infraestructuras y edificios maravillosos de hospitales, pero que no tienen agua, porque quizás 20 años atrás eran un lugar muy próspero y ahora ya no tienen siquiera agua y luz y el edificio se sigue viendo parado, pero no puede funcionar".
En eso, la máxima es una: "Hay que llegar al paciente sea como sea, con la mayor dignidad posible, darles la mayor dignidad posible también".
Adrenalina a full
Los países que ha visitado Daniela como parte de MSF no han sido elegidos al azar: son lugares que viven o han vivido intensas crisis de distinta índole, donde la precariedad de los sistemas de salud es una tónica. En ese escenario caótico es donde esta chilena y sus compañeros deben trabajar. Ella lo tiene claro.
"La adrenalina llega a minutos que te hace seguir trabajando no más, porque yo siempre pienso que si MSF está en un lugar es porque está pasando algo malo, entonces no es que vaya a un lugar donde también uno pueda estar de vacaciones, hay lugares maravillosos también, pero en el medio de una crisis es bastante negativo un poco lo que te rodea. Pero el hecho de ver que los equipos se arman y las cosas que empiezas a hacer y las cosas que van pasando... yo creo que eso da fuerza porque al final nosotros estamos tratando un poco de ayudar quizás a salvar vidas, es un poco grande la frase pero vas viendo el impacto del trabajo, día a día", indica.
"De a poco he ido aprendiendo cosas que cuando entré no tenía la más mínima idea; nunca había prendido un generador, por ejemplo, ni había estado al lado de uno, creo. Lo que quizás menos hice fue construcciones, así que es quizás lo que más se me olvidó hacer"
Daniela Muñoz
De todos modos, hay situaciones, historias, que la han marcado en estos 11 años de trabajo. "Yo estuve en 2011 en una crisis nutricional gigante en la parte somalí de
Etiopía. De Somalía venían llegando refugiados a esa parte de Etiopía porque había violencia y una sequía tremenda, y
llegaban básicamente las familias o las mamás caminando después de un buen tiempo por el desierto, con cuatro niños colgando y se le habían muerto dos en el camino, y llegaban al centro de recepción y tú veías que básicamente llegaban y se desplomaban, o sea las últimas fuerzas estaban para llegar y después de una semana, dos semanas en tratamiento, especialmente los niños pero muchas veces los adultos que llegaban en malas condiciones, veías que se recuperaban".
"Entonces eso te marcaba, primero decir todo lo que pasó, todo lo que tuvo que pasar para llegar acá y les ves la cara y ves el nombre de la persona y la ves durante toda la semana y ves esa recuperación, eso es lo que más me marca a mí", dice.
De todos modos, Daniela Muñoz evita romantizar el tema. "Yo no veo esto como un voluntariado y ese tipo de cosas, este es un trabajo profesional. Es una organización y un trabajo que te permite crecer, ir creciendo dentro de la organización también, ir aprendiendo y hacer una carrera (...) Yo encontré mi nicho donde me gusta trabajar y que más encima me da la posibilidad de crecer y aprender y de visitar lugares que ni como turista puedes llegar".
Ahora, esta logista chilena intenta descansar. Está aprovechando las vacaciones que se acaba de tomar, después de años. Pero sabe que, en cualquier momento, el deber llamará. Y ahí estará ella.