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Entusiasta propulsora de la educación en las virtudes

Especialista en psicología educacional y clínica infantil, su visión respecto a la sociedad en que vivimos es sumamente crítica; asegura que se ha perdido el norte de cuáles son los valores que hay que inculcarle a los hijos y que los padres tampoco los tienen claros en su vida cotidiana. Insiste en que hay que cambiar el modo de mirar las cosas y que la madre es la principal guía.

17 de Noviembre de 2005 | 10:12 |
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Estudió psicología en la Universidad Católica de Chile, pero se muestra bastante crítica de esa disciplina hoy, porque si bien “ha dado montones de aportes, intentó explicar todo del hombre y ¡ahí se nos cayó la cosa!”.

De ahí que crea que se debe volver a mirar al ser humano también desde la filosofía ya que ésta tiene grandes cosas que entregar. “Se la arrinconó; gracias a Dios hoy está saliendo del closet, se está planteando nuevamente una vuelta a una mirada más amplia”, sostiene.

En momento en que las exigencias del mundo moderno hacen que las parejas se cuestionen si son buenos padres o no, la voz de Mónica Larraín, “Ita” como se la conoce, resulta una guía interesante de escuchar.

Muchos colegios de Santiago y regiones solicitan sus charlas en las que enseña (aunque a ella no le gusta que se emplee esa palabra para designar su trabajo) a los padres a formar a sus hijos en las virtudes humanas y a hacerlos más fuertes de carácter, a partir de un enfoque más global.

-¿A qué te refieres al hablar de “formación del carácter”?
"Siento que hay que renovarse como en un sentido de lo clásico. La formación del carácter hay que insertarlo en el gran tema de lo que significa ayudar a formar –y recalca la palabra con el tono de voz- a alguien virtuoso.
“Pero no la formación de las virtudes – y señala un entre comillas con el gesto de las manos-, que es una cosa casi lineal; de aquí para allá. NO, es ¿quién soy yo como persona virtuosa, qué virtudes adquiero en mi vida diaria, cómo convido a mis hijos a vivir con un carácter más recio, con más virtudes?
“Hay que ayudarlos a plantearse cuánto más generosos pueden ser, cuánto más pacientes pueden ser. Hay que guiarlos (sube la voz en esta última frase)”.

-Ese no es el lenguaje que se oye habitualmente.
"No, siempre hay mucha excusa para tolerar cosas que no les hacen bien.
“Si tengo un niño que hace lo que quiere, hoy en día se dice que tiene “carácter fuerte” -lo has oído ochocientas veces-. ¡Ese niño no tiene carácter fuerte, lo que tiene es un carácter débil! El fuerte es dueño de sí mismo, se puede dominar; el otro es explosivo, no se controla, por lo tanto, es débil. Eso los griegos lo tenían claro. ¿Por qué dos mil y tantos años después no lo tenemos claro?”

-Cuándo tienes más hijos que la media actual (tres) ¿lo tienes más claro?
“Exactamente; en cambio, si tienes dos, peor aún. Sabes que no es carácter fuerte ese niño que te dice quiero ahora, ahora… eso no es carácter fuerte, eso es maleducado, no más… ¡Llamemos las cosas por su nombre! Un niño que no sabe esperar es débil”.

Ita explica que son muchos los temas respecto de la educación de los hijos que se han desdibujado en esta época; el poco tiempo para la familia y la excesiva búsqueda del éxito han hecho que se pretenda que los niños lleven una vida en la que “nada debe doler”.

Dice que “la dificultad para sufrir, por así decirlo, es otro gran tema: Un niño que se hace más capaz de sufrir, es un niño que también se hace más capaz de amar”.

-¿Cómo así?
“Por ejemplo, vienen los papás y dicen que se van a separar y que no quieren que los niños se vean envueltos, les digo te retiras, mi amor, y te buscas otra facultativa.
“¿¡Cómo no va a dolerles!? Algo de esa magnitud tiene que doler, para que el día de mañana el niño sepa que no quiere vivir eso en su propia vida y, menos, en la de sus hijos. Si no te duele, y todo pasa como piolita, normal, llegas a la conclusión de que como fue súper buena la separación de mis papás, no importa separarse”.

-¿No a las separaciones amistosas?.
“Nooo…Ojalá, fantástico que sea una buena separación –limpiecita como digo yo- porque el dolor es limpio y no sucio. Una separación debe vivirse, ojalá, con un profundo dolor, pero sin mezclarlo con otras cosas que lo ensucian. Cómo no te va a doler, tiene que doler, para que yo anhele que en el futuro a mí me resulte el matrimonio”.

Continúa exponiendo su mirada: “La pérdida de un amigo, de un hijo, de un padre, de un marido, también debe doler, hay que vivir el duelo: grandes amores, se lloran con grandes dolores y si tienes culpas, tienes que sentirlas, no llenarte de disculpas. (Intensifica la voz) Tienes que sentir el dolor, la culpa de no estar a la altura de lo que la situación merecía, para no volver a repetirlo”.

-Pero ¿cuándo pasa de ser verdadero dolor a una patología?
"Cuando, en el fondo, ese sufrimiento no tiene sentido. Cuando le preguntaron Andreé Frossard (el amigo del Papa Juan pablo II, que perdió un hijo de 25 años y después de 15 años y aún lo lloraba) cómo, si él era creyente, seguía sufriendo por su muerte, respondió mucho lo lloro, porque mucho lo he querido. Tiene toda la razón, porque ese sufrimiento tenía un sentido, cuando no lo tiene y es sólo darte vueltas en culpas o en excusas para no volver a amar o seguir viviendo, lo estás usando, simplemente. De otra forma, ese dolor es para el resto de la vida”.

-¿Podrías darme un ejemplo en algo más cotidiano, de menor envergadura que la muerte o la separación?
“Esos niños que dicen mamá me duele la guata, no quiero ir al colegio… Entonces ¡fobia escolar!, estoy exagerando. Si conversas con él, descubres que no quiere ir porque es malo para educación física, por ejemplo. ¿Cómo no le va a doler la guata? si hay algo para lo que no es bueno, no le resulta y le va mal”.

-¿Cómo se soluciona, qué deben hacer los padres?
"Cambiar el modo de mirar la situación. Claro, si el profesor es una bestia y lo ridiculiza frente a todo el mundo, por supuesto que voy a ir a hablar con él, porque tampoco es digno que él haga eso; tampoco es bueno.
“De lo contrario, lo que me corresponde como padre es tomar la situación en su totalidad: si el niño es malo en educación física, por qué tendría que sentirse bien haciéndola. Yo puedo guiarlo para que enfrente la situación y trabaje por ser mejor. Explicarle que profundice en sus talentos y tome esto como lo que es; no es dolor, angustia tal vez…cómo no va a servirte aprender de eso para enfrentar el futuro, la vida”.

- ¿Hasta que edad tenemos la oportunidad de hacer eso?
"Siempre, la madre, siempre. Creo profundamente que cuando una madre es muy madre, madre en el sentido de acogimiento, de ternura, de sabiduría, tiene influencia en sus hijos, de distinta índole, evidentemente, pero sigue siendo el referente para él. Al igual un padre, padre. Tengo una paciente que siente la presencia de su padre, muerto, en su vida”.

-Pero la presión de los padres por el exitismo es grande.
“Claro, porque también hay poca reflexión en los papás o, por lo menos, falta. No se puede generalizar, tampoco puede ser un cliché. Cuando los padres se compran las observaciones respecto de sus hijos sin reflexionar, se produce el problema”.

-¿Qué pasa cuando papá y mamá piensan distinto?
“Es fregado, pero también allí hay una cosa maravillosa que es cómo nos complementamos. Mamá tiene sentido profundo del trabajo, papá piensa que hay que ser más relajado; cada uno pone lo suyo y los niños deben tomar de uno y de otro. No son incompatibles; muchas veces hacemos incompatibles cosas que no lo son”.

-¿Cuál es la ecuación más sana padres/ colegio?
“Es cómo cada uno defiende el tema del otro. Cuando dignificas el sistema escolar y le das el mismo valor a todos los ramos, todo importa: la música, la tecnología. Un colegio que se siente defendido y dignificado por los papás, se pone siempre a su favor. El problema nunca es el colegio, sino la relación de un determinado profesor con mi hijo”.

-¿Cómo se hace con esos hijos que son dos cosas al mismo tiempo: por un lado maravillosos y, a momentos, insoportables?
"Los seres humanos tenemos aspectos bellos y no bellos. Cuando una persona muestra ambos, hay que profundizar en el por qué, debes hablarles a su belleza; creo que a los niños hay que hablarles a su máxima dignidad”.

-¿Hay que retomar el tema de guiarlos en sus experiencias?
"Hay que requete retomarlo, porque si no se lo dice su mamá ¿quién? Si ya lo dijiste, vuelves a hacerlo, lo vuelves a acoger y vuelves a trabajar con él. Cuántas cosas uno no tiene claras sobre sí mismo y que no han sido resueltas en no sé cuántos años. ¡Ya se lo dije! no significa nada: hay cosas que hay que decir mil veces”.

-¿El ejemplo es el mejor instructor?
"Eso te ilumina”.

“Una madre debe ser un ser humano detenido, porque acoge”

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