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Encuentro de dos mundos

28 de Mayo de 2008 | 12:15 |
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Instalado dentro de los planes y políticas de la Fundación para la Superación de la Pobreza, el programa Adopta un Hermano surgió en 1999, sólo tres años después de creada la primera.

El modelo lo trajo a Chile Daniel Tawrycky de Israel tras considerar que debido a la situación de vulnerabilidad que observaba había que darle una oportunidad a los niños, guiado por el concepto de resiliencia. Comenzó con el programa en Quilicura, pero al poco andar lo presentó en la Fundación.

Originalmente, bajo el título de ‘adopta un hermano menor’, el programa comprendía un año de tutorías individuales. Hoy se considera un año de tutorías personalizadas, ya sea individual o doble, además de tutorías micro grupales que hace un coordinador y un segundo año de tutorías grupales que se hacen en la escuela. Estas últimas se incorporaron luego de observarse que tras un año de trabajo venía un proceso de duelo que es mejor llevado si se continúa en un grupo, más si el vínculo afectivo se transformó en dependencia.

Para poder ejecutar el programa correctamente se trabaja con la familia y la escuela, involucrando a ambos agentes en el proceso; se les informa lo que se está haciendo, se les invita a eventos.

Aunque no se manejan cifras exactas, más que nada porque muchos tutores han repetido varias veces la experiencia, por el programa han pasado más de 6 mil voluntarios, entre tutores, monitores y coordinadores y a lo menos 6 mil 300 niños se han visto beneficiados.

Hoy se analiza la posibilidad de cambiarle nuevamente el nombre, considerando que ya no se trata de la adopción de un hermano. Lo lógica es de un trabajo conjunto, explica Loreto Salinas. “A medida que pasa el tiempo, el programa se sitúa como un proceso de aprendizaje mutuo y lo que uno escucha del tutor es yo también aprendía de él. Esto tiene que ver con el hecho de que no se trata de un sabio superior que viene a salvar al niño de su realidad; es más bien que ambos conozcan otro mundo, de ver que la vida tiene otros aspectos; las habilidades sociales también las desarrollan los tutores”, dice.

Se trabaja en la actualidad en ocho regiones, siendo Maule la última en incorporarse. Los lugares escogidos son urbanos porque los tutores no tienen mucha disponibilidad de tiempo, o sea, no pueden ocupar varias horas sólo en desplazarse. “No es compatible con su primera misión que es el estudio”, aclara.

-¿Qué requisitos se necesitan para ser tutor?
“Acabamos de concluir el proceso y este año, particularmente, fue ser estudiante de educación superior aunque se estuviera en primer año. La idea es poder trabajar con ellos el concepto de responsabilidad desde su inicio de la carrera y no cuando están en segundo o más.
“Esto también es por lo que significa él como modelo: es decir, se ha esforzado, llegar a la universidad no es fácil; es un joven que quiere aprender y quiere tener un compromiso con el desarrollo de la sociedad”.

-¿Qué demanda en tiempo y permanencia?
“En tiempo, lo mínimo que se tiene que trabajar con el niño son 4 horas a la semana, pero además hay que tener tiempo para capacitarse y tener reuniones con el coordinador que son dos más. La permanencia es de 8 meses que es lo que dura la tutoría con el niño, de mayo a diciembre”.

-¿Cómo se seleccionan los tutores?
“Este año se inscribieron 5 mil para un cupo de mil 500. El proceso es, primero, natural; se entusiasman y cuando ven que no tendrán tiempo o no se la podrán, abandonan; también hay un proceso de selección psicológica con test y entrevista para descartar algunas patologías. No nos podemos arriesgar y hasta ahora no hemos tenido ni un problema”.

-¿Pueden ser de cualquier carrera?
“Para ser tutor de segundo año se requiere que sean más del área social. En cambio, en primer año, pueden ser de ingeniería, arquitectura o medicina, eso es un aporte”.

-Aunque no es el objetivo de los estudiantes, ¿pueden hacer valer esto en su currículo?
“Estamos en conversaciones con las universidades y hay un panorama diverso porque por el proceso de acreditación de ellas todo se ha hecho más complejo. Con algunas logramos convenios para que al tutor se le reconozcan créditos por haber hecho tutorías; otras hacen aportes económicos, incluso. También, en el caso de los monitores se contabilizan como prácticas intermedias y profesionales, pero son de carreras del área social como trabajo social y psicología; con educación nos cuesta más porque requieren aspectos más formales”.

Como no se trata de un programa de reforzamiento escolar, el tutor con el niño planean actividades en sus casas o fuera de ella como ir de paseo a lugares públicos, museos y otros. Todo dependerá de la familia y de hecho, cuando se pasa al segundo año es donde se registra la mayor tasa de abandono por parte de los niños. Otros abandonan porque se cambiaron de población.

-¿Por qué no refuerzo escolar?
“Porque estamos en la lógica de la educación no formal. Lo que se hace es un diagnóstico con el niño, la familia y los profesores donde se ven las debilidades y fortalezas, sus intereses y se arma un proyecto para trabajar durante el año. El mapa tutorial se hace con el niño y ahí se ponen las metas a lograr y actividades concretas.
“Se trata de aprender a través del juego”.

-¿Y se puede incorporar alguien más de la familia?
“Es que esto no es algo mecánico y rígido, algo así como saquemos el trabajo, sentémonos. Se trata de generar espacios para conversar, compartir, para hacer juego libre y también intencionar ciertos aprendizajes.
“Este año cambiamos los objetivos y vamos a intencionar lenguaje y matemáticas, además de las habilidades sociales”.

-¿Se puede terminar siendo tutor de la familia completa? Se puede instalar la abuela y un hermano en la dinámica.
“Claro, es posible y para eso está el espacio. Eso genera ciertas redes, pero igual no se puede abandonar el proyecto con el niño, su mapa tutorial, considerando que el niño tiene que presentar su trabajo de todo el año”.

Aunque quisieran poder apoyar más a los tutores, la Fundación les entrega los recursos justos para poder financiar algo de material, el transporte de él y el niño a alguna actividad o la entrada a un lugar, cuestión que no supera los 12 mil pesos mensuales.

“Muchos tutores no son de Las Condes, sino de Lo Espejo, La Granja o de la misma comuna del niño y tienen un gran compromiso porque sienten que ellos tuvieron oportunidades y son responsables de dárselas a otro”, cuenta.


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