EMOLTV

“Creo que se ha enfriado el amor de las parejas”

07 de Enero de 2009 | 09:14 |
imagen
Desde hacía mucho antes del accidente, antes de la política, de San Joaquín y del Congreso, e incluso antes de la música, Ramón Farías es actor y se le recuerda por participar en las más emblemáticas teleseries de la televisión chilena. “La Madrastra”, “Anakena”, “La trampa”, “Bellas y audaces” es apenas parte de su trabajo en la tele, que se mantiene hasta hoy con apariciones en los programas de Carlos Pinto y en “El cuento del tío”.

Si hasta hace de borracho en el “Virginidad sangrienta” del precoz director Sebadilla, participando en este cortometraje junto a Felipe Avello y Katina Huberman, entre otros personajes.

En cuanto al teatro, obras como “El hombre de la mancha” (1979), “El violinista en el tejado” (1979), “Don Juan tenorio” y “Orfeo” se suman a su último trabajo, realizado apenas hace unos meses con “Un crimen casi perfecto” en el Teatro Alcalá, lo que habría motivado su pre decisión a dejarlo todo y volver a las tablas en exclusividad.

-¿Ya se te quitaron las ganas?
“No. En ‘Un crimen casi perfecto’ trabajé con mi hija que estaba detrás de bambalinas. Lo pasé súper bien, fue como volver a sentir los sustos del teatro, de pensar que si hay partidos de fútbol o un fin de semana largo no iba a ir la gente... Volví a una época donde todo es estresante porque nada es seguro, pero a mí no me da susto, porque yo viví hasta el año ‘92 del teatro y la televisión”.

-¿No perdiste el training?
“Sí, al principio. Me costó mucho memorizar y como yo era el protagonista tenía que estar hora y media en el escenario hablando, hablando y hablando. Ahí uno nota el training, pero esto es como andar en bicicleta: recuperas el equilibrio y sigues pedaleando pa’ adelante. Ahora, yo no sé si podré seguir haciendo teatro, porque quita mucho tiempo y es muy desgastante. Tendría que dejar de lado mi primera opción que es la diputación. Pero sí -y que lo sepan los productores y las compañías- yo voy a seguir como lo he hecho hasta ahora, haciendo televisión. Además, siento que me falta hacer cine. Quita tiempo, pero yo me haría un paréntesis, porque es una deuda que tengo y que quiero hacer antes de morir”.

-¿De qué le sirve a un diputado ser actor? ¿Hay alguna herramienta que sirva para la labor política?
“La sensibilidad del artista es algo que puedo poner al servicio de la diputación. La sensibilidad implica que cuando se está hablando con alguien, de verdad lo estás escuchando. O cuando se está dando un discurso en una asamblea, aparte de utilizar las herramientas para proyectar la voz y esas cosas, hay algo que me quedó de mi época de hacer café concert que utilizo siempre... Ahí estaba obligado a estar pendiente del público en todo momento, porque si alguien tiraba una talla había que responderla y jugar con eso. Así que cuando estoy en una asamblea o en una junta de vecinos, lo que sea, estoy pendiente de lo que la gente está sintiendo. Eso se puede dar a conocer, no solamente de manera verbal, sino que también viendo cómo están sentados, por ejemplo. Y me pasa que a veces cacho que la gente se está aburriendo con lo que estoy diciendo o está disconforme, y digo: A ver, caballero, usted no está conforme con lo que yo le estoy diciendo. Y el señor se queda sorprendido… ‘No, si no’, me dice. ‘No si le vi la cara y usted no cree en estas cosas’... Y así el señor se empieza a desahogar”.

-¿No se ocupa la actuación?
“No, yo no podría mantener un personaje con la gente. Soy absolutamente afectivo, me encanta abrazar a las señoras, darle besitos. A veces, uno ve en las películas las representaciones de los típicos políticos con las guaguas, pero eso es algo que me sale natural. Me he sacado millones de fotos con guaguas, me encantan. Si lo único que quiero es ser abuelo. Ya que no puedo ser papá…”

-¿Por qué no puedes?
“Podría, pero hay que encontrar alguien que esté dispuesta a ser mamá. Si no, no puede ser”.

-¿Y tus hijos no están con ganas de tener los propios?
“Los he toreado como locos, pero la juventud como está hoy día, como diría un viejito... No hay caso. Se casan demasiado tarde y después tienen que tener poco menos que pagada hasta la universidad de la guagua antes que nazca. Cuando yo me casé, la primera vez, ni siquiera tenía una pega segura. Estaba trabajando con Tomás Vidiella en una obra que nos fue súper bien (‘Fausto Schock”, 1977), pero yo no tenía nada asegurado para adelante. Igual me casé y lo hice porque quería y sentía que tenía que hacerlo. Después, cuando mi señora no podía quedar embarazada nos hicimos un tratamiento, y de repente ¡pum!, quedó embarazada y fue genial. Pero yo no estaba pensando si tenía pega o no. Mi hijo venía con la marraqueta bajo del brazo, porque justo a los 2 meses de embarazo me llamaron de ‘La madrastra’ y pasé de ganar en el teatro, no sé, 11 mil pesos u 11 escudos -por dar una cifra- a 50 en la televisión. Fue un cambio absoluto. Pero las cosas se dieron solas. En esa época uno era más romántico, uno decía ya, le doy. Hoy, las cosas son tan re contra planificadas que creo que se ha enfriado el amor de las parejas”.

-¿Pero ni siquiera tenías la ayuda de tus papás? Ahora eso es algo típico...
“No, nada. La única suerte que tuve es que mi ex suegro -que en paz descanse, porque ya falleció- tenía un departamento en la Villa Frei y me lo pasó. Sólo teníamos que pagar los dividendos, aunque, en realidad, hubo que rehacer entero el departamento, porque estaba botado... Ahí yo me conseguí la plata con lo que ganaba en el teatro. Hasta vendí ollas en un momento, y me iba re bien porque había que usar harto la actuación para venderlas. Una vez que nació mi hijo decidí comprar una casa y me fui con las patas y el buche también. Llegué y la compré y le echamos pa’ adelante. Pero si yo lo pusiera en los tiempos de ahora, jamás me habría comprado esa casa, porque si se es actor uno no tiene cómo cuentear la película para adelante, sobre todo en esa época, donde no existían los grandes canales de televisión que contrataban rostros y les pagaban mucho.
“Cuando yo entré a estudiar actuación lo hice para hacer teatro, no televisión, porque no existía como una herramienta fuerte para los actores. Fue después de ‘La madrastra’ que se estableció la industria de la actuación en pantalla y entraron muchos chiquillos y chiquillas a estudiar teatro para ir directo a la tele, pero después se fueron cayendo”.

¿Por qué así?
“Creo que la televisión ha optado por un camino erróneo ahora, que es el del músculo, la pechuga, la buena pierna o la cara bonita y no la buena actuación, algo que se privilegió hasta, más o menos, los ‘90, que fue cuando dejé de hacer televisión. Todo tiempo pasado fue mejor, dicen por ahí. Es por eso que la Claudia Di Girolamo, Bastián Bodenhöffer, Cristián Campos, yo mismo, hemos ido quedando y la gente aún nos ubica. A mí me sorprende que hasta el día de hoy chiquillas jóvenes me asocien con las telenovelas. Yo digo: Cómo si usted no ha visto nunca una telenovela mía. Pero su mamá, su papá o su abuelita le contaron o vieron la repetición…”

-¿Tienes fans todavía? ¿Señoras que se acercan diciendo: “yo lo seguía en todas sus teleseries”?
“Sí, eso me pasa siempre, y en el Facebook me agrega harta gente que me dice que eran fan mío y me nombran las teleseries. Hay gente que me ha seguido desde esa época y eso rico. Algunos me retan porque estoy en la política y otros me dicen que siga ahí”.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?