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Esa urgencia que no se puede aguantar

La incontinencia urinaria no es normal en ninguna edad, tampoco en la tercera, y debe tratarse. Una terapia con Botox ayuda a muchos pacientes.

14 de Octubre de 2005 | 13:06 |
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Un nuevo uso se comenzará a dar en Chile al Botox, la sustancia que saltó a la fama como fórmula para atenuar las arrugas. En un curso organizado por la Clínica Alemana, el doctor Paul Pettit, jefe de Uroginecología de la Clínica Mayo de Jacksonville, Estados Unidos, expuso los últimos avances en el tratamiento de la incontinencia urinaria. Y el Botox se llevó los aplausos.

La toxina botulínica ha tenido éxito en el tratamiento de los pacientes con un tipo específico de pérdida involuntaria de orina: la "Urge incontinencia", que se caracteriza por una repentina, imperiosa e irresistible necesidad de ir al baño. Su origen suele ser lo que se conoce como "vejiga hiperactiva", que obedece a una contracción desordenada del músculo detrusor de la vejiga, produciendo rigidez en el órgano.

Alternativa segura

Los riesgos son casi nulos, asegura el especialista, y hasta ahora, en la Clínica Mayo de Jacksonville, el tratamiento ha sido exitoso en el 50 a 60% de los casos.
Cambio de hábitos
Un gran número de casos de incontinencia pueden ser corregidos con medicamentos y cambios en el comportamiento:

Eliminar los diuréticos (café, el té, bebidas cola) y equilibrar el consumo de líquidos. También debe considerarse el consumo de fibra, ya que la constipación tiene efectos en la vejiga.

Revisar los medicamentos que puedan afectar el funcionamiento vesical (antihipertensivos, anithistamínicos, etc.).

Fortalecer el cuello de la vejiga (ejercicios de Kegel)

Programar las idas al baño aumentando poco a poco los intervalos.

Apoyar a los adultos mayores que están en sillas de ruedas o necesitan ayuda para desplazarse, y pueden sufrir de incontinencia funcional. Si alguien los lleva cada dos horas al baño o les recuerda que deben ir, se puede controlar mejor el problema.


El Botox actúa como un inhibidor neuromuscular que bloquea temporalmente la transmisión de impulsos nerviosos, relajando el músculo en que se administra.

"Usando un cistoscopio a través de la uretra, se aplican pequeñas inyecciones en distintos puntos de la vejiga; el músculo se paraliza y se detienen los espasmos. El procedimiento se hace en la consulta, no necesita anestesia -sólo sedación-, y toma unos cinco minutos", dice Pettit.

Como la acción de la toxina es temporal, las inyecciones deben repetirse cada 6 o 9 meses.

La ventaja es que su costo es considerablemente menor que el de otros tratamientos como la neuroestimulación sacra, una especie de marcapasos que se implanta en la médula espinal -uno de los centros del control nervioso de la vejiga-, y que permite relajar el músculo. Aunque exitosa en el 80% de los casos, su costo es de unos 20 mil dólares, por lo que en Chile ha sido excepcional.

El tratamiento con Botox, en cambio, puede costar US$1.500, aunque debe reservarse para pacientes que no han respondido a tratamientos más simples, como ejercicios, fármacos y otros.

Otro tipo de incontinencia es la "de estrés" o "de esfuerzo", que tiene causas múltiples. Las mujeres tienen mayor propensión a ella durante el embarazo y el parto, y tras los cambios hormonales de la menopausia, que pueden debilitar los músculos de la pelvis. "En los hombres, puede desencadenarse tras una cirugía prostática", aclara Pettit.

Pero también puede tener su origen en traumas pélvicos, el consumo de cafeína y de ciertos medicamentos. Ante el menor esfuerzo, el paciente se orina. Un golpe bajo a la calidad de vida.

Le sucede a Elena, de 40 años. Cada vez que estornuda, tose o se ríe, se moja. Por eso casi no sale de la casa. "Si voy a hacer una diligencia y me demoro, me mojo entera; se me irrita la piel y me vienen infecciones urinarias", dice.

Para no pasar vergüenzas, evita los compromisos sociales. "El otro día fui a una fiesta de matrimonio de una persona muy querida, pero tuve que devolverme porque el pañal al ratito estaba empapado. Y como andaba con una carterita chica, no podía llevar otro para cambiarme", relata Elena.

La incontinencia se convierte en una verdadera esclavitud. Pero pese a ello, apenas el 30% de quienes la padecen recurre a un médico. El resto lo vive en silencio.

Un sufrimiento innecesario, según el doctor Pettit. "Muchos adultos mayores piensan que es parte natural del envejecimiento; también hay médicos que lo creen así y dicen que no hay nada que hacer. Pero la mayoría de los incontinentes puede encontrar soluciones", agrega.

Una buena evaluación es el primer paso para descartar diabetes, hipertensión, obesidad o infecciones urinarias que puedan estar afectando el funcionamiento de la vejiga.

Si se llega al diagnóstico de incontinencia de estrés, un camino es el del cambio de ciertos comportamientos (ver recuadro) y el manejo con medicamentos.

Si eso no funciona, una de las soluciones es la implantación de una cinta suburetral, una cirugía mínimamente invasiva que permite afirmar la uretra, explica el doctor Jorge Lecannelier, de la Unidad de Uroginecología de la Clínica Alemana.

"Pero en el caso de los pacientes que no pueden ir a pabellón porque son muy ancianos o porque presentan otras condiciones médicas, se pueden aplicar inyecciones en la uretra para engrosar el esfínter, con materiales sintéticos como el colágeno o con grasa obtenida mediante liposucción", agrega el médico.

Lo importante es que las personas encuentren a un especialista receptivo, que busque caminos para mejorar la calidad de vida.

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