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Una familia felizmente elegida

13 de Julio de 2005 | 13:14 |
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Benito Baranda se ríe cuando le comentan que es más famoso que su hermano Guillermo, “Memo”, sacerdote jesuita y, nada menos, que el provincial de la Compañía.

Aunque no es algo reservado, es poco conocido que él, junto a su esposa, la psicóloga Lorena Cornejo, resolvieron vivir entre quienes sufren y por eso, se instalaron en una pequeña parcela de La Pintana que hoy está rodeada de la población El Castillo.

Ahí vive con sus seis hijos, todos adoptados, a quienes lleva todos los días a sus colegios, el Compañía de María de Seminario y el San Ignacio de Alonso de Ovalle. El proceso de formar su familia ha sido, en sus palabras, hermoso, y claramente está guiado por el amor.

-Más de alguna vez te tienen que haber preguntado por qué no fuiste sacerdote.
(Se ríe)”Porque desde mi adolescencia descubrí queeee… tengo la vocación para vivir con una mujer, quiero mucho a mi esposa”.

-Y para eso estaba el Memo.
(Vuelve a reír) “Y para eso estaban otros de mi generación. Bueno, la vocación de la pedagogía ignaciana está en los ejercicios espirituales donde uno aprende a discernir y en ese discernimiento descubrí que estaba para una vida matrimonial”.

-Pero, ¿alguna vez te lo cuestionaste?
“Sí, cuando era adolescente, pero me quedó muy claro que mi vida estaba direccionada a formar una familia”.

Conoció a su esposa, ecuatoriana, en la Universidad Católica, en 1977, y no se separaron más. Se casaron en 1982, trabajaron en voluntariado y cuando se hicieron cargo de una hospedería del Hogar, optaron por vivir en forma más sencilla.

Formar una familia con seis hijos adoptados es, en sus palabras, “distinto, pero maravilloso”. El choclón no aumentará porque Magdalena, su pequeña hija menor, es multidiscapacitada (sorda, ciega y con dificultades de movilidad) y requiere de mucha atención.

Se declara sin tapujos padre súper presente a pesar de tener una jornada intensa. Esto último no le importa: “Mientras tenga energía”, sostiene con alegría.

-Se requiere una fuerza especial para elegir una guagua discapacitada.
“Nacen tantos hijos discapacitados en la vida…”

-Llegan, generalmente no los buscas.
“Sí, pero si la conoces te la llevarías altiro. Si tienen un buen matrimonio, la mayoría de las personas la adoptarían inmediatamente. Uno la ve y se conmueve; nació discapacitada y llevaba un año sin ser dada en adopción; nosotros queríamos a nuestro sexto hijo, supimos de ella y… la casa estaba lista.
“Tenemos cinco hijos que han tenido un buen desarrollo y la tarea es más fácil, todos colaboran para que Magdalena se desarrolle; de hecho, logró caminar, está pudiendo comunicarse con nosotros, ve y escucha un poquito”.

-¿Y ayuda a reinventar a la familia?
“Por supuesto, nos cambió la vida, la forma cómo relacionarnos entre nosotros y con las personas discapacitadas, de entender su mundo”.

-¿Cómo ha sido para tus hijos ser parte de una familia diferente? Todos adoptados, que dan un testimonio poco común con su forma de vivir.
“Nosotros no nos sentimos diferentes con Lorena y, producto de eso, ellos tampoco se sienten diferentes. Van a fiestas y viven la vida cotidiana; les gusta lo que les gusta a todos los jóvenes”.

-Ustedes pueden ser un gran colchón de contención, pero en el mundo real, a ellos les pueden hacer notar que son diferentes.
“En relación a la adopción, tienen compañeros adoptados y además, la adopción está más abierta que en el pasado, no se genera un mito y no se oculta. En relación a vivir donde vivimos y los colegios donde están… se encuentran con situaciones similares, no les es tan lejanos.
“Quizás, la visión de la realidad o los vínculos que establecemos Lorena y yo con los bienes materiales los distancia un poco más de lo que ocurre en el resto de las familias, pero no de todas. Siempre nos encontramos con familias similares que tratan de vivir la vida cristiana dentro de sus casas. Capaz que la contradicción entre los varios a ellos los afecte un poco, eso de trasladarse al barrio alto y ver cómo se vive allá en términos materiales y luego, ver como se vive en un campamento; pero todo en positivo”.

-¿Qué se produce en ellos?
“Los empuja a ser súper generosos. Les nace naturalmente poder colaborar. En la última campaña del Hogar por las salas cunas, mi hijo Santiago, de 9 años, se hizo socio sin tener plata (se ríe). No lo asoció con que yo trabaje ahí, él llamó por teléfono”.

El lado desconocido de Benito Baranda esconde muchas sorpresas. Cuenta que cuanto estaba en el colegio su pasión era el atletismo y le pegaba a las matemáticas; su sueño era irse a estudiar al extranjero algo relacionado con el deporte o ingeniería, pero en cuarto medio se fracturó el fémur y no pudo seguir corriendo obstáculos.

-¿Haces hoy algún deporte?
“Troto todas las mañanas”.

-¡¿A qué hora?!
“A las cinco de la mañana. Lo hago por las calles de La Pintana”.

Tiene mucho sentido del humor, la sonrisa le sale fácil y no se complica para nada con la pinta. Recordadas son sus apariciones en los lobbys de los hoteles en Asia, cuando acompañaba al ex Presidente Frei en giras para dar a conocer el "know how" del Hogar de Cristo: vestido con un perfecto smoking, incluida la corbata humita, para ir a la recepción con algún rey y unos bien lustrados zapatones negros.

Los gustos que se da son bien específicos como jugar mucho con sus hijos, ir al cine o viajar con su esposa cada vez que se puede (para esto los niños se quedan con amigos o los abuelos). También arrancarse a un retiro en el año.

-¿Y de comida?
“Me gusta todo tipo de comida. La otra vez me retaron porque dije que me encanta la lechuga con aceite de oliva (se ríe), pero como de todo, la comida italiana como gnocchi, la pizza… Lorena la prepara deliciosa… vivimos en Italia”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Donde me alieno es trabajando en la parcela. Ahí pierdo el sentido del tiempo, cortando plantas y leña, moviendo la tierra; se me olvida todo. También escribir, escribir poesía”.

-¿Algo por publicar?
“Cuando era chiquitito tuve un libro (de impresión artesanal), pero no he vuelto a publicar”.

-¿Por qué no explotar esa veta?
“Me encanta, pero requiere mucha atención y ya cuando me dedique al Hogar ya no puede ir nunca más a un taller de poesía. Uno requiere ir evolucionando, discutir con otros poetas, darle tiempo a eso y la verdad es que quiero dedicarle tiempo a mi señora y a mis hijos, no a la poesía. Si me involucro, cómo me conozco, le voy a empezar a destinar mucho tiempo y como –al final- no se lo puedes robar al trabajo, se lo robas a la familia”.
Por la misma razón tampoco ha retomado con la misma fuerza el deporte y por eso, lleva años negándose a un grupo de amigos que quiere que vuelva a competir. “No puedo, es ocupar los fines de semanas y uno se comienza a obsesionar por llegar bien a las carreras”, explica.

-Inevitable preguntar después de esto, ¿tienes algunas obsesiones?
“Soy trabajólico y obsesivo en que las cosas se hagan bien. Esto me hace exigente y no respetar los ritmos de las personas o extralimitarme en las exigencias”.

-¿Te cuesta aceptar el error? ¿Poco tolerante ante la falla?
“Creo que hoy soy más tolerante con el error. Antes, quizás, era menos; como que la gente tenía que hacer las cosas. Es esta preocupación mía por el uso de la voluntad… algunos me critican que soy medio voluntarista, pero insisto que los adultos nos debemos caracterizar por el uso de la inteligencia y la voluntad, los prepúber se caracterizan por la impulsividad de sus afectos. Cuando uno es grande no puede seguir repitiendo no me nace, si no que debe decir quiero, voy hacerlo, debo hacerlo. Una sociedad se construye con voluntad”.





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