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“Quería dejar la política”

Antes de su accidente en moto, el diputado PPD tenía su futuro planificado: dejar la ruda vida de político y dedicarse exclusivamente a su carrera actoral. Pero este nuevo golpe que le dio la vida cambió nuevamente sus metas.

11 de Marzo de 2009 | 08:32 |
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“Es mentira. Esto no es posible, no puede estar pasando. Me voy a morir”, pensaba Ramón Farías en cada vuelta que daba por el pavimento de Puchuncaví, donde había ido a tomar fotografías.

Siete costillas del lado derecho se rompieron con el impacto y mientras cada segundo pasaba, el diputado y actor -ex galán de telenovelas y en su momento cantante, ex alcalde de San Joaquín, además de ex de la también diputada PPD Ximena Vidal- sentía cómo cada vez se le hacía más difícil respirar.

“Hay dos tipos de motoqueros: los que se han caído y los que se van a caer", dice hoy, después de explicar que tres minutos antes de rodar por el suelo él pertenecía al segundo grupo, hasta que un taxi-colectivo lo adelantó y frenó en seco ante su Honda Steed 600 del ‘92.

“No tuve margen de maniobra. Simplemente no podía tirarme a la izquierda, porque me venía contra los autos y no me podía tirar a la derecha, porque caía a la berma y estas motos no son para andar en tierra. Entonces, al frenar en seco, la moto se me va, solté el freno y la moto actuó como una especie de caballo desbocado y me tiró lejos. Ni siquiera tocamos el auto ni nada. Me lanzó disparado y caí sobre el pavimento y empecé a dar vueltas, vueltas, vueltas y vueltas, sobre mí mismo”, recuerda hoy desde su casa en Santiago.

Se lo ve contento tras la recuperación. Bastante más delgado, eso sí, y algo complicado cada vez que se sienta o se pone de pie. Dice que ha tomado conciencia de cada músculo que debe mover para pararse y que tiene que dormir como si estuviera en un sarcófago. “Así, de espaldas, porque me muevo para el lado y siento que se me cae todo el edificio encima”. Es que fueron 7 costillas -de 12 que tenemos a cada lado, como él explica- las que se rompieron en el accidente.

“En una de las vueltas, una de las costillas golpeó el pulmón y eso fue una de las complicaciones mayores que tuve y por la que entré a la UTI (de la Clínica de Reñaca), porque el golpe produce un hematoma, que empuja el pulmón; el pulmón se desinfla y, como es húmedo, se pega. Eso se llama atelectasia... Es que aprendí mucho...”, dice el díscolo PPD, mientras juega con los parche curita que tiene en cada dedo pulgar, para evitar que se raspe las uñas, como solía hacerlo, provocando que le quedara una línea negra en cada una.

-¿Qué has aprovechado de hacer en estas vacaciones obligadas?
“Dentro de lo que he podido hacer, a parte de los ejercicios, es recuperar toda la música de mi iPod, mis 4 mil 500 canciones, ordenarlas, y volver a leer. Ahora estoy con un libro que me regalaron sobre la historia del cine. Lo otro interesante ha sido el retomar una relación entretenida con mis hijos (Rosario, 25 y Diego, 27). Los primeros días, ni siquiera podía entrar a la ducha solo. Alguien tenía que estar supervisándome, porque si me llegaba a resbalar, partía todo desde el principio. Mi hijo tuvo que hacer de chofer, hacerme la comida. Hay un tema súper importante, que es cuando te sientes inválido, que me pasó desde el momento que me caí de la moto y quedé tendido de espaldas y empecé a ver caras... Yo no podía hacer absolutamente nada, no dejaban que me moviera, pero hubo un alma caritativa que llamó a la ambulancia, después llegaron bomberos, el SAMU, y me empezaron a tender manos. Es impresionante, porque puedes tener todo el poder del mundo... Puedes ser diputado, conocido, actor, cantante malo, lo que quieras, pero hay un momento en que uno no es nada y es muy duro”.

-¿Depender de gente desconocida?
“¡Claro! Igual hubo gente penca que lo único que hizo fue tomarme fotos para mandarlas a los medios, pero con la gran mayoría fue diferente. Me acuerdo de un francés que había. Él me decía: Le cuido la moto, yo me la llevo para mi parcela. Pero después Carabineros dijo que no podía, pero igual se prestó como testigo. Después, cuando llegué a la clínica, estaban las personas que me tomaron y me cambiaron de camilla para sacarme el escáner -donde yo gritaba como burro, porque los dolores eran como si la espalda se me fuera entera para adentro y presionara todo. No se lo doy a nadie-. Esa gente que me tuvo que pasar con cariño y amabilidad, porque si no me dolía, todos, hicieron que yo también tomara una reflexión importante, que dice relación con que yo estaba antes del accidente -a raíz de todo lo que me había pasado durante el año que no fueron nada agradables- dispuesto a dejar la política y volver al teatro, porque ya la política la encontré demasiado... Parte de la culpa del quiebre (sentimental) tuvo que ver la política”.

-¿Cómo fue quedar soltero después de 22 años de relación?
“He tenido poco tiempo para ocuparme de eso, porque entre que me dio neumonitis y me caí en la moto queda poco tiempo para preocuparse. Creo que así como en la vida me han pasado cosas que iban para un lado y me tiraron 180 grados para el otro, aquí ocurrió lo mismo. Claro, uno podría pensar: chuta, ya estoy viejo, no tengo 20 años… pero uno no puede hacer las cosas calculando ese tipo de cuestiones. Pasó y pasó. Esta casa pasó a ser la casa de dos hombres solteros, de mi hijo y mía, y he tratado de mantenerla lo más ordenada posible igual”.

-Dices que la política afectó en la relación, lo que es un mal augurio para Fulvio Rossi y Carolina Tohá...
“Es que es diferente cuando eres de la misma bancada, estás sentado al lado, estás almorzando al lado, estás yéndote a la casa juntos, después comiendo juntos y todo el día transmitiendo sobre el mismo tema. Así pasas a ser monotemático y tu vida empieza a achicarse; tu círculo de amigos se empieza a cerrar y empiezas a ahogarte. Es diferente de lo que pasa con el Fulvio y la Carolina. Ellos están en bancadas distintas, en distritos distintos. Fulvio está in Iquique y ella en Santiago. Son realidades distintas, tocan temas distintos. En mi caso creo que esto se transformó en un ahogo. Bueno, fue parte de, porque no fue lo único. Yo no puedo decir que la política sea una destructora de matrimonios ni de parejas o personas, pero sí es dura y desagradable y a raíz de esto y de otras cosas que viví como vicepresidente del PPD en las (elecciones) municipales quise dejarla”.

-¿Qué pasó?
“A mi juicio, la mesa del PPD se equivocó y los hechos me lo confirmaron... Cuando fui electo como vicepresidente y conversaba con Pepe Auth y con toda la mesa, yo pensaba que serían más consecuentes con lo que dicen. Sin embargo, para las elecciones municipales me encontré con que todo era mentira, que, en el fondo, hasta los más letrados e iluminados empezaron a desdecirse en todo lo que se había dicho. Por ejemplo, se dijo que todas las primarias que se hicieran para alcalde se iban a respetar. Y eso no fue así”.

-¿Qué te hizo cambiar de parecer después y querer continuar en la política?
“El querer dejar la política tuvo que ver con todas estas cosas que fueron duras para mí y que me hicieron alejarme del PPD. Yo dejé de participar en la mesa, no seguí yendo a la comisión política... Mucha gente estaba enojada conmigo, porque confiaron en mí en algún momento y después me fui. Pero yo digo: Bueno, si ustedes confiaron en mí, también optaron por votar aquellas cosas con las que, de guata, no estoy de acuerdo. Pero cuando hago mención de esto de sentirse minusválido, de depender de la mano que te tira, del auxiliar que te baña a las 7 de la mañana, o del que te ve las pulsaciones o si tienes fiebre y te ponen una inyección para que te calmes, y después de ver los 500 mails y mensajes en Facebook, sentí que era tanto el cariño, tantas las necesidades que uno ve por todos lados, que me pareció egoísta decir que porque el PPD me dio una bofetada, que porque la política me dio una mala pasada con mi pareja, yo no iba a devolverle la mano a toda esa gente que confía en mí. Ahí pensé que es mejor seguir haciéndolo como lo he hecho hasta ahora. De repente hago teatro, de repente televisión, que me gusta, pero mi actividad principal seguirá siendo la política y voy a tratar de seguir representando a la gente desde una diputación, si es que el partido me da la pasada y no me la quita”.

-¿No te volviste más espiritual también con el accidente?
“Sí hay un vuelco, efectivamente hay un frenazo físico que me hace pegarme uno espiritual. El frenazo físico es el de la moto y el espiritual es decir: Para, reflexiona. Primero, tengo que dejar tiempo para mí y para mi familia y para todo lo que estoy descubriendo. Los viejos envejecen y se van yendo, los hijos crecen, empiezan a armar sus vidas y a uno se les pasa por el lado. Los amigos también empiezan a dejarlo a uno cuando no se mantiene el contacto con ellos y te empiezas a quedar solo… Sentí que debía frenar también en el ámbito político, volver a re centrarme en qué es lo que quiero e irme con calma y tranquilidad… A 120, no a 150. No quiero correr más de lo que puedo.
“Todo lo que uno hace cambia las cosas, pero uno tiene que estar consciente de no agarrarlo todo, si no, finalmente, no se hace nada. En la parte espiritual ha sido rico retomar esta paz interna para reflexionar un poco más”.

-Dijiste que en cada vuelta sentías que morías. ¿Pensaste en tus hijos, en que algo te faltaba por hacer?
“Siempre he escuchado que cuando a uno le pasan estas cosas extremas se te pasa la vida por delante. A mí no me pasó, tal vez, porque no era el momento para morir. Pero sí pensaba en que esto no me podía estar pasando. Quería apretar un rewind para volver 3 minutos de mi vida atrás y quedarme un rato más tomando fotos. Sentía que no me quería morir. Después de todo, entendí que el chancacazo fue el cierre de un ciclo. Después de todo lo que me había pasado no sé qué más me podía pasar… que se me cayera la casa en la cabeza... Pero fue un golpe de decir: Compadre, hasta aquí llegas. ¿Partamos de nuevo? Y tuve que empezar a aprender de nuevo a caminar y a comer, porque no me daban ganas de comer y me alimentaban por suero. Miraba la comida y comía como 2 cucharadas para que no me alegaran las niñas. He bajado 10 kilos desde el accidente… Algo bueno que tenga todo esto”.

-¿Y vas a dejar la moto?
“Alguien decía por ahí que hay 2 tipos de motoqueros: los que se han caído y los que se van a caer. Yo era, hasta el 5 de diciembre de los que se iban a caer. Voy a volver a subirme a la moto de aquí a unos 6 meses, una vez que esté bien, con mucho cuidado y con más protecciones que antes. Ahora, si le pregunto a mis hijos, me dicen: ¡No, cómo se te ocurre! Pero mis amigos motoqueros me dicen: ¡Ya poh, cuándo! Me quieren enseñar a frenar. No sé si me va a costar… La imagen todavía la tengo aquí, el frenazo y todo dando vueltas. Es una pesadilla constante”.

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