SANTIAGO.- En abril de 1987, en la población La Bandera de San Ramón, una mujer subió a la tribuna ante miles de espectadores y expuso ante el máximo representante de la Iglesia católica los sufrimientos por los que estaba pasando la ciudadanía bajo la dictadura de Augusto Pinochet, mientras éste aún estaba en el poder.
Luisa Riveros fue una de las pobladoras que se atrevió a hablar frente al Papa Juan Pablo II en su segundo día de visita al país, la primera que hacía un Pontífice a Chile, justo después de que éste se reuniera en La Moneda con el general.
"Vengo a contarle un poco de nuestras penas y pocas alegrías. Somos madres y esposas que buscamos el bien de nuestras familias, pero esto que parece tan sencillo, es bien difícil para nosotras", comenzó Riveros.
Así, continuó con su discurso en el que habló no sólo de la cesantía y bajos sueldos, sino que también de la existencia de presos políticos, torturas, detenidos desaparecidos y la situación de los exiliados, destacando los casos de sacerdotes que se encontraban impedidos de volver al país.
"Queremos una vida digna para todos, sin dictadura (...) Pedimos que se haga justicia", sentenció la mujer, siendo vitoreada por el público.
Riveros y el otro Papa
Después de 30 años de ese episodio, un nuevo Pontífice volverá a pisar el territorio nacional, uno muy distinto al que recibió a Juan Pablo II en los 80.
El Papa Francisco llegará a Chile el 15 de enero de 2018, y para preparar su venida, el Arzobispado preparó una campaña, que incluye el testimonio de Luisa Riveros.
En un spot televisivo, se revisan pasajes de lo que fue su discurso en La Bandera. "Me emociono un poco, me alegro en parte porque realmente dije lo que estaba pasando en esos momentos", comenta la mujer.
¿Qué le diría Riveros a un Pontífice 30 años después de su disertación? "Ahora no hay balas, pero hay droga, hay hambre, hay muerte en el Senama, hay sufrimiento de la familia".
"El Papa, yo creo que debe saberlo, que en todos los países del mundo hay un sistema que corrompe, que es malo", manifestó la mujer.
Esto, según Riveros, "porque trabaja el papá y la mamá, la mamá sale a trabajar, los hijos se van a la droga de chiquititos, los traficantes les dan un papelillo y los niños ya se acostumbran a esa cosa. Entonces, ¿cuál es el beneficio? Si los hijos son sagrados".
"Los traficantes, cómo no los van a ver, si todo el mundo sabe dónde están, nosotros sabemos dónde están, pero nos da mucho miedo denunciarlos. Esto el Papa de ahora tiene que saberlo", sentenció Riveros en el video de la campaña.
