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Una reina, un Papa y un revolucionario: Las otras visitas a Chile que generaron un enorme despliegue del Estado

La visita del Papa Francisco al país en 2018 no es la primera que el Gobierno debe preparar minuciosamente, ni tampoco la única que ha generado enormes aglomeraciones de personas que requieren de una detallada logística y coordinación de las autoridades.

23 de Agosto de 2017 | 06:32 | Por Francisca Domínguez, Emol
SANTIAGO.- La llegada a Chile del Papa Francisco en enero del próximo año ha generado una enorme expectativa entre las autoridades religiosas y de Gobierno, quienes tienen poco menos de cinco meses para coordinar todos los aspectos logísticos de la visita, que incluye tres liturgias masivas y el paso por tres ciudades del país.

Pero esta no es la primera vez que Chile debe prepararse para una visita ilustre: en otras tres ocasiones, el Estado debió realizar un importante despliegue de personal para recibir a figuras mundiales que generaron la exaltación del público.

!Dios salve a la Reina!


Sorprendidos quedaron la Reina Isabel II de Inglaterra y su esposo Felipe, Duque de Edimburgo, tras su paso por Chile en noviembre de 1968.

A pesar de no ser su soberana, enormes multitudes de chilenos se reunieron y agolparon en las calles y plazas del país por los que pasaron los principales miembros de la realeza británica, una visita sin precedentes en el país. Con papel picado, carteles y pañuelos, el público esperó horas para ver pasar a Su Majestad y gritar el clásico "!Dios salve a la Reina!".

Impecablemente vestida, con buen ánimo y gestos elegantes, Isabel -que para ese entonces sólo llevaba en el trono 16 años- viajó en un descapotable desde el aeropuerto con el Presidente Eduardo Frei Montalva, saludando al público que se aglomeraba en las calles y edificios para verla pasar.

Esa fue la tónica de todos sus actos públicos, causando tanta expectación que incluso en más de una ocasión la gente sobrepasó los cordones policiales para estar un poco más cerca de esa autoridad que sólo conocían por las revistas.

En esos cinco días de carácter oficial, la Reina fue declarada "Huésped Ilustre de Santiago" en la Plaza de la Constitución, visitó la Escuela Inglaterra, el Congreso Nacional, la Corte Suprema, la Escuela Naval, el Club La Dehesa (donde Carabineros realizó su "Cuadro Verde"), el Club Hípico (donde presenció el Clásico Isabel II), comió en la casa de los padres de Frei en Providencia e incluso asistió a un clásico universitario en el Estadio Nacional.

"Una dotación de casi 400 detectives tiene a su cargo la responsabilidad directa de proteger a Su Majestad la Reina Isabel y a su esposo el Duque de Edimburgo, durante su permanencia en nuestro país. Se agregan a esta labor alrededor de 80 funcionarios de Scotland Yard y un gran número de Carabineros", detalló El Mercurio ese día. También se hizo un chequeo de todos los ingleses e irlandeses residentes en el país como parte del protocolo.

La visita fue preparada por ocho meses por el jefe de Protocolo, el embajador Mariano Fontecilla. Sin embargo, no estuvo exenta de percances.

El Palacio Cousiño, lugar que alojaba tradicionalmente a todos los jefes de Estado y que recibiría a Isabel y su esposo, se incendió días antes de la llegada de la soberana. Fontecilla logró adaptar una de las piezas del Hotel Carrera en el piso 14 con muebles que pidió prestados de familias adineradas de la capital.

"¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!"


Bastante más larga y distendida fue la visita del líder cubano Fidel Castro en 1971, en lo que fue uno de los hitos que marcó el gobierno de la Unidad Popular.

Un total de 24 días duró el paso del Mandatario cubano a Chile, en donde tuvo numerosas reuniones con obreros, trabajadores, mineros, pescadores, estudiantes, campesinos y autoridades de Gobierno para hablar de la revolución.

El 10 de noviembre fue recibido por el Presidente Salvador Allende, quien un año antes había sido elegido Mandatario y había restaurado las relaciones con la isla, suspendidas desde 1964. Se trataba del primer viaje al exterior de Castro en siete años.

A pesar de lo poco protocolar de la visita, igualmente requirió de un gran despliegue por parte del Gobierno. Antes de su llegada, se entregaron 48 visas para diplomáticos y funcionarios cubanos. Cuando llegaron al país, se entregaron otras 40 más para su comitiva, que integraban miembros del Gobierno cubano, efectivos de seguridad, personal médico y una "tropa de choque" disfrazados como periodistas.

Además, su seguridad personal estuvo a cargo del comandante de la Guarnición Militar de Santiago, que en ese entonces era Augusto Pinochet.

Las concentraciones y eventos que realizó en las nueve ciudades que visitó convocaron a grandes multitudes que celebraban eufóricos la presencia de quien se había transformado en una leyenda para la izquierda y para la revolución. Sin embargo, la visita también causó molestia en algunos sectores. De hecho, provocó el primer "cacerolazo" de las mujeres de derecha.

Su despedida se realizó dos días antes de su partida en el Estadio Nacional. Allí pronunció un discurso ante miles de personas y manifestó: "(El Presidente Allende) dijo que no habíamos venido a aprender ni a enseñar. Y la discrepancia es que si bien estamos absolutamente de acuerdo en que no vinimos a enseñar (...) decimos con toda franqueza que hemos venido a aprender". Finalizó con su clásico "¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!".

Antes de irse, Castro le obsequió al Presidente Allende un fusil AK-47, con el cual se especula que se quitó la vida durante el golpe de Estado.

El amor es más fuerte


Ese fue el mensaje clave que marcó la esperada visita del primer Pontífice a Chile, el Papa Juan Pablo II, en medio de un país convulsionado por la situación política que vivía.

En 1987 sólo faltaba un año para que terminara la dictadura de Augusto Pinochet con el plebiscito y fue justo este periodo el que escogió Karol Wojtyla para pasar seis días en Chile.

Un beso al suelo y personas cantando el himno de su visita, "Mensajero de la paz", fue lo primero que mostraron ese 1 de abril todas las televisiones del país, poco acostumbradas a transmitir un evento así de importante en vivo.

"Cerca de un millón de personas aclamó al Jefe de la Iglesia Católica que llegó a las 16 horas de ayer procedente de Montevideo", rezaba El Mercurio al día siguiente.

Las grandes multitudes lo seguirían a las ocho ciudades que visitaría antes de partir el 6 de ese mismo mes: 20 mil personas en la Plaza Constitución cuando se reunió con Pinochet en La Moneda, 300 mil en la misa que realizó en Rodelillo, más de 500 mil para la bendición en el Parque O'Higgins, 250 mil en Concepción, 90 mil en el Estadio Nacional, sólo por nombrar algunos.

Las enormes masas que congregaba el Papa necesitaban de un igualmente enorme despliegue de personal de seguridad, logística, militar y técnico. Por ejemplo, 7.500 efectivos de Carabinerostrabajaron sólo el día de la llegada del Pontífice. Para la liturgia en Rodelillo se necesitaron 900 copones, 32 estanques de agua, 300 letrinas y 400 buses de acercamiento. Más de 580 personas estaban encargadas sólo de limpiar las calles por las que pasaría Juan Pablo y el flujo del Metro aumentó en 300 mil pasajeros en un sólo día.

Sumado a todo el despliegue, las fuerzas de seguridad debieron actuar en las múltiples protestas que surgieron en contra del régimen de Pinochet. Las más graves se dieron en los eventos masivos del Parque O'Higgins y del Estadio Nacional, que se transformaron en verdaderos campos de batalla.
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